Los líderes cristianos de todo el mundo deben ahora dar un paso al frente para tener un mayor impacto, no solo a nivel comunitario, sino también a nivel regional y nacional. Por Ted Lankester.
El impacto de la iglesia en la salud y el desarrollo es mucho mayor de lo que parece. Hay dos razones principales para esto. Primero, los cristianos que trabajan en el frente están tan ocupados que a menudo no tienen tiempo de documentar sus logros de manera que ingresen en el dominio público. Segundo, aunque es difícil de cuantificar, los medios de comunicación, especialmente en los países de altos ingresos, suelen estar dirigidos por personas que no comprenden la “antropología espiritual” y los importantes papeles que pueden desempeñar las iglesias.
Pero recientemente esto ha comenzado a cambiar. Por ejemplo, una revista médica, The Lancet, ha publicado lo siguiente sobre el vínculo entre la fe y la salud: “El papel de la fe en las organizaciones religiosas y sus visiones comunes de gestión responsable, inclusión, dignidad y justicia hacen que muchas de esas organizaciones sean ideales como socios clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030”.[1]
La reciente pandemia de coronavirus ha ejemplificado el creciente papel de la iglesia en la sociedad. Por lo tanto, estas son algunas de las principales preguntas que debemos hacer:
Richard Horton, editor de The Lancet escribe: “La salud mundial ha entrado en un período de rápida reversión. El desdesarrollo es la nueva norma”.[2] Y la razón, enunciada con sencillez por un líder keniano de Arukah Network, es ésta: “COVID, COVID, COVID; las demás enfermedades no cuentan”.[3]
Estos son algunos ejemplos cruciales de las formas en que el COVID-19 revertirá la salud mundial.
Vacunas
En julio de 2020, el Director General de la Organización Mundial de la Salud declaró: “Es probable que el número de niños que mueran por falta de vacunación supere con creces el número de personas que mueran por el COVID-19.[4] Yo añadiría que el creciente número de personas que se oponen a las vacunas en los Estados Unidos y en otros países está agravando enormemente este problema.
Tres enfermedades infecciosas mortales: SIDA, tuberculosis y malaria
La alianza Global Fund ha salvado 38 millones de vidas desde 2002, incluidos 6 millones solo en 2019. Sin embargo, el Informe de Resultados 2020 muestra que gran parte de ese progreso podría perderse ahora debido a los efectos colaterales del COVID-19. Las muertes e infecciones por VIH, tuberculosis y malaria podrían dispararse en los próximos 12 meses, advierte el informe.[5]
Economías nacionales
El impacto que tienen en los medios de subsistencia de las comunidades y, de manera crítica, en la supervivencia misma de los más vulnerables es vital. Según el Banco Mundial, la pandemia, junto con el colapso de los precios de los productos básicos y una plaga de langostas, ha golpeado con especial dureza a las economías africanas, poniendo a 43 millones de personas más en peligro de caer en la pobreza extrema.[6]
Enfermedades no transmisibles (ENT)
No es un término de uso frecuente. Pero las ENT son responsables de 7 de cada 10 muertes en todo el mundo, es decir, 41 millones cada año.[7] Incluyen cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares como la hipertensión. Además, 1 de cada 5 personas tiene un mayor riesgo de contraer COVID-19 debido a ENT subyacentes.[8]
Impacto en las mujeres
Se estima que 47 millones de mujeres no podrán acceder a anticonceptivos a y se prevé que se produzcan siete millones de embarazos no deseados a lo largo de seis meses, algunos de ellos producto de relaciones sexuales transaccionales para obtener ingresos para la familia.[9] Save the Children estima que habrá 2,5 millones de matrimonios infantiles más debido a la pandemia.[10]
Violencia de género
Por cada tres meses que continúe el confinamiento, se esperan 15 millones de casos adicionales de violencia de género, una cifra alarmante.[11]
¿Cómo podríamos nosotros, junto con otras personas bienintencionadas, ayudar a brindar soluciones? Empezaremos con el papel crucial de la comunidad. Un documento reciente explica por qué:
Los miembros de la comunidad, incluidos los marginados, identifican las soluciones que funcionan mejor en sus situaciones. Saben qué conocimientos y rumores están circulando. Pueden proporcionar una perspectiva sobre el estigma y otras barreras. Están bien situados para trabajar con otras personas de sus comunidades para idear respuestas colectivas.[12]
La atención primaria de salud está cobrando aún más importancia como respuesta al “post-COVID”. Una cita del Informe sobre la Salud en el Mundo de la OMS de 2008 sigue siendo muy pertinente: “La atención primaria de salud (APS) restablece el equilibrio en la atención de la salud y sitúa a las familias y las comunidades en el centro del sistema de salud. Con un énfasis en el sentido de propiedad local, deja espacio para las soluciones creadas por las comunidades, que son propiedad de ellas y son sostenidas por ellas”.[13]Los países, especialmente en África, están dando a la APS una prioridad renovada. Esto incluye la capacitación de muchos nuevos trabajadores comunitarios de la salud (TCS). Kenia está capacitando actualmente a 100.000 TCS. En Sierra Leona, los TCS ya superan a los médicos en una proporción de 95 a 1.[14]
Las “soluciones caseras” podrían ser otro enfoque. Es bastante fácil aprender a tomar la presión arterial o incluso a medir la glucosa en sangre. Este enfoque de autoayuda también ayuda a desmitificar y desmedicalizar los problemas de salud comunes que son parte de la vida de las personas. Pero no debe desalentarlas para que informen síntomas nuevos o agravados.
