La alegría de este Cristo manso, poderoso, sereno y victorioso en medio de todo nos debería bastar.
“Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hechos 2:21).
Nada de lo que yo escriba aquí, a pesar de quedar registrado en los anales de Internet para el resto de la historia humana, tendrá importancia pasados unos cuantos días. Según se dé, a veces ni siquiera tendrá importancia pasadas unas cuantas horas. Este texto lo leerán unas cuantas personas, o tal vez no. Se compartirá, o tal vez no. Pasará desapercibido, o algunos lo comentarán en sus foros, sus chats y sus redes internas. Pero puede ser que no ocurra nada de esto.
Sea como sea, mañana estaremos hablando de otra cosa y puede que la urgencia de la vida común no nos deje siquiera tiempo para hablar de esto.
Así que voy a aprovechar esta pequeña ventanita que se me abre ante usted, lector, para dejar un mensaje importante. Sé que es un espacio breve, que su atención es valiosa y volátil; que se le reclama en decenas de sitios diferentes constantemente. Así que seré breve: acuérdese, lector, de que su fe son buenas noticias.
Deduzco que si está leyendo este artículo es porque le gusta el tono cristiano de este medio, o porque alguien que sí es cristiano le ha compartido este texto pensando que le puede ser útil, o edificante. Y le hablo de usted porque no sé quién es, y hay que ser educados. No conozco sus circunstancias, ni aquellas luchas que mantiene en pie en estos instantes. No sé qué es lo que le quita el sueño por las noches, ni cual es esa oración suya tan insistente delante de Dios, cuya respuesta anhela. Todo esto no lo sé, pero sí sé que, si usted ha invocado el nombre del Señor, ya es salvo. Y, si es salvo, usted lleva dentro de su espíritu la marca de las buenas noticias del evangelio.
Lo vengo a recordar porque se nos olvida. Quizá, en la vorágine habitual, sea una de esas cosas que muy fácilmente se nos pierden de la memoria. El evangelio no es una carga, ni una losa, ni una obligación; no se recibe bajo coacción ni amenaza. Nadie debería seguir a Cristo por miedo, del mismo modo que en seguida nos daríamos cuenta de que diezmar u ofrendar por obligación convertiría nuestro culto en una secta. Pero esta parte de la alegría de Dios, por ciertas razones, se nos suele escapar. En el mundo tenemos aflicción. La hemos tenido, y la tendremos. Pero la alegría de este Cristo manso, poderoso, sereno y victorioso en medio de todo nos debería bastar. No que no debamos sentirnos tristes, no: eso va a ser inevitable. Pero es diferente la tristeza que sabe que su fin es sanar un duelo que la tristeza que surge de la falta de esperanza.
El evangelio de Cristo son buenas noticias, literalmente. No es la primera vez que lo digo en esta columna, pero me animo a volver a repetirlo porque sé que estas cosas se las lleva el viento. Y tenemos el derecho a descansar en esas buenas noticias. Y la buena noticia puede tener centenares de matices, de formas y orígenes, pero siempre acaba en un mismo lugar: la gratitud hacia Dios. La buena noticia es el niño que por fin aprende a pedir el pipí y dejar los pañales; encontrarse un billete o unas monedas en el bolsillo del abrigo que guardamos en el armario la temporada pasada. Una puesta de sol cuando huele a tierra mojada. El arrullo de las olas sobre la orilla de la playa. La buena noticia puede ser que quizá esta noche pueda dormir mejor, o que el médico ha dado con un tratamiento que le funciona mejor, o que su vecino ha encontrado trabajo, o que a la panadería de su calle le va muy bien el negocio. Las buenas noticias pueden ser que, por primera vez en mucho tiempo, siente que la vida no le pasa por encima, que puede levantar la cabeza. Un abrazo, un beso, un reencuentro. Un paquete de gominolas que ha aparecido en la despensa de casa. Que venga alguien de visita y traiga chocolate. El aroma del café recién hecho.
¿Quién mide las buenas noticias del evangelio? Las medimos nosotros, cada uno. Y no debemos olvidarlas. No son una sola: todas juntas significan el orden, la paz, la alegría y la posibilidad de la nueva vida en Cristo. Todas juntas conforman la buena noticia de que Jesús ya no es el Mesías esperado, sino el Mesías recibido. La redención ya tuvo lugar, y ahora podemos vivir en el reino de nuestro Padre e ir impregnando la vida que nos rodea de todas estas pequeñas buenas noticias que resuenan y suenan en el mismo todo que la gran buena noticia.
Solo quería aprovechar este breve espacio para decirle eso. Quizá signifique algo importante para usted hoy. Quizá necesite recordar que la realidad está en Cristo (Colosenses 2), y no en el miedo, el dolor o la incertidumbre.
Que pase un buen día.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o