Entrevista a Alberto, un cubano preocupado por la detención de un amigo en la manifestación del pasado domingo. “Hay un acoso psicológico a quienes pensamos diferente y vemos otra Cuba diferente”, afirma.
He orado antes de llamar a Cuba para hablar con Alberto (he cambiado su nombre, pueden comprenderlo); reviví los tiempos de la dictadura de Franco, recordé lo que significaba mirar a la espalda para ver si alguien nos seguía, recordé a aquel compañero encarcelado, a aquel otro al que le rompieron los dientes en comisaría… pensé que el sistema policial cubano podría interceptar nuestra conversación y que Alberto pagaría un alto precio para que ustedes conozcan un poco más de cerca lo que está pasando en Cuba.
El día 11 un amigo suyo se dirigía a la Plaza de la Revolución de La Habana para incorporarse a la manifestación. No pudo llegar. Lo agarraron, lo golpearon y se lo llevaron preso. Hasta hoy.
Pregunta. Han pasado más de 72 horas. Según la propia ley cubana, ¿no tendrían que enjuiciarlo o soltarlo?
Respuesta. Así es, pero lo mantienen en la cárcel. Una coronel del Ministerio del Interior salió en TV diciendo que iban a mantener a los detenidos más tiempo en la cárcel e incomunicados para ser interrogados y poder encontrar pruebas para mostrar a la opinión pública mundial que esto no ha sido un movimiento espontáneo, sino ha sido urdido y pagado por los EEUU.
A casi todas las dictaduras les hace mella la imagen internacional. Mi amigo me cuenta que la situación ha cambiado para bien desde que Bachelet, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, ha condenado el uso de la fuerza contra los manifestantes y ha exigido su liberación. En contraste, está indignado con un representante español que ha dicho en la TV que la policía no ha ejercido violencia, lo que ha sido oxígeno para el régimen cubano en un momento en el que está desconcertado y acorralado; nunca comprenderé la cobardía de quienes ponen las afinidades ideológicas por delante de la defensa de los derechos fundamentales; la valentía de Bachelet y la cobardía de este personaje tienen efectos medibles.
P. ¿Cuántas personas estimas que han sido detenidas?
R. Miles. Entre ellas hay evangélicos; sabemos, por cierto, de dos pastores de la provincia de Matanzas encarcelados y otros tres que están vigilados en arresto domiciliario.
P. ¿Sigue habiendo policía en las calles?
R. En lugar de la policía patrullan los “boinas negras”, un personal especialmente adiestrado. Vimos cómo cuatro de ellos mataron a un chico de unos 20 años. Sigue habiendo manifestaciones. Y entretanto la TV manipula la información desvergonzadamente con imágenes que no tienen credibilidad, haciéndose cómplice de la violencia contra el pueblo. Pero no engañan a nadie.
Todas las dictaduras utilizan así sus medios de comunicación. Decía Vaclav Havel, el presidente checo de la Revolución de Terciopelo, que lo más miserable de las dictaduras es su uso de la mentira; en esto no hay distingos entre dictaduras de derecha y de izquierda. La Biblia muestra definitivamente que la mentira oprime y mata y es la verdad la que nos hace libres.
P- ¿Qué ha sucedido con la internet?
R. La cortaron. Ahora la han abierto otra vez, pero no se permite el acceso a las redes sociales.
P. ¿Quiénes son las personas que han salido a la calle?
R. Este movimiento es puro pueblo. El gobierno no acaba de creer que esto es puro pueblo; ha montado el cuento de que es un movimiento organizado y financiado por los EEUU, pero para nada es así. Ha sido un movimiento espontáneo; el domingo salieron manifestaciones en casi todas las provincias del país, y lo hicieron pacíficamente reclamando Derechos y Libertad. Pero a las 4 de la tarde el presidente incendió la situación reclamando por TV a los suyos que saliesen a la calle para confrontar a “esos mercenarios” al precio que fuese necesario: “¡Salgamos a la calle y confrontemos a esta gente!” Agarraron entonces a jóvenes del servicio militar, los vistieron con pullovers blancos y los llevaron a un parque en la zona del Malecón para enfrentar violentamente a los manifestantes. Eso generó una tensión y violencia totalmente innecesarias.
P. ¿Por qué sale la gente a la calle en manifestación?
R. Hay serios problemas económicos: A final de año el gobierno llevó a cabo un reordenamiento monetario creando una moneda virtual para recibir las remesas de afuera. En las tiendas con mejores servicios sólo se puede comprar con esa moneda; un padre que quiera comprarle una galleta a su hijo tiene que ir a una de esas tiendas, pero muchos cubanos no tienen acceso a ellas. Al mismo tiempo, la inflación se ha disparado y hoy se cambia un USD por 61 pesos. Se incrementaron los salarios, pero subieron más los costes de los servicios y de la canasta básica, y además el gobierno dejó de subsidiar esta canasta básica. Por otra parte, al abrir las fronteras al turismo (sobre todo ruso) a primeros de año, la COVID, y especialmente su variante india, disparó su incidencia, colapsando los centros de salud. Hoy hay más de 60 muertos y 6.500 contagios al día. El gobierno es incapaz de afrontar esto. Además, se están promulgando leyes que generan descontento popular.
