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Los burros en la Biblia

Unas veces se les menciona como formando parte del ganado de un rico hacendado, otras como animales de carga y otras como medio de transporte de personas.

EL COLOR DE MI CRISTAL AUTOR 89/Juan_Antonio_Monroy 09 DE JUNIO DE 2021 09:35 h
Foto de [link]Tim Mossholder[/link] en Unsplash CC.

Los burros pertenecen a la familia de los solípedos, presentan una serie de características comunes con los caballos, por lo que ambos son incluidos en el mismo género. De acuerdo a sus países de procedencia pueden llegar a medir desde 80 centímetros a 1,60 metros. Las distintas razas de burros tienen en común la cabeza voluminosa. Las orejas son largas y móviles, sus cascos son pequeños, altos y comprimidos. No existe una clasificación aceptable de las razas de burros. Tienen fama los Poiton de Cataluña. También son apreciadas las razas de Sicilia, las de Egipto y las de baja estatura de otros lugares de África. Del cruce de un burro macho con una yegua se da el mulo.



El Antiguo Testamento habla mucho de los burros. En mis investigaciones sobre el tema he contabilizado hasta 42 citas. Unas veces se les menciona como formando parte del ganado de un rico hacendado, otras como animales de carga y otras como medio de transporte de personas. En todos los casos el nombre de burro aparece sustituido por el de asno.



De Abraham dice la Palabra que tuvo burros y burras, entre otro ganado, sin especificar el número. (Génesis 12:16). Su nieto Jacob mandó decir a Esaú, hermano suyo: “Tengo vacas, burros, ovejas”. (Génesis 32:5). Dos de sus hijos, Simeón y Leví, arrasaron la ciudad cananea de Siquem, mataron a los hombres, llevaron cautivos a mujeres y niños y robaron los burros. (Génesis 34:26-29). Zibeón, abuelo de la mujer casada con Esaú, tenía un hijo llamado Aná. Este descubrió manantiales en el desierto cuando apacentaba los burros propiedad del padre. (Génesis 36:24)



Cuando José conoció a sus hermanos, que a causa del hambre viajaron de Canaán a Egipto en busca de alimentos, José mandó cargar sus burros de trigo. (Génesis 42:26).



Obedeciendo el mandato de Jehová Moisés abandonó la tierra de Madián y se dispuso regresar a Egipto. Entonces “tomó su mujer y sus hijos y los puso sobre un burro” (Éxodo 4:20). Tratándose de tres personas quiero creer que Moisés utilizaría a lo menos dos burros.



Curiosa ordenanza en Éxodo 13:13 y 34:20. En la ley sobre los primogénitos, “dedicaron a Jehová todo aquél que abriere la matriz”, se incluye también al burro. Si el primer nacido no podía ser dedicado a Jehová debía ser sustituido por un cordero.



Otra norma legal establecía que si una persona viera a un burro caído en tierra, debía acudir en su ayuda y levantarlo, aún cuando se tratara del burro de un enemigo. (Éxodo 23:4. Deuteronomio 22:4).



Burra histórica la que montaba el profeta Balaam. Éste tenía fama de adivino. Si bien no era profeta de Jehová, tenía nociones del Dios de los hebreos. Balac, rey de Moab, sintiéndose amenazado por las tropas judías, lo manda llamar y le pide que maldiga al pueblo hebreo. Balaam monta en su burra acompañado por dos criados, también en burro. En un lugar del camino la burra vio a un ángel de Jehová con espada en mano y se negó a continuar andando. Queriendo cobijarse se apartó contra una pared y oprimió el pie de Balaam. Este “azotó a la burra con un palo”. Entonces ocurrió el milagro. Palabra de Dios. La burra habló y dijo a su dueño: ¿Qué te he hecho, que me has azotado estas tres veces?… ¿No soy yo tu burra? Sobre mi has cabalgado desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado a hacerlo así contigo? (Números 22:21,40).



En la repartición del botín tras la guerra de judíos contra madianitas, el sacerdote Eleazar entregó a los guerreros hebreos 61.000 burros. (Números 31:34). ¿De dónde sacaría tantos burros?



El mandamiento sobre el día de reposo que figura en Deuteronomio 5:14 incluye también el reposo de los burros.



Deuteronomio 22:10 prohíbe unir un burro a un buey al arar la tierra.



Aconsejada por su marido la mujer de Caleb monta un burro hasta llegar al padre y le pide tierras para labrar. (Josué 15:18).



Uno de los jueces que juzgaron en Israel fue Jair, de Galaad. “Tuvo treinta hijos que cabalgaban sobre treinta burros”. (Jueces 10:4).



El último de los seis jueces llamados menores fue Abdón, quien juzgó a Israel durante 8 años. “Este tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que cabalgaban sobre setenta burros”. (Jueces 12:13-14).



De Sansón no se dice que montara en burro, aunque lo haría. Pero sí se dice que con la quijada de un burro mató a mil hombres. (Jueces 15:16).



El levita cuya historia me golpea el corazón por lo que hizo: permitir que su mujer fuera violada por una banda de hombres monstruos que además terminaron con su vida y él mismo la troceó en doce pedazos que envió a las doce tribus de Israel, este levita, digo, salió de Belén camino del monte de Efraín en dos burros. (Jueces 19:1-30).



