Los más felices

Es muy conocida en los medios de Hollywood, la historia de un actor que estaba cortando el césped de su casa vestido de una manera casi andrajosa, y sin haberse arreglado en absoluto. Tanto era así, que cuando una mujer de un barrio vecino le vio trabajando con tanto empeño paró su coche pensando que era el jardinero, y le preguntó cuando cobraba por arreglar el césped. El actor, haciendo gala de su sentido del humor, y al ver que la señora no le había reconocido le contestó: “La mujer que vive en la casa me deja acostarme con ella”.

Vivimos en un momento en la historia de la humanidad en el que el sexo ha llegado a ser considerado como un dios para muchos. Prácticamente todo tipo de publicidad está saturado de imágenes sexuales y las personas que más seguidores tienen en las redes sociales suelen ser aquellas que muestran imágenes sugerentes. Se ha perdido por completo el papel del sexo como un regalo de Dios y la consecuencia es que las relaciones han dejado de ser absolutamente placenteras, en esa búsqueda desesperada por alcanzar el éxtasis y disfrutar de lo desconocido.  

Muchos ya no comprenden que el matrimonio puede ser algo sublime, si sabemos trabajar el amor. Es más, en ningún otro lugar ni de ninguna otra manera podremos disfrutar más del placer, que cuando amamos y confiamos cien por cien en la otra persona, y esa confianza absoluta sólo se da en un matrimonio guiado por Dios.

Por eso las parejas más felices son las que oran juntos Los matrimonios que mejor se entienden son los que más hablan entre sí y colocan todas las situaciones de la vida en las manos del Creador. La base de todo es la relación no tanto los sentimientos o las circunstancias, esa es la razón por la que en todo momento, lo que tenemos que fortalecer es esa relación ¡incluso más allá de la solución de los problemas del día a día! Sea lo que sea lo que está sucediendo, lo fundamental es luchar para que las relaciones se afiancen, a partir de ahí seguiremos trabajando para solucionar las situaciones que aparezcan. 

Lo importante es la decisión que tomamos de confiar en nuestro cónyuge y ser fieles en todo momento ¡Eso es lo que hace que nuestro corazón sea diferente! Dios lo anunció a través del profeta cuando dijo: “Yo les quitaré ese corazón duro como la piedra y les daré un nuevo corazón y un nuevo espíritu...ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ezequiel 11:19,20). Esa sensibilidad en las relaciones es una de las claves en nuestra vida no sólo con Dios, sino también con los demás. ¡Comenzando con el matrimonio! 

Por eso me gustaría que hoy tomáramos la decisión de aceptar un desafío: el de pasar un día sin usar las palabras “yo” ni “mi”. Un día sin preocuparnos por cómo nos sentimos, sino por escuchar a la otra persona y saber lo que siente. Te pido que lo hagamos por un día, porque quizás vivir así una semana nos parecería imposible… Creo que ese simple detalle transformaría nuestra realidad ¡Cambiaría el mundo entero! ¡NI te imaginas lo que sucedería si viviéramos siempre así!