El libro de Génesis es tanto un libro imprescindible para la comprensión de la Biblia y la cosmovisión cristiana, como un campo de batalla para dilucidar o defender las posturas más diversas sobre cuestiones de ciencia, teología, antropología y un largo etcétera.

Uno de los aspectos relevantes que abordan los primeros capítulos de Génesis es el relacionado con la sexualidad humana y los roles. Las interpretaciones en este campo también son variadas: al lado de posiciones que relegan a la mujer a un papel secundario en la sociedad y en la iglesia encontramos otras vindicativas de la igualdad esencial de hombres y mujeres ante Dios. La complejidad del acercamiento a estos capítulos no solo está en el texto sino en la dimensión aplicativa y en las interpretaciones que buscan apoyos a las ideas de unos y otros. No hay interpretación absolutamente objetiva, pero tratando de ser honesto con el texto en su contexto literario y teológico tanto inmediato como del conjunto de las Escrituras, aporto un grano de arena a este delicado pero importante tema.

Uno de los asuntos sustanciosos es el de la relación entre los géneros y el establecimiento de modelos funcionales en esta relación. Sin tratar de «presionar» al texto bajo ninguna ideología o teología, propongo una aportación centrada en el uso del nombre ‘ādām y su sentido en los primeros capítulos de Génesis. Añado aquí mi aportación a otras perspectivas, como la lingüística, que tratan de interpretar el sentido de los textos. La aproximación cuenta, sobre todo, con el examen del texto en sí, pero recurriendo a otras herramientas hermenéuticas, necesarias para cualquier interpretación del texto.

Aunque nos centraremos en tres capítulos principales -Génesis 1, 2 y 5-, en primer lugar quisiera notar cual es el uso del término «adam» (אָדָם) en el Antiguo Testamento.

El término hebreo se usa ampliamente en el Antiguo Testamento con diferentes significados (el programa Bibleworks rinde hasta 555 versos con el término). La raíz de la palabra hebrea es ‘dm, que se relaciona con el color rojo o marrón y aparece en palabras como ādōm (rojo) o el nombre Edom. Más próximo al tema que nos ocupa, esta raíz se relaciona con el término tierra: adāmâ, y con ‘ādāmⁱ. Este último término es el objeto de nuestra consideración.

Circunscribiéndonos al término ‘ādām, es un término polisémico que se usa como:

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  Nombre común: humanidad, ser humano. Gen 1:26-27 tiene este sentido genérico, colectivo. Dios crea al ser humano, varón y hembra. Destaca que Dios es el Creador y origen de toda la humanidad.

  
  


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  Nombre propio de persona: Adán

  
  


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  Nombre de lugar: Adam (Jos 3:16)

  
  


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  Nombre común en sentido particular: una persona, cualquiera (Lev 1:2; 5:3)

  
  

El significado de Adam en Génesis 1

Génesis 1:26-28 relata la culminación del proceso creativo e indica que hombre y mujer son creados a la imagen y semejanza de Dios. El texto claramente se refiere al ser humano en su diferenciación sexual: varón y hembra, con el nombre de ‘ādām. No crea una persona si no dos, «los creó».

Ambos, juntos, están llamados a ser los administradores de la creación de Dios, ambos reciben el mandato de Dios, ambos son los «gestores» de Dios en la creación. Hoy diríamos que se les asigna una tarea que es trabajo en equipo. El texto no entra en detalles, trata la esencia del ser humano y su misión como creación de Dios, en el mundo de Dios. Ambos, hombre y mujer, tienen un papel relevante.

Esta imagen y semejanza con la que es creado el hombre tiene como propósito que ambos sean representantes de Dios, ejerciendo dominio sobre la creación, manifestando la autoridad y voluntad de Dios, no como propietarios sino como administradores, como quienes deben dar cuenta.

El sentido del término en Génesis 2

Continuidad y discontinuidad en la narración.

Génesis 2 nos presenta un nuevo contexto, ya no es el general de la creación y ordenación del mundo si no el particular de la creación del ser humano. Mientras el capítulo uno destaca la soberanía y voluntad divina -su sola palabra crea, Él dice y se hace-, desde 2:4 cambia el tono, el lenguaje, la perspectiva. Dios es el que actúa, pero el foco de su actuar es el ser humano.

Aquí aparece una palabra clave en el libro de Génesis, tôledôt (2:4), traducida generalmente como «orígenes», «historia», y en el resto del libro como «generaciones» o «descendientes». Si en el capítulo 1 el ser humano (el hombre y la mujer) es la culminación de los actos creativos, aquí parece que todo está a la espera de su aparición. Al desorden y vaciedad del capítulo 1 ahora le corresponde una imagen desértica (2:5) a la espera de la actuación y cuidado del ser humano: Gén 2:5 «ni había hombre» (ser humano). Dios crea al ser humano (2:7) del polvo de la tierra, como haría el alfarero.

En lugar del foco en el cosmos/mundo del capítulo uno, el zoom se dirige hacia un lugar concreto, el huerto del Edén (2:8, 15), el espacio perfecto para la existencia del ser humano, para probar su fidelidad (2:9, 16-17). Todo parece perfecto, como en el capítulo uno, pero no, había algo que no era bueno, el hombre (este ser humano) está solo (2:18).

Frente a esta soledad Dios crea a los animales (2:19) se los presenta al hombre, son nombrados como parte de su señorío delegado (2:20), pero sigue solo. Dios interviene en un acto creativo, pero partiendo de lo ya existente: (2:21) Dios crea una mujer partiendo del mismo «material».

Pero ¿quién es este ser humano, hombre, que viene a la existencia antes de la creación de la mujer?

