Una mujer evangélica activista, reformadora y mucho más, que ayudó sobre todo a mujeres envueltas en la prostitución.
“Una mujer no debería gatear cuando tiene el impulso para volar”.
“No aceptes una crítica constructiva de alguien que no ha construido nada”. Hellen Keller
Cuando medito en la preciosa vida y ministerio de Lydia Finney, una mujer evangélica activista, reformadora y mucho más, que ayudó sobre todo a mujeres envueltas en la prostitución, algo que comentaré en un momento, mi mente y corazón vuelven a un episodio vivido hace años que jamás podré olvidar.
Estábamos en la habitación de un Retiro evangélico algunas mujeres de mi ciudad. Éramos unas cinco y la mayoría nos conocíamos. Excepto una chica hija de padres pastores y yo misma, las demás eran preciosas mujeres que habían venido al Señor desde mundos duros como la droga y todo lo que conlleva, incluida la prostitución, el robo… pero allí había una chica que yo no conocía. Era linda, arrubiada y de piel suave, y no recordaba haberla visto antes; en una de esas noches de retiro y pijamas comenzamos a charlar.
En un momento, aquella chica se me acercó, metió sus pies debajo de mi saco de dormir y comenzó a contarme su vida; a medida que iba contando, todo mi ser se estremecía… era hija de una prostituta alcoholizada que vivía en una de esas calles que existen en todas las ciudades, pero en la mía estaba muy cerca de la iglesia a la que pertenezco, antes situada en otro lugar. Recuerdo perfectamente aquellas callejuelas raras para mí, que veía cada vez que íbamos a la Capilla, pero con las que jamás pensé tener relación.
Y allí estaba con una chica que había pertenecido a aquel lugar, y que irremediablemente terminó del último modo que hubiera querido, prostituyéndose a causa de la drogadicción y contagiada de un SIDA a los 15 años. Cuando casi terminó aquella noche, acabamos orando y llorando juntas, aquellos pies debajo de mi saco, pertenecían a alguien que había lavado el Señor, y eran tan santos como puedan ser los míos.
Lydia Andrews Finney nació el 8 de marzo de 1804, y partió con su Señor el 17 de diciembre de 1847, cuando contaba con poco más de 40 años. Su nombre de soltera era Lydia Root. Esta preciosa mujer era una real y verdadera cristiana evangélica, que dedicó su vida a ayudar a mujeres que la necesitaban, de forma especial a mujeres metidas en temas como la prostitución.
Lydia fue una gran reformadora social y activista profunda durante el Segundo Gran Despertar; fue, sobre todo, una fundadora de la Sociedad de Reforma Moral Femenina de Nueva York.
Nuestra protagonista de hoy nació en New Britain, y fue la quinta hija de Nathaniel Andrews y Sarah Marcy; creció con su familia en el entonces vibrante Whitestown, Nueva York, donde vivió hasta que se casó con su esposo, Charles Grandison Finney, en 1824.
Cuando conoció a su futuro esposo, él aún no era cristiano; ella oró por su conversión, que finalmente ocurriría unos meses después de que se conocieron por primera vez.
Lydia Finney fue una activa avivadora durante toda su vida y se unió a su esposo en muchas giras de avivamiento por todo el país. Si bien su esposo predicaba, muy a menudo ella dirigía las sesiones de oración de mujeres y solía establecer organizaciones maternas y grupos de mujeres en la iglesia en las ciudades que visitaban.
Esta preciosa mujer no solo ayudaba a su esposo, fue como he dicho antes, una de las fundadoras y primera directora de la Sociedad de Reforma Moral Femenina de Nueva York. Este grupo se centró inicialmente en lo que vieron como la plaga generalizada que era la prostitución en Estados Unidos durante ese tiempo, y abogó por enfoques que responsabilizaran tanto a hombres como a mujeres, así como formas prácticas de reducir la prostitución. Toda esta increíble labor creció hasta tener muchas sucursales fuera de Nueva York, y cambió para enfocarse en temas más generales, siempre para ayudar a las mujeres. Las acciones de Finney fueron controvertidas durante el tiempo, ya que ella y otras mujeres discutieron abiertamente el tema entonces tabú de la prostitución.
En 1835, su esposo tomó un trabajo enseñando teología en Oberlin College en Ohio, y poco después ella y sus hijos se mudaron para unirse a él. Fue muy activa tanto política como socialmente en Oberlin, y ayudó a fundar varias organizaciones, incluida la Oberlin Female Moral Reform Society, la Oberlin Maternal Association y la Ohio Ladies Anti-Slavery Society. También organizó y consiguió que tres ex prostitutas estudiaran en Oberlin como parte de su activismo contra la prostitución.
Me encanta Lydia, su llamado para servir fue fuerte y temprano, y se casó con alguien que se convirtió por la gracia de Dios y en contestación a sus oraciones; sirvieron al Señor juntos y mucho, pero ella…¡¡una reformadora respetada por derecho propio!!
Cuando observo con detenimiento la vida de Lydia, juzgada cruelmente por muchos, en especial por mujeres de mente demasiado estrecha, quisiera no perder la valentía de ser como ella, y termino recordando las palabras de Jesús…
“… De cierto os digo, que los publicanos y las prostitutas van delante de vosotros al reino de Dios”. Mt. 21:31. Sin olvidar el contexto y a quienes fueron dirigidas estas palabras.
“Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre,… de cierto os digo que no perderá su recompensa”. Mr. 9:41.
Pido a mi Señor servirle con toda la valentía, fidelidad, y amor posibles, tal como lo hizo Lydia Finney.
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