Nos hemos olvidado de que ser “sal” y “luz” implica andar en aquellas “buenas obras” para las cuales hemos sido “creados en Cristo Jesús”.
[ads_google]div-gpt-ad-1643455665843-0[/ads_google]
Cuando alguna comunidad cristiana funda una asociación con la finalidad de ayudar y hacer obra social, a la vez que dan a conocer el evangelio, siempre hay quienes con cierta frecuencia exclaman: “Es que la iglesia no puede convertirse en una ONG”i. Los comentarios incluso van más allá y además, en algunos casos se hacen de forma despectiva hacia aquellos que emprenden tan nobles tareas; sea que trabajen entre las personas mayores, los drogodependientes, ayuda a los más desfavorecidos o incluso entre niños.
Nos encontramos aquí, nuevamente, con una apreciación sesgada de lo que es una verdad bíblica como es la evangelización. Sin duda, tal apreciación se desprende de una consideración literalista de textos bíblicos que nos hablan de la necesidad ineludible de predicar el evangelio (Mt. 28.19-20; Ro.10.13-17). A partir de ahí, pareciera que el dar testimonio de nuestra fe, se limitara solo a predicar el evangelio en forma oral. Pero ¿Es eso lo que enseña la Biblia al respecto? ¿Es eso todo cuanto dijo e hizo Jesús?
Vaya por delante que la Iglesia no ha sido llamada a ser una ONG, es decir a hacer obra social y mejorar la vida de las personas sin que le acompañe el anuncio de las Buenas Nuevas del evangelio. Entonces estaríamos hablando de lo que comúnmente se conoce como “el Evangelio Social”. Pero ese no sería el evangelio de Jesucristo. De igual manera y dependiendo del contexto, igualmente de nefasto es que se anuncie el evangelio sin que los que llevan el mensaje (la iglesia) les preocupe un ápice la condición social en la cual viven muchas personas. Dicho eso, en cualquier ciudad de nuestro país, algún creyente podría poner una caja rojaii en un lugar estratégico, subirse encima y comenzar a predicar a los viandantes; otro optaría por repartir tratados evangelísticos puerta a puerta; y otro lo hará por teléfono u otros medios. Todo eso no está mal y podrá tener el fruto que sea y nunca hemos de olvidar que como resultado de la predicación del evangelio las personas cambian, su entorno matrimonial y familiar cambia y esa transformación de vidas, tiene su impacto benéfico en la sociedad a todos los efectos.
Sin embargo, aún en nuestra sociedad occidental hay grandes bolsas de población que viven en condiciones paupérrimas y que, habiendo sido objeto del amor de Dios en Jesucristo, si han de ver y experimentar ese amor será a través de la Iglesia. La Iglesia no es una ONG, pero está llamada a trabajar a favor de los necesitados, de acuerdo a sus posibilidades. De ahí que muchas iglesias dispongan de un banco de alimentos, un almacén de ropa y otras hayan fundado centros de rehabilitación para drogodependientes; otras en cambio han fundado asociaciones mediante las cuales se atiendan a mujeres maltratadas y/o abusadas o incluso rescatarlas de las mafias que las usan como esclavas sexuales. La lista de trabajos sería larga.
A veces olvidamos que una cosa es la predicación –el kerigma o proclamación- del evangelio y otra el testimonio de vida, que va más allá de hacer “nuestras cosas” de forma “correcta” dentro de nuestras casas y los lugares de culto. El testimonio de vida, cuando se vive de forma integral (amar a Dios y al prójimo) lleva en sí mismo una “carga de gloria” que afecta de forma positiva a aquellos que lo contemplan, aún cuando todavía no han escuchado el mensaje del evangelio. Esa carga de gloria lleva a las personas a interesarse y desear ese “algo que vosotros tenéis y que yo no tengo” como algunos nos han dicho. (¡Ojalá se diera siempre esa realidad!).
[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]
Pongo un ejemplo sencillo al respecto de esto que decimos. Algunas mujeres de la iglesia organizaron un “taller de labores” (¡Como si en casa y fuera de casa no tuvieran suficiente trabajo!) e invitaron a algunas amigas y vecinas. Pasados algunos meses, las invitadas estaban gratamente sorprendidas y así lo manifestaron:
“No es tanto lo que hacemos aquí; es el trato que tenéis entre vosotras y que nos tenéis a nosotras; es el amor que se respira y que se vive aquí…”; “Ayer –dijo una- me pasé el día llorando, preguntándome qué es esto que estoy sintiendo y que estoy viviendo”.
En ese contexto es muy fácil abrir la boca para “dar razón… de la esperanza que hay en nosotros” (1ªP.3.15). Porque si tenemos y podemos dar ese amor es porque “Dios nos amó a nosotros primero”, llenándonos con su mismo Espíritu (1ªJ.4.19; Ro.5.5). Como consecuencia de esas “labores”, algunas mujeres están interesadas en que se les explique “eso” que las hermanas tienen y una de ellas está recibiendo enseñanza bíblica.