Una última sugerencia es el rápido crecimiento de la telemedicina y el uso de la tecnología de la información, incluidos WhatsApp y teléfonos móviles. Como expresó recientemente un miembro de la comunidad: “Ya sea que esté en lo más profundo de Malaui o del Amazonas, todo lo que necesito es un teléfono móvil y una conexión que me permita hablar con un médico”.
Teniendo en cuenta que más del 84% de las personas en todo el mundo se identifican personalmente con una fe religiosa y que el número está creciendo, excepto en Europa, y que casi un tercio se consideran cristianas,[15] los líderes religiosos cuentan con dos ventajas enormes. Primero, están presentes en casi todas las comunidades del mundo. Segundo, a menudo se los escucha más que a otros que ofrecen consejos o hacen declaraciones.
“He visto que muchos cambios de comportamiento son mucho más rápidos y sostenibles desde que los líderes religiosos se han involucrado”, dijo Esther Lehmann-Sow, líder de colaboraciones para la fe y el desarrollo en World Vision. “La gente es más propensa a confiar en un líder religioso que en una organización no gubernamental con la que no esté familiarizada”, dijo Umar Rashid, líder del grupo de ayuda Muslim Hands en el área de salud y agua y saneamiento, y añadió “que la organización es más bienvenida en las comunidades donde tiene asociaciones religiosas.”[16]
Hay dos condiciones importantes para los líderes cristianos, los pastores de las iglesias y sus congregaciones. Primero, deben creer en la ciencia, seguirla y “predicarla”. Segundo, tienen que evitar caer automáticamente en una posición que diga que la fe y la oración es todo lo que necesitamos. Fue lo que ocurría a menudo en las primeras etapas del SIDA, con resultados a veces desastrosos. Por supuesto que la fe y la oración son importantes, pero nuestro Dios es el Señor de todo, tanto de la fe como de la naturaleza.
Los líderes cristianos de todo el mundo deben ahora dar un paso al frente para tener un mayor impacto, no solo a nivel comunitario, sino también a nivel regional y nacional, asegurándose de que su mensaje sea pertinente, esté basado en la verdad y sea expresado con autoridad y amabilidad.
Hay múltiples maneras, pero debemos señalar algunos principios fundamentales subyacentes:
La crisis del COVID-19 es una gran oportunidad para la colaboración. Sin embargo, debido al temor y la ansiedad esto no sucede automáticamente. Debemos ser intencionales para que esto suceda. Aquí hay algunas formas en que podemos lograrlo. A nivel local y regional, nos conectamos con otros, encontramos puntos en común y brindamos estímulo y afirmación. A nivel nacional, a través de redes de profesionales de la salud cristianos, traemos un cambio constructivo y una atención compasiva, e incluso influimos en las políticas nacionales de salud cuando es posible. A nivel internacionalapoyamos y nos comprometemos con los grupos existentes. Estos incluyen International Christian Medical and Dental Association (ICMDA),[18] Christian Health Associations in Africa (ACHAP)[19] y grupos equivalentes en Asia occidental. También, Christian Connections for International Health (CCIH), con sede en Washington DC,[20] y la pequeña pero cada vez más eficaz Arukah Network.[21]
También necesitamos ser conscientes de aquellos grupos, tanto religiosos como seculares, que están hablando constructivamente sobre la situación actual. Dos ejemplos son la Organización Mundial de la Salud,[22] y el Centro Berkley para la Religión, la Paz y los Asuntos Mundiales.[23]
En tiempos de crisis, junto con el lamento, creemos en la esperanza redentora de que Dios traerá bendiciones inesperadas. Reconocemos nuestro papel para crearlas. La iglesia y los cristianos en todos los niveles pueden aportar liderazgo amable, ejemplo comunitario y compasión creativa. Estos son los mismos atributos que Jesús nos enseñó, y que todos necesitamos en un momento como éste.[24]
Ted Lankester es el presidente de Thrive WorldWide, cofundador y dirctor de Arukah Network y profesor externo de Salud comunitaria en la London School of Hygiene and Tropical Medicine.
Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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