Por el bien de las personas y el planeta: clima, COP26 y la iglesia

La urgencia de la acción climática se acentúa a medida que se acerca la COP26, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima.

Los activistas del clima suelen decir cosas como “el planeta está en llamas”, para describir los efectos catastróficos del cambio climático y la necesidad urgente de un acuerdo internacional para actuar en conferencias como la COP26.

Si bien esto podría haberse entendido como una retórica catastrofista, cada vez es más literal: las imágenes de las noticias del océano aparentemente en llamas en el Golfo de México y los incendios forestales en Turquía muestran que el cambio climático está haciendo más probable que partes del mundo se enciendan debido al aumento del calor y el uso excesivo de combustibles fósiles.

Una visión bíblica de la creación reconoce que los cristianos tienen la doble responsabilidad de administrar (es decir, amar) el planeta y de amar al prójimo.

Dios declaró que la creación era “buena” incluso antes de que se creara la humanidad (Gn. 1:12) y nos ordenó cuidar de los pobres y vulnerables (Proverbios 31:8-9).

Sin embargo, la creación ha sido desgarrada e incendiada por los efectos del calentamiento mundial y nuestras hermanas y hermanos del Sur Global se han enfrentado a la pérdida de hogares y medios de vida debido a los fenómenos meteorológicos extremos de un clima cambiante.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Aunque existen cambios naturales en el clima causados por variaciones muy lentas en nuestra órbita alrededor del sol y otros fenómenos, ahora estamos experimentando un rápido calentamiento sin precedentes que va más allá de estos ciclos naturales y está perturbando gravemente nuestro sistema climático.

La atmósfera terrestre contiene “gases de efecto invernadero” (GEI) que mantienen la temperatura de la Tierra equilibrada al atrapar el calor, pero la proporción de GEI ha ido aumentando desde la revolución industrial cuando el mundo empezó a quemar combustibles fósiles a gran escala.

Esto hizo que la atmósfera atrapara demasiado calor, calentando la superficie terrestre y aumentando la probabilidad de incendios forestales y otros fenómenos meteorológicos extremos.

Además, los hábitats naturales, tales como los bosques, los humedales y las praderas, absorben los GEI y los retienen de forma segura (lo que se denomina “sumideros de carbono”) y, al eliminar estos espacios silvestres, también hemos dañado la capacidad de la Tierra para absorber estos gases y, por tanto, hemos aumentado aún más los GEI en la atmósfera.

Los científicos empezaron a dar la voz de alarma hace décadas, lo que llevó a la firma de un tratado internacional -la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)- en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, de 1992.

Sin embargo, desde entonces, los gobiernos han actuado con demasiada lentitud, lo que ha llevado a la humanidad a un punto muy peligroso.

En agosto de 2021, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó un nuevo informe con un mensaje claro y desolador: a menos que se produzcan reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala de las emisiones de gases de efecto invernadero, limitar el calentamiento a cerca de 1,5 °C o incluso 2 °C será inalcanzable.

En 2020, el mundo superó en un grado lo que se denomina la “temperatura media preindustrial” y con cada año de inacción nos acercamos más a una cifra absolutamente catastrófica de 3-4 grados o más para finales de este siglo.

Para evitar esta amenaza existencial para la vida en la Tierra y tener una oportunidad de mantener el límite de 1,5 grados, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) ha dicho que debemos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 40% en la próxima década y actuar para restaurar los “sumideros de carbono”.

Otro informe reciente también sugiere que las soluciones basadas en la naturaleza podrían proporcionar alrededor del 30% de la mitigación rentable que se necesita para 2030, para estabilizar el calentamiento por debajo de los 2 grados, y podrían ayudar a proteger a las comunidades vulnerables de los impactos del cambio climático.

Aquí es donde entra en juego la COP26, la 26ª ‘Conferencia de las Partes’. Se trata de una cumbre de todos los signatarios del tratado de la CMNUCC de 1992, en la que los principales responsables se reunirán para acordar los compromisos nacionales de sus países para hacer frente al cambio climático.

En su esencia, la COP es una negociación, pero existe un enorme desequilibrio de poder entre los países representados. El éxito de la COP requiere una inversión diplomática previa para garantizar que las personas que ocupan los puestos adecuados lleguen a los acuerdos correctos.

[destacate]La sociedad civil está en una posición única para presionar a los gobiernos para que cumplan con sus compromisos climáticos, y los cristianos se están involucrando.[/destacate]No obstante, estamos muy atrasados en este aspecto: en lugar de utilizar la COP para tomar la iniciativa en cuestiones climáticas, hay muchas posibilidades de que el gobierno del Reino Unido siga tomando medidas internas que se opongan a los compromisos internacionales sobre el clima.

A principios de 2020, el Primer Ministro dijo que, “a menos que tomemos medidas urgentes, nos calentaremos 3°C más”. “Como país, como sociedad, como planeta y como especie, debemos actuar ahora”, añadió.

Sin embargo, apenas un mes después, el mandatario anunció un programa de construcción de carreteras de 27.400 millones de libras que probablemente aumentará masivamente las emisiones de carbono.

En junio de 2021, el Comité sobre el Cambio Climático publicó su revisión anual del progreso del Reino Unido en sus objetivos climáticos legalmente vinculantes y descubrió que en el año anterior el gobierno había hecho promesas históricas sobre el clima, pero había hecho poco o nada para cumplirlas.

Debemos tomar medidas para proteger y cuidar la creación. Con la COP26 a la vuelta de la esquina, la sociedad civil está en una posición única para presionar a los gobiernos para que cumplan con sus compromisos y los cristianos se están involucrando de varias maneras.

La campaña del Domingo del Clima es una coalición de denominaciones eclesiásticas y organizaciones cristianas del Reino Unido, que moviliza a las iglesias y comunidades antes de la COP26; también hay aportaciones cristianas en el grupo multiconfesional Make COP Count, mientras que la Young Christian Climate Network está coordinando una peregrinación del G7 a la COP26 en nombre de la justicia climática.

Todas estas campañas expresan mensajes comunes a los gobiernos acerca de nuestras relaciones rotas con el mundo natural y nuestros vecinos globales.

En primer lugar, el fin del uso de los combustibles fósiles y una revolución de la energía limpia para allanar el camino hacia un futuro más sostenible. A pesar de que los combustibles fósiles son la causa de dos tercios de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, el gobierno británico sigue proporcionándoles subvenciones que hacen que contaminar el planeta sea barato.

En segundo lugar, todas estas campañas abogan por un aumento de las ayudas a los más vulnerables al clima. Dado que los habitantes de los países con bajas emisiones son los menos responsables de la crisis climática, pero son los que más están sufriendo, hay una cuestión de justicia crítica en el centro de la COP26: los cristianos piden, por tanto, al gobierno del Reino Unido que restablezca el presupuesto de ayuda que se recortó drásticamente antes de la conferencia del G7, y que aumente la financiación para el clima.

Cuidar de la creación y defender a nuestros vecinos más vulnerables al clima en el Sur Global es un mandato bíblico serio, y con nuestra teología, oración y experiencia comunitaria, las iglesias tienen una contribución distintiva y poderosa que hacer pidiendo al gobierno justicia para nuestro planeta y las personas que lo habitan.

Hannah Eves es investigadora de A Rocha Reino Unido, miembro del Grupo Directivo del Domingo del Clima y forma parte de la Red de Jóvenes Cristianos por el Clima. Hannah formó parte del primer Programa de Graduados SAGE del Jubilee Centre.

Este artículo se publicó por primera vez en el sitio web del Jubilee Centre y se ha reproducido con permiso.