Una interpretación del texto sugiere, o afirma, que se trata de un ser bisexual o hermafrodita. Este ser humano reúne todas las características de varón y hembra que son separados en el acto de creación de la mujer. Esta idea, sustentada también por alguna interpretación judía, creo que no se mantiene con un examen cuidadoso del texto.

Gén 2:7: «Formó al hombre del polvo de la tierra». Aquí se puede entender también ‘ser humano’ (todavía no como nombre propio), pero claramente, por todo el contexto, este ser humano es el varón, no un ser bisexual o hermafrodita que será separado en su sexualidad. Y se identifica en el resto del libro como Adán.

Si seguimos la lectura del texto vemos que la imagen y el lenguaje se centran en ese primer ser existente del que, de una parte suya, se forma la mujer (isha) (Gen 2:22). No dice que el ser humano es divido y aparecen el varón (ish) y la mujer (isha), sino que del ser existente se crea un nuevo ser que se le presenta al hombre (‘ādām). Aquí es evidente que ‘ādām es el varón al que se le presenta la mujer. La misma dirección tienen otros textos: Gén 2:25 y 3:8, en los que se habla del hombre (‘ādām, necesariamente el varón) y de la mujer.

La declaración del hombre es un reconocimiento de la igualdad esencial entre él y el nuevo ser creado (bana: ‘construyó’): «Carne de mi carne, hueso de mis huesos». Un igual aunque de otro sexo.

Que en Génesis 2 el término ‘ādām se refiere al varón y ésta es la interpretación que concuerda con el resto de las Escrituras es evidente en el argumento de Pablo (1Cor 11:8, 9), que se hace eco del relato de Génesis 2, presentando la creación del hombre y la mujer en dos momentos diferentes.

No cabe derivar de esta, llamemos, prioridad temporal, ningún privilegio especial, superioridad o servilismo de la mujer. En el texto polémico de Pablo y ciñéndonos al caso de la prioridad temporal, el mismo apóstol declara la prioridad temporal del varón (1Cor 11:8-9) apuntando a Génesis 2, pero concluye con la necesidad mutua del hombre y la mujer: ni la mujer es sin el varón ni el varón sin la mujer (1Cor 11:11-12), aunque la primera mujer surgió del varón, el varón nace de la mujer y todo procede de Dios, lo que nos lleva a Génesis 1. Empate, ambos se necesitan.

Génesis 2 ni aboga ni justifica ningún privilegio superior, en todo caso la responsabilidad de representación del resto. La declaración de Génesis 1 es la afirmación teológica fundamental para entender la relación del ser humano con Dios: criatura y creador, y de los seres humanos en su diversidad sexual, iguales ante Dios, con las mismas responsabilidades, con el mismo llamado. No hay señores y secretarias, si no personas que responden delante de Dios, que son cooperantes necesarios para llevar a cabo el «mandato cultural» de sojuzgar la tierra y multiplicarse en ella.

Las imágenes de este capítulo 2, cargado de gran simbología, destacan tanto la responsabilidad como la representatividad de aquel primer varón respecto a toda la raza humana. En esto se corresponderá con el segundo Adán, Cristo, representante de la nueva humanidad.

El contexto de Génesis 1 es, por su parte, la de «declaración de principios»: Dios como creador, el mundo como creación, el diseño, el orden, la cosmovisión y los fundamentos de la existencia humana en el mundo.

Conclusiones

1. 
   

   El término hebreo ‘ādām, se usa con diferentes acepciones en los primeros capítulos de Génesis.

   
   


2. 
   

   Respecto al uso de ‘ādām referido a persona humana, la palabra se aplica:

   
   
   
   
   
   1. 
      

      Al género humano, que incluye varón y hembra o, dicho de otro modo, a la primera pareja humana (Gn 1:26-28; 5:1), representantes de toda la humanidad. Destaca en este uso la igualdad en esencia, creación y misión.

      
      
   
   
   2. 
      

      A un primer ser humano individual pero, como único, representante de la totalidad. Este ser humano, en Génesis 2, es origen de la mujer (Gén 2:22) y se diferencia sexualmente de la mujer (Gen 2:23). De este ser humano no surge un varón y una hembra, sino únicamente una hembra. Esta «prioridad» del varón como origen de la mujer se confirma por la interpretación paulina de la creación (1Cor 11:8-9).

      
      
   
   
   3. 
      

      Al varón como nombre propio, Adán. Este caso puede estar indicado por la ausencia de artículo definido antes del término ‘ādām.

      
      
   
   
   
   


3. La transición de un sentido a otro surge en el texto de forma inmediata (Gén 5:1). Esta transición es más clara entre Génesis 1 y Génesis 2 tratándose de dos textos con un punto de separación claro por la estructura del libro de Génesis y el lenguaje utilizado.

El mensaje, tanto en el uso del nombre común ‘ādām para referirse al ser humano en su conjunto y diferenciación sexual, como en el uso particular para el varón del que se extrae a la mujer, no sustenta una jerarquización en la relación ni una asignación de roles «cerrados». Esto se da después de la caída (Gén 3) y como consecuencia de la introducción del pecado. La prioridad y representatividad solo podrían significar en el contexto de Génesis 1 y 2 una organización y funcionalidad marcada por la igualdad, el trabajo en equipo y la responsabilidad compartida. La posición de representatividad o liderazgo solo se puede entender en este contexto desde el modelo de servicio, tal como Jesús enseña en el Nuevo Testamento… pero aquí ya nos vamos del tema.

Eliseo Casal Chousa – Teólogo y pastor – Barcelona (España)