El pueblo protestante/evangélico, nos hemos olvidado con mucha frecuencia de que somos “sal” y “luz” (aunque lo solemos repetir mucho) y de que eso implica andar en aquellas “buenas obras” para las cuales hemos sido “creados en Cristo Jesús” (Ef.2.10). La razón de ese olvido habría que buscarla, seguramente, en que cuando se produjo la Reforma Protestante, hubo un fuerte rechazo hacia la pretensión del catolicismo romano de que la salvación se alcanzaba por medio de las obras; en cambio el protestantismo afirmaba (afirmamos) la “sola fe”, tal y como enseñan las Escrituras. Entonces pareciera que las obras no son importantes en ningún sentido. Pero el Señor nos muestra otra cosa, tanto a través de sus palabras como por sus hechos. Unas veces les hablaba a la gente y después satisfacía sus necesidades; otras satisfacía sus necesidades primero y luego les hablaba.
Luego, es un error creer que las obras milagrosas del Señor sólo revelaban el poder y la divinidad de Jesucristo; además, también revelaban el amor compasivo y misericordioso de Dios el Padre. Por tanto, la iglesia debería expresar su ministerio en el mismo sentido que Jesús: Palabra y obras; obras y palabras. Obras que incluso van más allá de ser realizadas dentro del marco de la familia de la fe (Gál.6.10) y que a juicio del Señor serán vistas por los hombres, teniendo como resultado que éstos “glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt.5.14-16). No que se hagan las obras “para ser vistas”, sino que siendo la norma de la vida del cristiano, tendrán su efecto benéfico en los que las ven y se benefician de ellas.
Pero ¿qué decir de la “evangelización” en países de África y otros donde los pechos secos de madres esqueléticas no dan para alimentar a sus más que raquíticos niñitos?. ¿Pondremos un púlpito allí para predicarles, o quizás una “caja roja” en algún lugar estratégico, desde donde predicar “el evangelio del reino”?; ¿O quizás sería mejor repartirles folletos en su propio idioma, para-que-entiendan-el-mensaje? Solo de pensarlo… es para indignarse si eso se hiciera de esa manera.
Ahora me estaba acordando que hace más de 30 años, el pastor Mario Fumero, de Honduras, predicando en nuestra Iglesia, dijo: “Un ciudadano norteamericano, pasó por todo el continente de América del Sur repartiendo folletos evangelísticos, desde la Tierra de Fuego hasta el norte en Centro América y solía repetir: ‘He repartido dos millones de tratados evangelísticos; he evangelizado toda América Latina’”. La declaración no podía ser más tonta y fuera de razón. A continuación Mario Fumero dijo: “Cuando vamos a zonas donde sus habitantes no tienen comida, el agua está envenenada y los niños están esqueléticos, con sus barriguitas hinchadas y llenas de gusanos… lo más urgente no son palabras, por más buenas que éstas sean, sino obras que les ayuden a salir de esa condición paupérrima en la cual se encuentran: Alimentos, atención médica-sanitaria, purificación de las aguas envenenadas o hacer pozos donde encontrar agua limpia; proveer de ropa adecuada, vivienda digna… Luego -o mientras tanto- ¡podemos hablar del Dios de amor que se preocupa por ellos!”.
Evidentemente, la razón es que Dios les ama y nosotros queremos manifestar el amor de Dios que se emplea a fondo en obras de amor práctico. Pero esa forma de actuar nunca debe ser una estrategia o “técnica” a fin de conseguir adeptos-para-nuestra-causa-religiosa.
Luego, cuando al testimonio de vida le sigue el testimonio hablado, se produce el efecto benéfico integral en las vidas que han participado del mismo. ¡Y es necesario que así sea! De otra manera, por mucho que se haga desde el punto de vista social, el evangelio no podrá hacer su obra transformadora en las personas, ni tampoco éstas obtendrán la cosmovisión divina que les llevará a transformar su forma de pensar y, consecuentemente, su propia sociedad.
Hace unos cuantos años, el equipo de una ONG cristiana de España hizo un viaje a un país asiático. Los miembros que formaban el equipo, fueron fuertemente impresionados por lo que vieron y oyeron. Por una parte la maldad era mucha y se manifestaba de muchas formas, hasta límites que será difícil que lo olviden en su vida. Pero por otra, se gozaron mucho viendo “extrañas” iglesias –no como las nuestras, desde luego- fundadas por hombres que habiendo vivido de la peor manera, fueron salvados, transformados y restaurados por el Evangelio de Jesucristo. Luego, fueron usados con el mismo poder para llevar la misma bendición a otras vidas en su propio país.