En el discurso del profeta Samuel al pueblo lanza este desafío: “Atestiguad contra mí delante de Jehová si he tomado el buey o el burro de alguno”. (1º de Samuel 12:3).



Continuando con Samuel, el profeta manda a Saúl: “Hiere a Amalec. Mata a vacas, ovejas, camellos y burros”. (1º de Samuel 15:3).



Isaí, padre de David, cargó un burro con pan, vino y un cabrito y lo envió a Saúl. (1º de Samuel 16:20).



Abigail, esposa de Nabal y luego de David, mandó a éste varios burros cargados de alimentos para su tropa. (1º de Samuel 25:18). Ella montó en otro burro y fue al encuentro de David. (1º de Samuel 25:20).



Siba, mayordomo del rey Saúl y luego de su nieto Mefiboset, hijo de Jonatán, salió a recibir a David con dos burros cargados de diferentes alimentos y vino. (2º de Samuel 16:1). El propio Mefiboset, que era cojo, pidió a un criado que le analbadara un burro para ir a recibir a su abuelo, el rey Saúl. (2º de Samuel 19:26).



Simeí, nieto de Leví, “ensilló su burro” y se dirigió a la ciudad de Gat para entrevistarse con el rey filisteo Aquis. (1º de Reyes 2:40).



En Samaria se desató una gran epidemia de hambre, tanto que “la cabeza de un burro se vendía por ochenta piezas de plata”. (2ª de Reyes 6:25).



En guerra contra los agarenos y sus socios, judíos de las tribus de Rubén, Gad y Manasés, obtuvieron un botín de dos mil burros. (1º de Crónicas 5:21).



Esdras dice de los judíos que volvieron de la cautividad de Babilonia en su tiempo, que eran 42.360. Estos llevaron consigo 6.720 burros. (Esdras 2:67).



Nehemías habla de una fiesta en la que se “cargaban burros con vino”. (Nehemías 13:15).



Zotar, amigo de Job, dice que el hombre vano se hace entendido cuando una burra montés da a luz un burrito macho. (Job 11:12).



Según Salomón, “el látigo para el caballo, el cabestro para el burro”. (Proverbios 26:2). Cabestro: “Ronzal que se ata a la cabeza o al cuello de la caballería para llevarla asegurada”. Diccionario de la Lengua Española. Salomón lo aplica al burro.



Los primeros versículos de Isaías afirman que en ocasiones el burro demuestra tener más sentido que el hombre: “El burro conoce el pesebre de su señor, Israel no entiende, mi pueblo no tiene entendimiento”. (Isaías 1:3). Un buen texto para disertar sobre la actitud del ateo.



Simpática la observación del profeta Ezequiel. Dice que la lujuria de los rufianes “es como el ardor carnal de los burros”. (Ezequiel 23:20).



¿A qué se refiere? ¿Qué es eso del ardor carnal del burro?



En el libro del profeta Zacarías encontramos una clara alusión a la entrada de Jesús en Jerusalén. No llega a la capital judía como un guerrero conquistador, sino que avanza humilde cabalgando sobre un pequeño burrito al que nadie había montado antes, llamado pollino: “Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un burrro, sobre un pollino hijo de asna”. (Zacarías 9:9).



Al parecer, esta entrada a Jerusalén tuvo lugar en domingo y ha quedado señalada en la cristiandad como domingo de Ramos. Mateo 21:2, Marcos 11:2 y Lucas 19:30 señalan el acontecimiento.



Sólo otras tres veces se menciona el burro en la Biblia. Quien con sus palabras o sus obras diera ocasión a la ruina espiritual de los pequeños en la fe, “mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de burro”. (Mateo 18:6). La misma sentencia se repite en Marcos 9:42. En Lucas 13:15 Jesús se dirige a los hipócritas religiosos que se escandalizaban porque había curado a una mujer en día de sábado y en cambio no objetaran que en sábado sacaran a sus burros a comer y a beber. Un capítulo más adelante Lucas refiere la curación de un hidrópido en una comida de Jesús con gobernantes y fariseos. Les pregunta si aquel día, sábado, era lícito sanar al enfermo. Ante el silencio de ellos, el Señor lo cura. Luego pregunta a los comensales: “¿Quién de vosotros, si su burro cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?”. (Lucas 14:5). Nada más se dice de los burros en el Nuevo Testamento.



Este artículo me ha salido largo, lo sé. Estuve tentado a publicarlo en dos partes, pero desistí; al contrario, quiero añadir un texto humorístico titulado Plegaria de los burros, de origen desconocido. Dicen los burros:



“Señor, ayúdanos a mantener los cascos bien firmes sobre la tierra, y las orejas paradas hacia el cielo para no perdernos ni una sola de tus palabras.



Danos un lomo valiente, para aguantar aun a los humanos más inaguantables.



Ayúdanos a trotar bien derechitos, sin que nos distraigan las caricias de la adulación ni los golpes de la vara.



Haznos sordos a las injurias y la ingratitud. Es la única sordera que te pedimos.



No nos dejes andar siempre angustiados por evitar las meteduras de pata; un burro siempre va a hacer burradas.



Ayúdanos sencillamente a no desesperar jamás de tu generosa misericordia con estos burros tan desgraciados, según dicen los pobres seres humanos, que nunca han entendido ni a los burros ni a vos, que huiste a Egipto con uno de nuestros hermanos, e hiciste tu entrada profética en Jerusalén sobre el lomo de uno de los nuestros”.


 

 


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