Nuestra salvación nace de la voluntaria disposición del Señor a ser nuestro sustituto, a llevar sobre sí, las consecuencias de nuestro pecado.
Me he acercado en estos días, en compañía de mi esposa Virtudes, a la magnífica exposición que nuestra Biblioteca Nacional dedica a la figura del inmenso poeta italiano Dante Alighieri, con motivo del séptimo centenario de su muerte acaecida en Rávena en 1321. Dante, que nació en Florencia en 1265, es conocido fundamentalmente por ser el escritor de La Divina Comedia. El título original de la obra era La Comedia a secas, fue Giovanni Boccaccio el que le añadió ‘Divina’. “La exposición que la BNE ha promovido en el marco de las celebraciones del centenario de Dante (en particular, del proyecto “Madrid ciudad dantesca”) y en colaboración con el Instituto de Estudios Clásicos “Lucio Anneo Séneca” de la Universidad Carlos III de Madrid, está precisamente dedicada a la Comedia, su tradición manuscrita, exegética e iconográfica”.
Como todas las exposiciones de la Biblioteca Nacional, la dedicada a Dante está exquisitamente presentada, y es un deleite visitarla. La Divina Comedia “es una de las obras fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista”. Es considerada la obra maestra de la literatura italiana y una de las cumbres de la literatura universal. En italiano es conocido como "el Poeta Supremo" (il Sommo Poeta). A Dante también se le llama el `Padre del idioma´ italiano. Su primera biografía fue escrita por Giovanni Boccaccio (1313-1375), en Trattatello in laude di Dante. La Comedia de Dante es una obra compleja, por la abundancia de referencias a personajes de la antigüedad, griegos, romanos, y bíblicos, y a contemporáneos de Dante; pero también por las alusiones a la mitología clásica, y a la enseñanza de la teología medieval católico-romana sobre el más allá, entre otras cuestiones. De hecho, la Comedia nos cuenta, en realidad, un viaje que conduce al mismo Dante a contemplar el infierno, el purgatorio y el paraíso. Por supuesto que la Comedia incluye, igualmente, numerosas referencias a las Sagradas Escrituras. Es curioso, por cierto, que a pesar de su conocimiento bíblico, Dante no se diera cuenta, aparentemente, de que la Biblia no menciona que exista un purgatorio. Por esa incongruencia, algunos han entendido el poema, no como una creencia en el purgatorio por parte de Dante, sino que ese estado sería un representación ideal del proceso de santificación de todo creyente aquí en esta tierra.
Pero, de cualquier modo, es precisamente esta detallada y universal inclusión de tantos temas cotidianos, paganos y cristianos ,en tantas veces, abigarrada amalgama, lo que hace que la Comedia resulte, a menudo, de muy difícil compresión. Es por esto por lo que “los manuscritos de los fondos de la BNE documentan precisamente esta exigencia de explicación, a través de comentarios, notas y glosas añadidas en los márgenes”. La mayoría de ellas es en latín; pero en el manuscrito MSS 10186, a lado de la columna del texto poético original, se añade otro, con la versión castellana de Enrique de Villena (1384-1434), que fue la primera traducción del poema italiano a otro idioma vernáculo, realizada en los años 1427-1428. En ese mismo manuscrito también intervino la mano del Marqués de Santillana (1398-1458), apasionado lector de Dante, al que se inspiró a la hora de componer El infierno de los enamorados. La exposición permite entonces a los visitantes y lectores de la BNE descubrir la riqueza de un grupo de códices de origen italiano o castellano perfectamente integrados en la historia cultural, lingüística, filológica y figurativa de la España medieval. Algunos manuscritos sólo contienen “comentarios perpetuos” al poema, en latín o castellano (MSS 3658, 3683, 10196, 10207 y 10208), pero otros transmiten el texto poético acompañado por un importante aparato de imágenes. Por ello, hasta el día de hoy, las ediciones más valoradas de la Comedia van acompañadas de incontables notas que procuran explicar los detalles más oscuros del poema. Aún así, la Comedia no defrauda, muy al contrario, siempre se pueden encontrar joyas extraordinarias.
