Lo que hay detrás es miedo

Leía hace un rato un escrito de Shane Claiborne, activista cristiano, de cómo se le ocurrió acudir a un servicio de una iglesia de Tennessee cuyo pastor había advertido que echarían del culto a todo aquel que llevara mascarilla. En medio de todo este relato (que para alguien que no esté familiarizado con el evangelicalismo estadounidense puede resultar muy extraño) estaba el intentar entender ciertos eslóganes de estos grupos. Insisten mucho en el faith over fear (la fe por encima del miedo), como un modo de argumentar que los que se ponen mascarillas están vencidos por el miedo y no tienen suficiente fe en que Dios les salvará. He visto esa reacción en los movimientos antivacunas con los que, casi sin querer, te topas todos los días si tienes una cuenta en cualquier red social. 

Es curioso, porque, para no tener miedo, muestran muchas actitudes que coinciden con el miedo; es más: con un miedo profundo, irracional, casi atávico. Tienen miedo a enfermar, miedo a morir, miedo a que les manipulen. Tienen miedo a estar equivocados, y ese miedo, que niegan tener, es el que mueve todas sus acciones y el que les hace buscar de forma compulsiva mensajes, post y videos en YouTube de dudosa procedencia que reafirmen su posición y la legitimen porque, aparte de eso, no tienen nada más. No le puedes decir a uno de estos, a modo de broma, que has decidido ponerte la vacuna porque “De algo hay que morir”, porque se ponen frenéticos (realmente lo hacen). Y además no pillan la broma. Están en un nivel literal, incapaces de captar las sutilezas del humor, o la ironía… igual que alguien que está en posición de defensa frente a un ataque y parte de su sociabilidad básica se desconecta. Solo he conocido a una clase de personas que tengan esas reacciones violentas, viscerales, y son los que están realmente movidos por el miedo. Aunque lo nieguen. O, precisamente, porque lo niegan. Es muy común en el ser humano, y eso nos pasa a todos, que proyectamos en los demás las cosas que a nosotros nos obsesionan. Si yo estoy muerto de miedo, pero me cuesta gestionar esa idea, es muy posible que mi escape psicológico sea encontrar el miedo que yo no reconozco en mí en los ojos de todos los demás. 

En cualquier caso, hay una cosa que señala Claiborne que resulta muy obvia para cualquier cristiano mínimamente maduro: la Biblia no habla de que la fe se oponga al miedo. La Biblia habla de que lo que vence al miedo es el amor (1 Juan 4:18). Pero no hay, en absoluto, ningún mensaje sobre el amor en ningún sermón, arenga, eslogan o pancarta de esta clase de grupos. Precisamente, el movimiento provacunas en Estados Unidos, por ejemplo, ha tomado el “amar al prójimo” como principio bíblico base para vacunarse, para llevar mascarilla y para seguir insistiendo en cierta distancia social hasta que la pandemia termine de pasar. Para ellos, amar al prójimo ahora mismo es renunciar a unas pocas de sus libertades, tener paciencia, ceder en algunos aspectos por el bien mayor. Pero, cuando se enfrentan a los grupos negacionistas, sobre todo a los de ideología cristiana, estos les echan en cara que su amor es debilidad y que no tienen suficiente fe en Dios. 

Este rechazo del amor no es solo una característica de los movimientos negacionistas cristianos; este rechazo del amor también se encuentra en las doctrinas de varias denominaciones y grupos evangélicos que se están radicalizando con el paso de los años y frente a los desafíos que la sociedad nos está planteando ahora mismo. Vivimos en un tiempo de dolor y de incertidumbre; es totalmente cierto. También vivimos en un momento de cambio. El problema es que la respuesta desde el cristianismo no puede ser negarlo todo y atrincherarnos detrás de un eslogan o una pancarta.

Me encanta el capítulo 4 de 1 Juan, pero reconozco que puede llegar a ser engañoso. Se puede utilizar para cualquier cosa. ¿Quién no se sentiría tentado a tomar el versículo “Nosotros somos de Dios, y todo el que conoce a Dios nos escucha” (v. 6) para defender su postura? Los antivacunas cristianos dicen que ellos son de Dios, y quien no los escucha es un cristiano falso. Los que creen que la libertad de la iglesia se debe defender a golpe de pistola también creen que ellos son de Dios, y los demás no. Los negacionistas de la pandemia, de la igualdad de género, del racismo sistémico, los narcisistas de “la empatía es pecado”… todos ellos levantan el estandarte de este versículo para ejercer una violencia dialéctica con él, para forzar a los demás a darles la razón. ¿Pero quién puede levantar el estandarte del versículo siguiente? “Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce” (v. 7). En esta obsesión por plantarnos unos delante de otros y hacernos la guerra, sinceramente, no estamos honrando esta enseñanza. No hay razones que justifiquen reírnos, dañar, insultar ni acudir con la escopeta cargada a llenar el muro de nadie en ninguna red social con comentarios hirientes. Y esto lo digo para todos nosotros.

Es muy fácil hacer eso. Lo hace todo el mundo, desde un lado y desde el otro. Pero el que se para a amar es el que ha nacido de Dios y lo conoce. Y sí, cuando todos caemos en el error de dejarnos llevar por la mentalidad de guerrilla y nos llega uno con respeto, amor y paz, nos saca colores, nuestro odio, y nos incomoda sobremanera. Pero luego, si somos de Dios, tendremos que reconocer que nos hemos equivocado, pediremos perdón y nos esforzaremos por volver al camino del amor de Dios.

Porque realmente es el único camino. Jesús es ese amor de Dios hecho carne y huesos y, de verdad, es cierto, es el único camino (Juan 14:6). Los cristianos de verdad tienen un arma capaz de demoler cualquier temor e incertidumbre, cualquier conflicto, y no la usamos porque no hemos entendido el amor… y por eso, también, es por lo que seguimos teniendo miedo.

[destacate]Estamos cargados de razones, ¿pero quién está cargado de amor?[/destacate]El mensaje que me enseña 1 Juan 4 es bastante claro: puedo tener la razón, pero no sirve de nada si no tengo amor. Esta enseñanza, que comparte con 1 Corintios 13 (aunque erróneamente siempre hemos atribuido al amor romántico y a las bodas, algo que no es verdad), se está volviendo muy relevante para nuestra sociedad del siglo XXI. Es nuestro mayor desafío hoy. Estamos cargados de razones, ¿pero quién está cargado de amor? Ese será el que acabe teniendo la victoria final; solo que no será la victoria que en su celo destructivo hubiera deseado.

Quizá es que llevamos mucho tiempo ignorando la preeminencia del amor (1 Corintios 13:13), porque no nos pertenece. Nosotros no tenemos el control cuando se trata del amor; y en épocas de incertidumbre, lo último que queremos perder es el control y el poder, por pequeño o ridículo que sea. Caer en brazos del Dios amoroso nos parece una ridiculez y… así está la iglesia, sinceramente.

Ese es el desafío: estudiar, entender y vivir ese amor, como fuerza contra todo lo que nos destruye día a día, y como fuerza constructora capaz de cambiar una sociedad enferma.