Habrá quien necesite muchas explicaciones, pero otros, ante la angustia que le crea su propia necesidad les bastará decir: “¡Señor, ten misericordia de mí!”.
Hace años asistí a unas conferencias sobre la Reforma Protestante y después de la intervención de uno de los ponentes, en el tiempo de preguntas dije que “los cristianos evangélicos, a veces solemos exigir más a las personas de lo que exige el Evangelio de Jesucristo para ser salvos. Dije: “A veces incluso más de lo que es el conocido Credo Apostólico; y eso no me parece que se ajuste a lo que enseña el Nuevo Testamento”. No hubo discusión sobre el tema, pero al salir del acto, el ponente al cual me dirigí anteriormente, me dijo: “Hermano Bea, ¿no cree usted que en el Credo Apostólico no aparece la justificación por la fe y, que no sería suficiente para ser salvo?”. Confieso que, estando en la puerta del edificio y con la esposa de mi interlocutor presente, no quise contestar para no entrar en una discusión inútil.
¡O sea, el Credo Apostólico que fue elaborado desde el principio, en el contexto de la Iglesia Primitiva y como una especie de confesión de fe para todo aquel que daba el paso para bautizarse, resulta que no era (¡ni es!) suficiente para la salvación! Al parecer, según el criterio de aquel ponente, es del todo “necesario” que la persona conozca lo relativo al llamado “nuevo nacimiento” y toda la teología paulina antes de poder exclamar: “¡Gracias Señor por tu salvación!”
Pues mire usted, a eso respondo con un rotundo ¡No!. Eso no es lo que vemos en el Nuevo Testamento. Que sepamos, la salvación se produce cuando la persona “invoca el nombre del Señor”. Así lo afirma de forma repetida el texto bíblico (Hch. 2.21; Ro.10.13). Habrá quien necesite muchas explicaciones, pero otros, ante la angustia que le crea su propia necesidad les bastará decir: “¡Señor, ten misericordia de mí!”
Y para eso, haber oído acerca de Jesús; su venida, sus obras poderosas, su muerte redentora y su resurrección, sería más suficiente; pero explicar para que el oyente entienda todo lo que eso significa es pedir demasiado; cosa que no se nos indica deba exigirse para obtener el regalo del perdón, de “la justificación por la fe” y de la vida eterna.
Preguntémonos, entonces, qué entendieron sobre el llamado “nuevo nacimiento” espiritual, “la justificación por la fe”, y los importantes aspectos de la obra redentora de Cristo en la Cruz del Calvario, como fueron la mujer que ungió los pies de Jesús con sus lágrimas, el ladrón en la cruz, el paralítico de Betesda, el ciego de Jerusalén sanados por Jesús y tantos otros que solo confiaron en la persona y las palabras de Jesús, respecto del perdón de sus pecados.
Pues al igual que ellos, muchos millones de personas les bastó y les bastará conocer acerca de Jesús lo suficiente, como para que siendo conscientes de su necesidad espiritual “invoquen el nombre del Señor”.
Pienso que, aunque muchos de nosotros sabemos explicar muy bien las grandes doctrinas de la fe cristiana, no por eso lo disfrutamos más (¡no por el solo hecho de saberlo!) que aquellos que no llegaron a saber tanto de dicha teología, pero en los cuales los mismos principios se dieron, en el nivel de la experiencia, aunque casi sin darse cuenta.
Al respecto, pongo un ejemplo: en relación con la comida, todos nos sentamos a la mesa y disfrutamos de un buen plato, pero la mayoría apenas sabe cómo funciona el proceso digestivo por el cual los diferentes nutrientes (proteínas y aminoácidos; carbohidratos, simples y compuestos; grasas, saturadas e insaturadas; vitaminas y minerales, etc.) son asimilados contribuyendo al desarrollo y mantenimiento de nuestro organismo. ¿Importa, en principio, saber todo eso?. En principio el que tiene hambre lo que le importa no es recibir lecciones sobre todo lo mencionado, sino el comer y alimentarse. Ya habrá tiempo de conocer más sobre el tema, con la finalidad de mejorar la buena alimentación buscando siempre la salud y el bienestar de nuestro cuerpo.
Lo mismo pasa con el tema de la salvación y la fe. En principio no hemos de exigir más de lo que las Escrituras exigen. Tiempo habrá después para aprender todo lo relacionado con “una salvación tan grande” (Hb.2.1-4). Pero también es posible (¡muy posible!) que haya habido y haya muchos casos en los cuales no hubo un mayor conocimiento más allá de aquello que llevó a la persona a “invocar el nombre de Cristo”. Ni siquiera a ser bautizado; o a serlo a la manera que tú o yo consideramos como “la forma correcta”.
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