Un diminuto virus que ni siquiera puede detectarse a simple vista, ha conseguido doblegar el orgullo, la soberbia y la arrogancia de la condición humana.
Desde marzo del año pasado estamos viviendo con la epidemia causada por el coronavirus. Es la plaga del momento. Ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, la fragilidad del ser humano. Una fragilidad de la que trató Moisés hace más de tres mil años en el único Salmo que lleva su nombre: el 90. Un diminuto virus que ni siquiera puede detectarse a simple vista, ha conseguido doblegar el orgullo, la soberbia y la arrogancia de la condición humana.
¿De dónde viene el coronavirus? ¿Cuál es su origen?
En plena campaña electoral que tuvo lugar en Tulsa, Oklahoma, el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dijo ante miles de seguidores, todos juntos, sin mascarillas, que el coronavirus se había producido en laboratorios de China, concretamente en Wuhan, primera ciudad de China donde se detectó el virus.
China respondió acusando a Estados Unidos. El presidente de la Comunidad de Salud del gigante asiático, Zhong Nanshan, afirmó que, con motivo de los octavos juegos mundiales militares celebrados en Wuhan en octubre de 2019, Estados Unidos envió a un periodista inoculado con el virus con la misión de infectar a los chinos. Lo que nunca dijo el alto representante de salud de China es de donde procedía el virus que el supuesto periodista llevaba en su cuerpo. ¿De otro laboratorio norteamericano? ¡Qué locura!
La viróloga china Li-Meng Yang, que huyó de Hong Kong, denunció lo que ella llamó verdad oculta, “que el virus ha sido creado en los laboratorios militares de la tercera Universidad Médica Militar de Chongquin, en China, utilizando los coronavirus de los murciélagos".
Eminentes científicos de la propia China, Europa y Estados Unidos, se pronunciaron en contra de las afirmaciones de Li-Meng Yang.
El prestigioso inmunólogo y virólogo Luis de Juanes dijo que las afirmaciones de la viróloga china y de otros que siguen su línea son una auténtica farsa. Ningún país del mundo estaría dispuesto a crear un virus de tan potentes efectos mortales que acabaría por aniquilar a sus propios habitantes.
Otros han culpado a Dios y han dicho que el coronavirus es un castigo divino. Así lo proclamó Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. Según él, el coronavirus es un castigo de Dios por la fabricación de armas nucleares.
A propósito de los castigos divinos, la vida y muerte de un pastor evangélico dio pie en Estados Unidos a la burla en algunos medios de comunicación. Gerald Glenn, pastor de la Iglesia pentecostal New Deliverance, en Chesterton, Virginia, proclamó a los fieles congregados que la epidemia de coronavirus la había enviado Dios para castigar la maldad del mundo. Dos semanas después él mismo murió de coronavirus.
Si Dios tuviera que castigar al mundo por sus pecados haría siglos que la humanidad habría desaparecido de la faz de la tierra.
Dios sólo castiga a individuos que lo merecen, no a naciones en su conjunto.
¿Por qué culpar a Dios por el desarrollo de una epidemia que obedece a causas naturales?
¿Hemos perdido el juicio? ¿Se nos ha trastornado la razón?
¿Por qué no aceptamos qué sufrir y llorar significa vivir? El drama del sufrimiento ha sido siempre compañero y tortura de la raza humana. La historia del mundo es la historia del sufrimiento. El ser humano ha sufrido desde los albores de la historia. La epidemia del coronavirus no es más que una de las plagas de dolor y de sufrimiento que ha padecido el mundo desde que el mundo es mundo.
Es fácil culpar a Dios de todos nuestros sufrimientos porque Él no va a llevarnos a los tribunales, Él no puede defenderse. Ni quiere hacerlo.
Dios es opuesto a todo aquello que pueda causar el mal a sus criaturas. Estoy diciendo que culpar a Dios por esta plaga que atormenta nuestras vidas es pura insensatez. Dios no desea nuestro sufrimiento. Desde que fuimos renacidos en Cristo el sufrimiento fue enteramente abrazado por Dios. Cuando Dios entra en nuestra humanidad también entra en nuestro sufrimiento. Quienes sufren la epidemia de coronavirus no pueden decir que sus sufrimientos son obra de Dios. Y si lo hacen no llevan razón, están completamente equivocados. Dios no ha montado laboratorios entre las nubes para fabricar el virus. Si lo han hecho China y Estados Unidos hay grandes dudas, pero, desde luego, a Dios no se le ha ocurrido, no hemos de culparlo.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o