En el Nuevo Testamento no aparece ninguna referencia al culto de oración. ¡Pero sí aparece la Iglesia orando!
Al hablar de las tradiciones generalmente señalamos hacia la Iglesia Católica, pero no pensamos que nosotros también podamos tener algunas. Lo que pasa es que creemos que las nuestras son "palabra de Dios", mientras las otras son "tradiciones de hombres".
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Pero el asunto es que cuando las tradiciones pasan a considerarse como la Palabra de Dios, será muy difícil reconocerlo y, sobre todo abandonarlas y cambiarlas por lo que enseñan las S. Escrituras, en cada caso. Pareciera que si desaparecen algunas de las tradiciones reconocidas en cualquier denominación religiosa, es como si los que las sostienen estuvieran desobedeciendo a Dios mismo. Pero en realidad, en ocasiones las tradiciones vinieron a suplantar lo que Dios nos enseña en su Palabra, produciéndose así lo contrario de lo que se pretendía. En ese sentido expuesto basta leer el capítulo 7 del Evangelio de S. Marcos, que habla sobre las tradiciones de los religiosos en tiempo de Jesús, y cómo Él las reprendió.
Lo que leemos en el capítulo mencionado del Evangelio de S. Marcos y la propia experiencia, nos lleva a pensar que las tradiciones cuando se imponen en el pueblo de Dios por encima de la S. Escritura son como si Dios mismo las hubiera instituido. Entonces se crean deberes y obligaciones en torno a esas tradiciones y cuando se deja de cumplir con ellas, muchas personas se sienten culpables, mientras los que cumplen con ellas podrían llegar a creer que por eso son más espirituales que los demás. Así la práctica de la religión cristiana que nos fue dada para nuestra verdadera libertad y sanidad, produce lo contrario.
Una de esas tradiciones bien establecidas y arraigadas en gran parte del pueblo evangélico, podría ser el llamado "Culto de Oración", que se celebra un día semanal señalado, como si fuera algo establecido en las Sagradas Escrituras. Entonces, cuando se asume esa “realidad”, a partir de ahí es lógico que se oigan frases como las siguientes: "El culto de oración es el termómetro de la vida espiritual de la Iglesia". Y a continuación se pregunta: "¿Cuánta asistencia hay al culto de oración de tu iglesia?"; "¿Qué porcentaje asiste al culto de oración?". Y aquel a quien se le hace la pregunta comienza a contestar con evasivas o a dar "explicaciones" sobre la pobre asistencia al culto de oración.
Generalmente, la asistencia a dicho culto será de un 10%, o menos, salvo excepciones. Pero cuando escuchamos las razones por las cuales los miembros de las iglesias no asisten, vemos que tienen razón: Unos afirman; “Es que… no me viene bien el día…”; mientras que otros aclaran: “Es que… no me viene bien la hora”; o: “Es que termino de trabajar muy tarde y no me da tiempo…”; o si tiene familia: “Es que tengo que atender a los niños a esa hora…”; “Es que…”.
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En fin, son muchas las razones. Pero para los que están empeñados en que “se debe asistir al culto de oración” muchas de esas razones podrían ser “excusas” que no les convencen. Luego, estos son los mismos que siempre están apelando a “la necesidad de un avivamiento en la iglesia”, usando, por ejemplo, 2ªCrón. 7.14:
“Si se humillare mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado y oraren y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.
Luego, una vez al año vamos a un retiro espiritual, venimos con nuevas fuerzas y el entusiasmo hace que el “culto de oración” crezca; pero apenas pasan dos meses y viene a llegar al mismo nivel de siempre. No necesariamente porque se pierda espiritualidad sino porque no es nada práctico ni se ajusta a la realidad y la necesidad de todos los miembros de la Iglesia.
Pero seamos prácticos. Hace años hicimos una encuesta en nuestra iglesia para ver qué día y hora les venía bien a la mayoría para fijar el llamado “Culto de oración”. Se hizo la encuesta y los resultados no podían ser más desalentadores: Unos decía un día, otros otro; unos decían una hora, otros otra. La realidad es que en una iglesia de 100 miembros, ni siquiera salían 10 hermanos y hermanas con los cuales se pudiera contar para tener nuestro “Culto de oración”. Y cuando eso pasa, no podemos decir que eso es un “Culto de oración de la Iglesia tal o cual”.
Entonces, cuando la realidad en la práctica no se ajusta a lo que supuestamente “Dios ha ordenado”, tenemos que ver si no nos estaremos equivocando en algo. Y, evidentemente, el pueblo Evangélico nos equivocamos en pretender establecer algo que, en principio, Dios no ha establecido. Por tanto también nos equivocamos en practicar lo que hemos fijado, pero que Dios no ha ordenado.
