Un momento de dolor

La película Unbroken de Angelina Jolie fue estrenada en España en el año 2010 con el título Invencible, aunque realmente la palabra “inquebrantable” hacía mucha más justicia a la historia de Louis Zamperini, un hombre al que no pudieron destruir su honor cuando era corredor, ni tampoco quebrantar su lealtad y fortaleza cuando tuvo que luchar en la segunda guerra mundial. En un momento de la historia, Louis pudo tomar una decisión que le llevaría a una vida mucho mejor en lugar de estar en un campo de concentración, debido a su status como corredor olímpico, pero prefirió volver con sus compañeros y no abandonarlos. Louis mostró en su vida lo que Dios quiere de nosotros: que seamos nosotros mismos, que no nos dejemos quebrantar por las circunstancias ni por otras personas. Él nos creó de esa manera, y así debemos vivir…¡Lo que Dios pone dentro de nosotros no puede quitárnoslo nadie!

Una de las escenas claves en la película es aquella en la que el hermano de Louis le anima a luchar para participar en los juegos olímpicos de Berlín. Le dice: “¡Una vida de gloria bien vale un momento de dolor!”. Es una lección genial, pero hay que reconocer que ese “examen” es difícil de aprobar, Por ejemplo, a veces pasamos momentos de mucho dolor en las relaciones personales, pero más tarde nos damos cuenta de que eso es lo que nos ayuda a amar a los demás, aunque a veces seamos malentendidos y nos quedemos callados por amor a quienes queremos ¡Para no hacerles daño!

En otras ocasiones los momentos de sufrimiento tienen que ver con nuestro trabajo, cuando nos culpan por algo que no hemos hecho, u otros se llevan el crédito de nuestra labor; o más aún, cuando muchos que hacen más bien poco, acaban consiguiendo todas las “medallas”. No debemos preocuparnos: El tiempo les enseñará a todos lo que hemos hecho, y de todas formas, ¡Dios sabe lo que hay en el corazón de cada uno!

A veces los momentos de dolor tienen que ver con lo que sucederá en el futuro: puede que todo se venga abajo por algo que hemos hecho, o que hemos dejado de hacer. Es entonces cuando debemos confiar en Dios, para que nos ayude a seguir adelante. Si Dios sigue alimentando nuestros sueños es por alguna razón, ¡No tenemos derecho a renunciar! Lo único que tenemos que recordar es que no debemos hacernos esclavos de nuestros deseos ¡la vida es mucho más importante que todo!

Aunque pasemos por momentos de dolor sabemos que Dios no sólo está a nuestro lado, sino que nos fortalece siempre: “Dios me tendió la mano desde lo alto y con su mano me sacó del mar inmenso. Me salvó de enemigos poderosos... que eran más fuertes que yo. Me atacaron cuando yo estaba en desgracia, pero el Señor me dio su apoyo: me sacó a la libertad ¡me salvó porque me amaba!“ (Salmo 18:16-19).

La promesa de Dios es una vida de gloria. Ahora y por toda la eternidad ¡No lo olvides!