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Infalibilidad ¿papal, eclesial o escritural?

Solo la Biblia es nuestra suprema autoridad porque solo ella está inspirada por Dios.

ATISBOS TEOLóGICOS AUTOR 765/Jose_Moreno_Berrocal 21 DE ABRIL DE 2021 13:32 h
Imagen de [link]Priscilla Du Preez[/link] en Unsplash.

Hace unos días fallecía en su casa de Tubinga en Alemania, a los 93 años de edad, el teólogo católico suizo Hans Küng. Curiosamente, existe un hilo conductor en su dilatada carrera como profesor de teología y escritor de enorme valía, a saber, su trato con varios papas.



Por ejemplo, fue nombrado asesor oficial del Concilio Vaticano II por Juan XXIII. A un tío mío, que estuvo presente como observador seglar en algún momento de ese Concilio, le gustaba mucho Küng. De hecho, los libros que tengo del teólogo suizo son un regalo que me hizo. Con J. A. Ratzinger su relación viene de lejos. Y es que Küng fue amigo y compañero de Universidad del futuro papa Benedicto XVI. También se comenta por algunos que tenía una buena sintonía con el actual papa Francisco. Sin embargo, sus relaciones con Juan Pablo II fueron muy malas. No en vano, fue durante el pontificado del polaco, concretamente en 1979, que el Vaticano le retiró la licencia para hablar oficialmente como teólogo católico romano. Todo a raíz de la publicación por parte de Küng de su libro ¿Infalible? Una pregunta. En esta obra, el suizo cuestionaba la infalibilidad pontificia, promulgada por Pío IX el 18 de julio de 1870, durante el Concilio Vaticano I. Esta declaración se compone de dos dogmas. En palabras del mismo Küng: “El papa tiene un primado jurisdiccional jurídicamente obligatorio sobre cada iglesia nacional y sobre cada cristiano. El papa posee el don de la infalibilidad en sus decisiones magisteriales solemnes propias. Esas decisiones solemnes (ex cathedra) son infalibles en virtud de una asistencia especial del Espíritu Santo, y son irreformables de por sí, no en virtud del consenso de la iglesia”1 Es curioso que Küng, muy influido por el liberalismo teológico, lo que le llevó a cuestionar incesantemente muchas doctrinas cristianas básicas, no fuera suspendido hasta que tocó el dogma de la infalibilidad papal. Se ha comentado que el papa Francisco estaba estudiando su rehabilitación, pero, Küng ha muerto sin haberla recibido. Este dogma de la infalibilidad papal se empleó, por ejemplo, por Pío XII, para declarar la asunción de María al cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950. Cuando aún se oyen voces en defensa del ecumenismo con Roma, haremos bien en recordar que, lejos de estar más cerca, dogmas como el de la infalibilidad papal, que ¡ni siquiera Trento promulgó! han hecho más profunda, si cabe, la brecha que separa a Roma de las iglesias evangélicas. Küng mismo considera el dogma de la infalibilidad papal como un “peñasco sobre el camino hacia el entendimiento ecuménico”2



Hans Küng unió su voz a la nube de testigos que, tanto en las filas protestantes como católico-romanas, han levantado su protesta contra el injustificado dogma de la infalibilidad papal. Como historiador Küng llega incluso a demostrar los orígenes heréticos de la doctrina de la infalibilidad papal.3 Su posición sobre este dogma se desarrolló desde lo que representó el Vaticano II. No olvidemos que el suizo se encontraba muy en la línea de entender el el Vaticano II como un nuevo paradigma católico-romano que echaría por tierra la visión medieval de la Iglesia que habría subsistido hasta el advenimiento del papa Juan XXIII. Una interpretación abierta de ese Concilio que le llevó a tener serios encontronazos con Juan Pablo II, y, de algún modo también, con su sucesor Benedicto XVI. Küng declaró durante su visita a Barcelona en 1993 que bajo el pontificado del polaco hubo: “una interpretación integrista del concilio Vaticano II, del que se utilizan solamente frases conservadoras”4 En concreto, Juan Pablo II no entendía que el Vaticano II hubiera dejado la puerta abierta a una modificación de la infalibilidad papal. Más bien, defendía dejarlo tal y como está en la línea del Vaticano I y II. Esta sería la postura oficial de la iglesia católica de Roma. Pero Hans Küng abogaba por una cierta reforma: “¿No puede y debe ser examinada de nuevo la cuestión de la infalibilidad bajo un nuevo pontificado, con imparcialidad objetiva, probidad científica, imparcialidad y justicia?”5 escribió en 1994. Pero su propuesta no era la de su supresión sin más. Dentro de la calculada ambigüedad que caracteriza al lenguaje ecuménico, Küng parece reconducir este dogma en dos direcciones. En primer lugar, la de dejar al papa tan solo con una especie de: “primado de servicio para la unidad y edificación de la Iglesia”.6 Pero esto combinado, aparentemente, con una mayor transferencia del peso de la infalibilidad del papa a la iglesia misma, lo que Küng llama: “a pesar de todos los errores, la permanencia de la iglesia en la verdad”7 Esto sería una cierta doctrina de la infalibilidad de la iglesia. Lo cual, en un sentido, no tendría razón para molestar a los papas, si no fuera porque Küng usa la fatídica palabra, errores, aunque se refiera a errores particulares o individuales8; La infalibilidad eclesial, sin errores claro, está plasmada, en conexión con el papa, en los documentos del Vaticano II. En concreto, en la constitución dogmática Lumen Gentium, que se ocupa de la iglesia. Allí se afirma la infalibilidad de la iglesia, pero incardinada con:“el Romano Pontífice”9 No es difícil concluir que la posición de Küng pretende ser una especie de desarrollo, en clave ecuménica, de esta conclusión del Vaticano II.