¿Quiere decir eso que la Iglesia no debe orar? ¡Un rotundo, no!. Eso quiere decir que en el Nuevo Testamento la vida de oración de la Iglesia no gira en torno a un supuesto “Culto de oración”. Y si eso es así, la asistencia al citado “culto” no marca ningún nivel de espiritualidad de ninguna Iglesia, ni nadie se tiene que sentir culpable por nada que tenga que ver con algo que Dios no ha establecido; y mucho menos, nadie tiene derecho de juzgar o acusar a una iglesia de falta de espiritualidad por esa misma razón.
Al respecto del llamado “Culto de oración” que se practica en las Iglesias Evangélicas me queda por investigar cuándo fue que se introdujo esa práctica. Es posible que se introdujera a partir de los avivamientos que tuvieron lugar en los siglos XVIII y XIX. Cuando los pastores y predicadores vieron que los avivamientos estaban relacionados con la oración que hermanos y hermanas realizaban, de ahí se pasó a establecer tiempos y lugares de oración para, poco a poco, establecer el llamado “Culto de oración” como algo vital en las iglesias, llegando a convertirse en “tradición”. Al menos, eso fue lo que leí hace años con referencia a este tema.
¿Pero qué enseña la Palabra de Dios al respecto?. Una lectura atenta al Nuevo Testamento nos conduce a otra interpretación del tema. En el Nuevo Testamento no aparece ninguna referencia al Culto de oración. ¡Pero sí aparece la Iglesia orando!
Eso lo vemos desde el principio e incluso antes de que viniera sobre los primeros discípulos el Espíritu Santo. (Hch. 2.14). Pero una vez que vino el Espíritu Santo la Iglesia tenía no solo la capacidad dada por el Espíritu Santo para relacionarse con el Señor de la Iglesia, sino la necesidad de vivir en esa práctica de dependencia de Él, de forma continua. De ahí que desde el principio, el escritor Lucas nos diera una imagen de cuáles eran las ocupaciones principales de la Iglesia de Jerusalén: “La doctrina de los apóstoles, la comunión los unos con los otros, el partimiento del pan y las oraciones” (Hch.2.42)
Pero esas ocupaciones no eran “cultos diferentes” sino la vida de la iglesia expresada de forma natural y acorde a las necesidades esenciales de la misma. Luego, en relación a “las oraciones” en vez de citar todos los textos relacionados con la oración, veamos dos citas que ilustran el modo en el cual se llevaba a cabo la oración comunitaria.
Una es, Hechos 12.5. Aquí se nos dice que “la Iglesia hacía oración sin cesar por Pedro”. El Apóstol Pedro y Jacobo, hermano de Juan, habían sido apresados por Herodes. Este ejecutó a Juan pero a Pedro lo había dejado preso para usarlo y ganarse el favor de las autoridades judías. Ahora, pensemos que cuando dice que “la iglesia hacía oración sin cesara Dios por él –Pedro-…”, se refiere a todos los miembros de ella en Jerusalén. Y es posible que para ese entonces hubiera, como mínimo unos 10.000 creyentes. Era impensable que todos esos miles de creyentes se vieran en un mismo lugar para orar. La Iglesia de cualquier lugar, podría estar compuesta por miles, por cientos o por unas cuantas decenas de miembros. Pero cuando la Biblia dice “la iglesia” se refiere a todos los miembros de la Iglesia de ese lugar que menciona.
¿Cómo hacía, pues, la Iglesia oración por Pedro?. La respuesta no es muy difícil saberla: En sus casas particulares o cada creyente en el lugar que estuviera. El Trono de la Gracia estaba abierto para que “la Iglesia” intercediera a Dios a favor de Pedro. Como cristianos ya no eran bien recibidos en el templo. Usaban las casas. Esto es algo que se ve también en relación con la numerosa Iglesia de Roma. Basta leer el Capítulo 16 de la carta de Pablo a los Romanos y las referencias que hay a “familias” y grupos de hermanos y hermanas. Ver también, en relación a Priscila y Aquila y “la Iglesia que está en su casa” (1ªCor.16.19). Los hermanos no tenían ni teléfonos ni ordenadores, ni nada de los medios que tenemos hoy, pero las noticias se las pasaban unos a otros y la iglesia tomaba conciencia de las necesidades de la misma y oraban unos por otros. Así la Iglesia de cualquier lugar, al igual que la de Jerusalén estaban implicadas en la oración, sin que tuvieran establecido un “Culto de oración” al cual acudir. Así debe ser con nosotros también.
Notemos la segunda cita, en Hechos 12.12. Esta segunda cita se encuentra en el mismo contexto y relacionada con los acontecimientos que tuvieron lugar con la muerte de Jacobo y el encarcelamiento de Pedro. Cuando Pedro fue liberado de forma milagrosa, fue a la casa de María, la madre de Marcos… “donde muchos estaban reunidos, orando”.