El director de la ONG cristiana nos contaba que sus centros albergaban niños y niñas, muchos procedentes de las calles, abandonados de todos y de donde mucha gente perversa, los toman para hacer con ellos cosas horribles o venderlos como esclavos sexuales. Pero una vez rescatados de ese contexto, en sus centros reciben la atención que jamás hubieran recibido de otra manera. Con el sostenimiento de sus “padrinos” en occidente pueden recibir todo tipo de asistencia. El Evangelio está haciendo una obra integral en ellos, devolviéndoles la dignidad que siempre les fue negada recibiendo la educación y formación cristianas, para hacer de ellos hombres y mujeres de bien. Como resultado los rostros de los niños y niñas brillan de gozo al saber que Dios les ama de tal manera como jamás antes habían experimentado. ¡Ni aún de sus propios padres! Muchos de los cuales o se desentendieron de ellos o los vendieron a otros por un poco de dinero. En dichos centros, entre las que ayudan como cuidadoras y educadoras, hay mujeres que antes habían sido vendidas por sus padres y usadas como esclavas sexuales; pero ahora, restauradas por el poder de Dios, son las mejores cuidadoras de los niños y niñas que necesitan atención, cariño y la experiencia del Dios compasivo y misericordioso en sus vidas. Una experiencia esa muy alentadora y gozosa.
Sin embargo los miembros del equipo de la ONG cristiana pidieron ir a visitar un centro de una ONG no cristiana. Cuando llegaron vieron un centro donde se prodigaban todas aquellas atenciones que también se ofrecían en los centros cristianos: Educación, comida, ropa, higiene, etc. Los miembros del equipo estaban gratamente impresionados por dicha labor. Sin embargo, había una gran diferencia que notaron: Los rostros de los niños no expresaban el gozo que tenían los niños de los centros cristianos. Sus ojos tenían un fondo de tristeza… Entonces, uno de los miembros del equipo le dijo al director: “Todo esto está muy bien; pero estos niños vienen heridos, de un contexto de maltrato, violación, abusos sexuales, sin padres… Dinos, ¿Cómo hacéis para sanar las heridas del corazón de estos niños y niñas?”. El director se encogió de hombros e inclinó la cabeza… No hubo respuesta.
[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]
Nosotros sí lo sabemos. La diferencia la hace el evangelio de Jesucristo que “salva”; y con eso queremos decir que las vidas son liberadas, sanadas, perdonadas, limpiadas, restauradas, consoladas y transformadas en “nuevas criaturas”; nuevas criaturas gozosas y alegres, responsables, amantes de Dios y también de sus semejantes.
Concluimos diciendo, que cuando no se conoce el trabajo de las ONG cristianas, no deberíamos permitirnos juzgar a miles y miles de hermanos y hermanas que están dándolo todo poniendo incluso, en muchos casos, en peligro sus propias vidas llevando el evangelio en las formas que el mismo Señor nos mostró: con la vida, con las obras y con las palabras.
No hemos de olvidar que en el juicio ante el gran Juez que será el Señor Jesucristo, daremos cuenta de lo que hemos hecho o no, con el podre, el preso, el enfermo, el hambriento, el desnudo, el sediento, el forastero, etc. (Mt.25.31-46). Y en relación con este pasaje anotado me permito hacer una observación, por si alguno no la había notado. Las personas a las cuales Jesús les dice: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros…” Al parecer no son cristianos “evangélicos”. ¿La razón? Los cristianos evangélicos (y otros no evangélicos) sabemos que cuando hacemos algún bien por alguien que lo necesita, lo hacemos para el Señor Jesús mismo, pues así está escrito; pero a los que el Señor se refiere en ese pasaje, ellos no sabían que cuando hicieron algún bien a favor de otros, lo hacían al mismo Señor. De ahí la pregunta: “¿Y cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y de dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero… o desnudo… o enfermo…?” Eso evidencia que ellos no conocían las Escrituras como nosotros. Esa realidad nos hace suponer que ha de haber muchos por este mundo que sin tener la más completa revelación que tenemos nosotros, son ejemplos de amor a Dios y al prójimo como no lo somos muchos de los que sí conocemos las Escrituras. Aquí nos parece oír al Señor decir: “El que tenga oídos para oír, oiga”.
Como cristianos evangélicos marcados por el lema de la Reforma Protestante “Sola fe”, incluso más allá de lo conveniente veamos que, ciertamente, la Iglesia no es una ONG, pero puede organizar muchas, si así lo estima conveniente; y que una cosa no contradice la otra.
Notas
i ONG: Sigla de organización no gubernamental, institución sin ánimo de lucro que no depende del gobierno y realiza actividades de interés social.
ii La “caja roja” es una especie de maletín rectangular de unos 40 cms., de altura, cuyos lados son de color rojo, con bordes de aluminio, donde se guardan folletos evangelísticos y que puesta en un lugar bien visible, el predicador de turno se sube en ella para anunciar el evangelio a los viandantes.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o