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Pero, desde un punto de vista evangélico, ni la posición oficial de Roma sobre la infalibilidad papal, ni la matización personal de Hans Küng, constituyen un camino aceptable. Y es que frente a la infalibilidad papal, o la indefectibilidad de la iglesia en la verdad, con o sin errores, la posición evangélica histórica da testimonio de la sola autoridad infalible de la Biblia, de la Escritura, la Palabra de Dios. Por eso, incluso la protesta de Küng frente a ese dogma de la infalibilidad se queda coja. Con su gran conocimiento histórico, Küng desmonta el dogma. Pero, tristemente, no ofrece una contrapropuesta cualitativamente distinta a la de la infalibilidad papal. Es, si cabe, incluso, más relativa, pues, ¿qué criterio objetivo podemos tener de la permanencia en la verdad si hay, sin embargo, errores? Es solo una reelaboración, pues si no es el papa, es la iglesia con el papa, o la iglesia con sus errores, los que son colocados por encima de la Palabra de Dios.10 Esto haría de la iglesia un cuerpo irreformable, pues no tendría nunca una autoridad a la que rendir cuentas. Recordemos que como teólogo liberal, Küng no cree en la inspiración plenaria y verbal, o en la infalibilidad de las Escrituras. Pero es, además, la doctrina de la indefectibilidad de la iglesia es contradicha por pasajes bíblicos como Hechos 20.29,30: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”. Pablo aquí exhorta los ancianos de la iglesia en Éfeso a tener presentes en su labor pastoral a los enemigos de la iglesia. Pero notemos que se refiere aquí no a antagonistas externos sino internos: “y que de entre vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos”, v 30. Pablo les exhorta a velar y a estar alertas frente a esos insidiosos opositores que actuarán desde dentro de la misma iglesia. Pablo no promete a la iglesia infalibilidad. Entonces, si desde la misma iglesia aparecerán sus enemigos, ¿Cómo podremos reconocerlos y evitarlos? Pablo mismo nos proporciona el antídoto en este mismo pasaje: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”, Hechos 2.32. Notemos bien que para Pablo la preservación de la iglesia reside fuera de la iglesia misma: en el Señor, y en la palabra de su gracia. Es decir, Pablo, literalmente, les entrega al cuidado de las Escrituras. Solo ella, la Palabra del Señor que ha comprado a su iglesia con su sangre, tiene poder para preservarlos fieles en sus caminos. Pablo les llama a mirar fuera de sí mismos, y a confiar en una autoridad, externa e independiente y que está por encima de ellos, la de la Biblia. Y este es siempre el tenor general de las Escrituras. Los vemos igualmente en los profetas veterotestamentarios. Ante la apostasía del pueblo, los siervos de Dios les corrigen a la luz de la Palabra de Dios, Jeremías 6.16. Una revelación que tiene siempre un mismo mensaje, y por el que puede ser identificada como divina: es la palabra de su gracia. Es decir, la Biblia siempre señala que la salvación no reside en nosotros, sino fuera de nosotros. No somos salvos por obras, sino por la gracia de Dios, Efesios 2.8,9. La palabra de Dios siempre enseña que la salvación es iniciativa divina, inmerecida. Es una salvación gratuita en la Persona de Jesucristo, aquel que está lleno de gracia y de verdad, Juan 1.14. Ese es siempre el testimonio que nos trae la Palabra de Dios: la exclusividad de la Persona y la Obra de nuestro Señor Jesucristo para salvación, Hechos 4.12. Por ello, las Sagradas Escrituras son la palabra suficiente para salvación por la fe en Cristo Jesús: 2ª Timoteo 3.15-17.



En conclusión, solo la Biblia es nuestra suprema autoridad porque solo ella está inspirada por Dios. Es, además, la revelación final de Dios a la Humanidad, Apocalipsis 22.18,19. Por eso, siempre puede interpelarnos porque no está sometida a nosotros. Su autoridad es la de Dios mismo. Por ello, nuestra confianza no está en la supuesta infalibilidad de algún hombre o de alguna iglesia, o en las tradiciones de la misma, sino en las Sagradas Escrituras. Solo ellas pueden guiarnos con certeza. Y así se cumplirá la oración del Señor al Padre por su iglesia: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”, Juan 17.17.



 



Notas




1Küng Hans. El Cristianismo: Esencia e Historia p. 642





2Ibid, p. 650





3Ibid, p. 578-580





4Citado en El País 06-06-1993





5Küng, Hans Ibid. p. 652





6Ibid p. 650





7Ibid, p. 656





8Hans Küng, Unfehlbar? Eine Anfrage Zurich, Einsiedeln, Cologne, 1970, p. 143; IV 4 b 3, p. 148; IV 6





9LG 25





10No olvidemos, además, el papel de la tradición en el catolicismo romano, que distorsiona, si cabe aún más, la idea de la autoridad de la Palabra de Dios, pues: “la tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la iglesia”DV 10.



 

 


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COMENTARIOS

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Alfredo
22/04/2021
18:45 h
1
 
José María Berrocal, la Escritura enseña que la Iglesia es columna y fundamento de la verdad (1 Tim.3:15). La salvación reside fuera de nosotros si Cristo no hubiera resucitado, pero si Cristo habita en nosotros, como enseña la Escritura, su artículo ya no es infalible. Lea Rom. 4:25, por favor.
 



 
 
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