Hacedores de señales

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un hombre importante entre los judíos. Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

Juan 3:1-2

¿Por qué le molesta o le incomoda tanto a Jesús que se le reduzca a un hacedor de señales? Es algo que siempre me causaba curiosidad. En el fondo, debería estar alegre de que se le reconociera, de que sus acciones levantaran curiosidad y admiración, como sucede con Nicodemo. Sin embargo, a lo largo de los evangelios, en general, Jesús parece dudar, o quitarle importancia, a las señales que hacía. 

En realidad, cuando me paro ahora a pensarlo, puedo entender los motivos que hay detrás, aunque la propia personalidad y los pensamientos de Jesús no sean tan fáciles de entender de por sí nunca.

El ministerio de Jesús duró tres años. Este pasaje de Nicodemo ocurre al comienzo de todo. Hasta ese momento, lo que se tenía de Jesús para confiar en él era el testimonio de Juan el Bautista, el que hubiera convocado a discípulos para sus enseñanzas, y las propias señales que él hacía. 

Las señales eran importantes, sin duda. Sin ellas, se quedaba en un maestro más de la ley, aunque uno un poco heterodoxo. De hecho, ni siquiera las señales por sí mismas eran señal de nada.

Se sabe desde hace tiempo que Jesús no fue el primero que vino al que llamaron Mesías. Los judíos de aquella época deseaban tanto la liberación política del Imperio romano que la idea del mesías libertador les atraía poderosamente. Era mucha la opresión, mucha la pobreza. Muy difícil la situación. El pueblo judío, que tenía aquel orgullo nacional tan característico, no podía convivir tranquilo bajo el peso militar de los romanos. Ellos entendían que cualquier clase de liberación espiritual estaría ligada necesariamente a una liberación política.

Las señales, en medio de todo esto, jugaban un papel importante, porque parecía que te quitaban el aura de charlatán que podría tener cualquier mesías autoproclamado.

Sin embargo, hay un problema, y creo que es por aquí por donde apunta la incomodidad de Jesús. En aquella época tan convulsa, antes de Jesús (e incluso después, también) hubo algunos mesías autoproclamados. Podían tener una facción puramente política. Pero también hubo otra clase de mesías que sabían hacer señales. Así lo recogen las crónicas de la época. La naturaleza de aquellas señales ya queda un poco en la bruma del tiempo; sin embargo, los testimonios existen. Cuando llega Jesús, como maestro y como hacedor de señales, no fue el primero. Eso es lo que podemos tener claro.

Quizá por eso Jesús no se conforma con que la gente que le observa le crea por esas cosas. A las señales que demandaban entonces los judíos se le parecen mucho las informaciones que demandan hoy algunos, también descontentos, como los judíos de entonces, con el mundo en que viven. Buscan algo que justifique su descontento, que le dé sentido. Buscan respuestas rápidas, que no les exijan mucho y que no les supongan verdaderos compromisos.

Al fin y al cabo, ¿qué eran las señales? En sí mismas, no debían servir para mucho. No más allá del alivio inmediato que recibía el que era sanado, o el que recibía el favor de Jesús, como en las bodas de Caná. Al resto de la población no les servía más que como apuntador, literalmente algo que señalaba hacia otra cosa. Las señales de los falsos mesías apuntaban a sí mismos. Querían que las señales fueran valiosas por sí mismas. Eso era a lo que estaban acostumbrados. Las señales de Jesús apuntaban a Dios, a su redención, su paz, la relación que quería reestablecer con todos los que fueran suyos.

Hoy en día las informaciones, memes, videos, bulos y demás que circulan y que compartimos se parecen a las señales que demandaban los judíos en que pretenden valer por sí mismas. Si alguien te dice que beber lejía cura el coronavirus, se convierte en una verdad en sí misma. La información de verdad no funciona así. La información, cuando está bien hecha, te señala a otros, te indica el camino que otros han elaborado, lo que han investigado, descubierto o creado. Una noticia de verdad siempre te remitirá a otras, y a datos contrastados. Con las señales de los judíos pasaba algo parecido. En sí mismas, no van a significar nada. Jesús hacía señales para dirigirnos la mirada al que estaba detrás de todas ellas, buscando maneras de hacerse visible y presente para nosotros.

Seguimos enfrascados en las señales, esperando que ellas sean la verdad. La auténtica verdad, sin embargo, está en saber mirar lo que hay detrás de ellas. Como le dice Jesús a Nicodemo en este pasaje: ¿de qué sirven las señales por sí mismas? Lo que sirve es que él comprendiera que Jesús venía a hablarles de un nuevo nacimiento.

Pero de eso ya hablaremos la semana que viene.