P. ¿Cómo vive el pueblo evangélico cubano la situación?
R. Los evangélicos sufren las mismas penurias y restricciones de libertad que padece el resto de la población. Pero adicionalmente, el gobierno desconsidera la visión de los cristianos a la hora de legislar. Y ha iniciado una campaña a todos los niveles de estigmatización de los evangélicos; por ejemplo, en la TV presentan series en las que aparecen pastores evangélicos corruptos y mentirosos, mientras que se ven parejas gay encantadoras; esto es una manipulación intencionada para generar una imagen rechazable de los evangélicos. El gobierno considera a la Iglesia Evangélica como un foco de oposición y la presenta como una enemiga de la Revolución. Se promulgó un Código de Familia y una resolución del Ministerio de Educación con la pedagogía inclusiva desde temprana edad. Ante esto, la Iglesia Evangélica hizo pública una carta con el título “A la escuela sin ideología” reclamando que los padres puedan escoger la educación de sus hijos; la firmaron más de 100.000 personas. Si en septiembre se abren las escuelas siguiendo las directrices de la resolución ministerial, todos esos 100.000 se comprometieron a no llevar a sus hijos a la escuela.
Hay que ser muy valiente para asumir un compromiso así, pero mucho más en un sistema dictatorial en el que para acceder a algunos puestos de trabajo o a la universidad tienes que mostrar tu adhesión al régimen.
P. ¿Cuál es la posición de los evangélicos en general ante esta situación?
R. La mayoría de los evangélicos se han manifestado públicamente en contra de estas acciones de violencia gubernamental, condenándolas, y han llamado a la paz. Le reclaman al presidente Díaz-Canel que retire sus declaraciones erradas y que cese la represión. Han hecho comunicados públicos en este sentido la Liga Evangélica de Cuba, las Asambleas de Dios, la Convención Bautista Oriental, la Convención Bautista Occidental y la Iglesia Metodista. Además, ha habido declaraciones personales de pastores.
P. Qué podemos hacer desde el exterior para ayudar al pueblo cubano?
R. Dar a conocer la realidad que vive el pueblo cubano y denunciarla. El gobierno no actúa institucionalmente, sino por emociones, por encima de los instrumentos legales que ellos mismos han creado. En la asamblea constituyente un dirigente dijo: “Con la Constitución estamos organizando la convivencia en Cuba, pero el Partido Comunista no puede estar subyugado a la Constitución”. Como consecuencia, uno puede ser encausado por la Constitución o por el partido que está por encima de la Constitución. Nunca habíamos visto esta violencia contra el pueblo. Hay además un acoso psicológico a quienes pensamos diferente y vemos otra Cuba diferente. Fíjate: Incluso revolucionarios de toda la vida están reclamándole al gobierno que abra vías de cambio; al gobierno le afecta mucho esto y está contestando que se trata de “revolucionarios confundidos”.
P. ¿Qué podemos hacer para ayudar al pueblo evangélico cubano?
R. Hacer que las manifestaciones de las iglesias que te comenté se reconozcan en la comunidad internacional. Que no se recorte el derecho de la Iglesia Evangélica a manifestarse en libertad y que no se restrinjan los desplazamientos de los evangélicos, como se está haciendo sin causa justificada alguna. Que los representantes políticos evangélicos de las diferentes naciones den a conocer esta situación en sus países y apoyen públicamente la apertura de libertad.
Pienso en este momento en Frank Pais, aquel hijo de evangélicos gallegos que tuvieron que emigrar a Cuba expulsados por la intolerancia tridentina de su entorno social. Aquel evangélico se convirtió en el más carismático de los dirigentes de la Revolución cubana, que nada tenía de comunista en sus orígenes. Lo mataron los de Batista y hay quien apunta que fue delatado por el propio Fidel, temeroso de su popularidad. La entrega de los evangélicos cubanos por su país no siempre ha sido recibida como es debido; oro para que en este momento de inflexión la historia de Cuba les abra a los evangélicos el lugar que les corresponde.
Alberto termina diciéndome:
–Puedes dar mi nombre, no hay problema. Que todos sepan que esto es lo que defiendo.
Algún día, cuando el pueblo cubano se saque de encima a esa tropa de delincuentes, cuando se abran finalmente las avenidas de libertad, ese día ustedes conocerán el verdadero nombre de Alberto. Pero hoy ya lo conoce el Señor.
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