Llevo años disfrutado mucho de la Comedia. Es uno de esos libros que releo con frecuencia. Una de mis frases favoritas es: “En su voluntad está nuestra paz”. Se encuentra en el canto tercero del Paraíso. Dante la pone en la boca de Piccarda Donati. Es, de entrada, una afirmación que parece tomada de la Biblia misma. Sin duda alguna, está reflejando lo que enseña la Biblia ya que Piccarda le dice a Dante que es en la consumación de la voluntad de Dios en nuestras vidas, donde hayamos la paz. Se puede decir que en el sometimiento a la voluntad de Dios está la evidencia de que somos de Dios. Lo vemos en la virgen María cuando, después del anuncio de Gabriel acerca de la determinación divina de elegirla para ser la madre del Señor Jesús, afirma: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu Palabra” (Lucas 1:38). En esta línea, Juan Calvino dice que: “Sabemos que la principal ofensa a Dios es nuestra malvada voluntad. Esta es la raíz de todos nuestros pecados, y del desprecio que tenemos por Dios, que nos hace rebelarnos contra Él para que no nos sujetemos a la regla que nos otorga”. Y es que ser cristiano es, sencillamente, sujetarse a la voluntad de Dios en todo: “Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”, nos enseñó Jesús a confesar en nuestras oraciones (Mateo 6:10). Este sometimiento a la voluntad de Dios es integral. Implica aceptar que la salvación es solo por gracia, solo en Cristo crucificado y por la sola fe. Esto humilla al ser humano al mostrarle su pecado y su incapacidad para salvarse por sí mismo. Igualmente significa que aceptamos lo que la buena Providencia de Dios traiga a nuestras vidas, lo entendamos o no, nos duela, o nos llene de perplejidad y asombro. Como dice el cántico Están mis tiempos en tu mano, basado en el Salmo 31:15:
Están mis tiempos en tu mano,
¡Oh Dios, mi Padre celestial!
Un Padre tan amante y sabio;
En ti yo puedo descansar
Están mis tiempos en tu mano,
Si son de hartura o de escasez,
Alegres, tristes, buenos, malos;
Lo que permites bueno me es.
Para Dante, la bienaventuranza del cielo consistirá en regocijarnos en que la voluntad de Dios se realice. Esta es la confesión de los que ya están allí :“Porque place al Rey cuya voluntad es la nuestra”. Es fascinante como lo explica Dante: “La virtud del amor calma nuestra voluntad, y esa virtud nos hace querer solamente lo que tenemos y no apetecer nada más … la naturaleza del amor es conformarse a la voluntad del ser amado”. Podemos decir que, entre otras muchas cosas, ¡la envidia estará desterrada para siempre del cielo! Las palabras dirigidas a aquellos que rodean el trono de Dios son significativas en este sentido: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos. Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto. Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, Ministros suyos, que hacéis su voluntad” (Salmo 103:19-21). Pero sobre todo, la bendición de ese cielo nuevo y tierra nueva, será el ser hechos perfectamente conformes a la imagen del Hijo, nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:29). De Aquel que dijo: “Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmo 40:8). Y es precisamente así como venimos a ser salvos: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10). Nuestra salvación nace de la voluntaria disposición del Señor a ser nuestro sustituto, a llevar sobre sí, las consecuencias de nuestro pecado. De este modo, la frase de Dante nos recuerda que nuestra reconciliación con Dios, por medio de la obra de la cruz, descansa en el beneplácito de Dios para su iglesia: “Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13,14). Nuestra paz para con Dios reposa en el cumplimiento del propósito salvador de Dios en la venida de Cristo al mundo. Por eso, los cristianos, hacemos nuestras las palabras de los bienaventurados que aparecen en el cántico vigésimo del Paraíso: “Queremos lo que Dios quiere”.
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