Estas palabras confirman lo que antes dijimos. Pedro fue a la casa de la hermana María, madre de Marcos que por tener una casa espaciosa, podía recibir a una buena compañía de hermanos y hermanas para orar por las necesidades de la Iglesia; entre ellas, la más urgente: la posible liberación del Apóstol Pedro. Pero allí no se encontraba “la Iglesia de Jerusalén” sino que “muchos estaban reunidos, orando”.
Entonces, este retrato de la iglesia de Jerusalén, tanto general como en parte, nos anima a seguir los mismos principios: Uno, La Iglesia puede orar sin necesidad de verse un día y en un lugar; pero la Iglesia ora, repartida por varios lugares que podrían ser casas particulares, el lugar de cultos, que para eso y otras ocupaciones lo tenemos. Lo importante es que oremos; de una forma o de otra, pero que oremos; en un lugar o en otro, pero que oremos; en una hora determinada o en otra, pero que oremos.
La verdadera espiritualidad de una Iglesia no se mide por la asistencia de los miembros a un “Culto de oración” establecido como algo que Dios ordenara en su Palabra.
Entonces, una cosa es hablar de "el culto de oración en la Iglesia" y otra muy diferente es hablar de la oración comunitaria como práctica de la Iglesia.
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Aclarado parte de lo relacionado con el tema del “Culto de oración”, lo que sí hemos de entender es que el que no haya culto de Oración no significa que la Iglesia no ore ni que no sea espiritual, por eso. A eso decimos ¡un rotundo no!. Más bien es que la Iglesia ore en tiempos propicios para todos; en las formas y lugares en los cuales se puede orar sin que por eso dichas oraciones tengan menos valor y que, por tanto, no vayan a ser escuchadas por nuestro buen Dios.
Por tanto, llamo la atención a lo que puede ser el “programa” de oración de nuestra Iglesia Betesda que, en parte, ya se está realizando:
Las familias pueden y deben orar, porque formamos parte de la Iglesia del Señor (¡Faltaría más!);
Los hermanos que tienen una carga especial por asuntos especiales, en razón de la visión que tienen, pueden verse acá o allá para orar.
Los hermanos que forma parte del grupo de “los gedeones”. ¿Qué les impide reunirse para orar por su precioso ministerio?.
Los miembros de ciertos ministerios como la Prisión Provincial o hospitales, pueden juntarse para orar por los temas que les son de interés común;
Lo mismo con el ministerio de Capellanía Militar. Quizás les vendría bien esa ocupación, caso de que no se esté llevando a cabo. (Es una suposición mía, nada más);
Los ministerios relacionados con la escuela dominical, también podrían juntarse según sus posibilidades para orar; y no solo por sus ministerios, sino por los niños, los padres y unos por otros.
Luego, los hermanos que componen los grupos de Wassapp también pueden hacer de la oración una ocupación provechosa, donde se ruega por ellos mismos y por la iglesia y sus ministerios en general.
Después, hay hermanos que tienen una gran carga por el ministerio intercesor. ¿Qué les impide hablar entre ellos y juntarse un día a la semana, cuando les venga bien, para orar por la Iglesia, sus ministerios y hermanos y hermanas en general que estén pasando por necesidad?.
Si todo lo mencionado funciona, y no me cabe duda de que en gran parte, está funcionando, ¿Quién pude decir que la iglesia no está orando, acorde a lo que vemos en el libro de Hechos de los Apóstoles, por poner un ejemplo?.
Y para terminar, ¿Qué impide que el Día del Señor, el domingo, cuando está toda la Iglesia reunida (o al menos la gran mayoría) dediquemos unos minutos a orar, por grupos, o de otra manera, por las cosas más generales de la misma y de lo que está pasando, como lo relacionado con la guerra de Ucrania, y nuestros hermanos y hermanas y los ministerios que están en peligro por causa de ella?. A eso sí podríamos llamarlo “encuentro de oración de la Iglesia X”. Así, prácticamente estaríamos recogiendo todas esas formas de expresión que aparecen en Hechos 2.42: Enseñanza, Comunión, Partimiento del Pan y las Oraciones.
Tengamos en cuenta que la gran mayoría de cristianos de la Iglesia primitiva no podían disponer de su tiempo como querían, pues eran esclavos y aprovechaban el Día del Señor para tener su culto y lo hacían de madrugada. Entonces ahí se daba, la oración-como-Iglesia; pero también se daba la enseñanza de la palabra y la recogida de ofrendas de ayuda para los necesitados. Ellos no tenían un “Culto de oración” donde acudir a orar y no por eso se sentían creyentes de segunda categoría.
Que el Señor nos bendiga y nos ayude y nos dé de su sabiduría para realizar las cosas lo mejor posible, para nuestra propia salud espiritual.
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