Como ocurrió con el Verbo encarnado. Parece ser que, en muchos contextos de la vida de la iglesia, el concepto de evangelización o de predicación del Evangelio, queda reducido a una categoría de palabras sin que pensemos que hay múltiples formas de comunicar, de lenguajes no verbales, aspectos del testimonio cristiano que son, igualmente, partes o caminos de la evangelización que es todo un proceso global. La reflexión navideña del Verbo encarnado podría reconducir la evangelización.
Jesús hijo de Dios encarnando la evangelización. En varias ocasiones, en Misión Urbana, ha habido pastores o miembros de iglesias evangélicas que me han dicho que el trabajo de la Misión es una buena preevangelización. Para ellos, la acción social evangelizadora, el compromiso cristiano, el testimonio, las formas de vida renovadas y cambiadas, la dignificación de las personas, los cambios de estilos de vida, los gestos solidarios, el pararse ante el prójimo sufriente para ser, como buenos samaritanos, movidos a misericordia, la fe que actúa a través del amor, las obras de la fe… no es evangelización. Sin embargo, yo creo que
“el Verbo se hace carne” cuando desciende a estos parámetros. La evangelización se hace integral, y la proclamación se consigue, junto a la verbalización, a través de compartir la vida, el pan y la Palabra. La proclamación también se consigue a través del compromiso y de la solidaridad cristiana como formas de vida. Es la forma de seguir al Jesús encarnado.
Navidad. Hay que dejar que en nuestra evangelización el Verbo se encarne. Hay que eliminar de una vez por todas la distinción que, más o menos abiertamente, se hace ubicando la evangelización en el ámbito de una Teología Primera, mientras se reduce los demás aspectos no verbales y los compromisos de dignificación de las personas de la propia evangelización a una teología segunda. Creo que eso es malinterpretar el ejemplo evangelístico del Maestro. Es verdad que la proclamación hay que hacerla también de palabra, es verdad que hay que nombrar y proclamar el nombre de Jesús en categorías verbales, pero hay que seguir dejando que
“el Verbo se haga carne”.
Jesús Dios-Hombre. Encarnando valores en la comunidad. Evangelizar a los pueblos y a las gentes, no consiste en darles una serie de creencias que se han de plasmar en un conjunto de ritos cúlticos o litúrgicos. No es sólo predicarles la posibilidad de salvación eterna en el nombre de Jesús, no es sólo comunicar que hay gozo en los cielos cuando un pecador se arrepiente, no es conseguir hombres piadosos de lectura diaria de la Biblia y de asistencia a los rituales cúlticos. Todo esto, no sólo es bueno sino necesario, pero un hombre evangelizado es el que asume también una serie de valores que tiene que ver encarnados en la comunidad que les evangeliza.
Todo un conjunto de valores, los valores del Reino, que hay que hacerlos
“carne” Tanto en la vida familiar, con los vecinos, en todo nuestro ámbito de relaciones, en el mundo del trabajo, de las relaciones socioculturales, políticas… y religiosas dentro del ámbito de la iglesia en donde, a veces, se vive como si estos valores no fueran totalmente relevantes y necesarios. Hay que volver al Dios encarnado.
El Jesús humanado nos lanza a conseguir que
“el Verbo se haga carne” en la evangelización, es conseguir que la evangelización nos convierta en manos tendidas de ayuda, en agentes de liberación, en promotores de la justicia, de una mayor justicia social entre los hombres y los pueblos, promotores de paz, de reconciliación entre los hombres, no sea que cuando entremos en la iglesia, una voz en nuestro interior nos increpe diciéndonos que nos reconciliemos primero con nuestro hermano, con nuestro prójimo. Ser una persona evangelizada no consiste en genuflexiones, ni en aceptar un conjunto de prácticas rituales. Una persona evangelizada es aquella que es capaz de compartir la vida, el pan y la Palabra. El evangelizado, necesita serlo con la Palabra, con la vida y el testimonio de las comunidades eclesiales, de las iglesias, de los individuos que son llamados a convertirse en agentes de evangelización.
Jesús nacido de mujer, transmisor de vida en nuestro aquí y nuestro ahora. En la evangelización no basta con transmitir la Palabra, hay que transmitir también la vida y, al compartir la vida, nadie se puede comportar como el rico necio que encerraba lo que tenía en sus graneros y no compartía. Por eso decíamos al principio de esta serie que no evangeliza bien quien sólo comparte la palabra. Un mundo evangelizado no puede ser un mundo en donde el mayor escándalo es el de la pobreza, el de la desigualdad, el de la injusticia social. Así, aunque evangelistas nos dijeran que el mundo ya había sido evangelizado porque la Palabra ya ha llegado hasta los confines de la tierra, o nos dijeran que ya las tres cuartas partes del mundo han sido evangelizadas porque allí ha llegado ya palabra escrita y hablada, es posible que sea mera retórica. Sobre todo si no hemos encarnado el Evangelio, como a Jesús, en nuestra historia presente.
Navidad. Que esa Palabra se haga carne en el mundo hoy. El mundo estará evangelizado cuando consigamos que
“esa palabra se haga carne”, cuando el testimonio comprometido de los cristianos forme parte también de la proclamación verbal, cuando el evangelio se encarne en las culturas haciendo caer en pedazos las estructuras socioculturales injustas y de pecado, cuando, allí donde sea necesario, exista el tejido social cristiano para orientación y ayuda a los necesitados, cuando la iglesia evangelice posicionada al lado de los pobres y sufrientes del mundo, cuando la evangelización no sea cosa de especialistas, sino un compromiso de todo el pueblo de Dios que habla y actúa permitiendo que
“el Verbo se haga carne” y more entre nosotros ayudándonos a acercar al mundo su Reino y los valores que dimanan de él.
Un Reino que ya está entre nosotros y que debemos acercar a través del anuncio, de la denuncia y de toda acción social evangelizadora, dignificadora y que coopere a la salvación de las personas, para el más allá y para nuestro aquí y nuestro ahora en forma de liberación. Esa debe ser nuestra Navidad.
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