Son las fechas del reencuentro que muchos no pueden conseguir. Nostalgia que se vive en medio de los alumbrados festivos navideños, el lujo de los escaparates, el consumo desenfrenado, el ruido y el jolgorio del pueblo que celebra el no sabe qué, las fiestas de invierno, la Navidad pagana... aunque algunos, un remanente fiel, celebran y viven el sentido del auténtico nacimiento de Jesús.
Muchos de los inmigrantes no podrán viajar, sea porque no hay billetes para todos, por las situaciones de ilegalidad o porque no hay ahorros. Los que se quedan sin posibilidad de reunirse con su familia, se tendrán que conformar con arrimarse a algunos compatriotas para ver si pueden cenar un pollo condimentado con arroz y frijoles al estilo de Ecuador, o sopa de gallina ecuatoriana o, simplemente, pensar en los olores de estas fiestas entre los familiares en su patria de origen.
Navidad. Noche de paz. Una paz que no consiste en el control policial de los extranjeros, en el que nadie piense que nos tienen que proteger contra ellos, sino en que nos enseñen y ayuden a acogerlos en paz, en concordia, el igualdad, en justicia. Se celebra el nacimiento de un niño que tuvo problemas con la acogida. En la noche navideña nacerán muchos niños... muchos de ellos mestizos como ejemplo del amor entre las razas, las etnias, los diferentes en cuanto a culturas y costumbres. Etnias y razas que conforman el rostro del Creador.
Navidad. Noche de amor. Amor que produce paz. Amor que es la única fuerza de la comprensión y acogida entre los pueblos. Amor y paz que deben reinar en nuestra España, en Madrid, en Barcelona... ciudades en donde se mueve el mundo entero, formando un mosaico de pueblos y razas, y en donde esta noche navideña se nos lanza un mensaje de unión, paz y amor en torno al niño que nace, un niño que se nos regala como ofrenda de amor entre los hombres. No hay ya diferentes. Todos nos reflejamos en el rostro del niño, en el multiforme rostro de Dios.
Navidad. Noche nostálgica. Navidad con lágrimas. Muchos de estos inmigrantes llorarán, simplemente porque están lejos de casa... y quizás tampoco son bien acogidos dentro de nuestras puertas en igualdad y justicia. Una mujer lloraba en el despacho de Misión Urbana porque no había conseguido traer a su hijo a España. Se siente sola en Navidad porque se siente lejos... de su hijo, de sus raíces... Su corazón navega solitario allende los mares. La habitación que tiene en España, y que comparte con otros, no es su casa. Su casa y los suyos están a una distancia de miles de kilómetros. Madrid es frío. Muchos inmigrantes no podrán disfrutar del abrazo del calor navideño. Lloran al no poder celebrar la Navidad abrazados con los suyos formando una piña. Eso les bastaría a muchos para celebrar la Navidad. El mejor regalo navideño... la voz y el contacto de la persona amada... el ver a los suyos.
¿Cuántos inmigrantes habrá velando al raso como los pastores que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús? Seguro que hay muchos de ellos y, además, en una noche no tan serena como la de los pastores que velaban sus rebaños. Son los inmigrantes que han fracasado en su proyecto, los inmigrantes “sin techo”, los que tienen un parque como casa, o un coche abandonado, o unas ruinas en donde se cobijan junto a otros, o se envuelve entre cartones en algún entrante de un cine o de un banco. Tanto la iglesia como las distintas administraciones públicas deberían acordarse de ellos y ayudarles. No es ni cristiano, ni ético, ni mínimamente decente, el volverles la espalda. Seguro que el niño del que se nos dice que no hubo lugar para él en el mesón, el niño del pesebre, hoy resucitado e identificado con los débiles del mundo, está muy cerca de ellos.
Navidad. ¿Papeles para todos? El niño Dios que nació mientras iba a empadronarse, me recuerda las largas colas en las Juntas Municipales de Madrid de cientos de inmigrantes buscando empadronamiento para poder tener asistencia médica o cierta justificación de estancia en nuestro país... aunque sean ilegales. María y José iban a empadronarse en un largo viaje lleno de fatigas. El largo viaje de los colectivos inmigrantes de diversos países que culmina en ese empadronamiento... aunque no tengan otra documentación para trabajar y formen parte de los llamados “sin papeles”. Jesús nació en marcha hacia el empadronamiento... y entiende el mundo de los “sin papeles”. Aunque es Navidad, nadie regala papeles para todos. Muchos tienen que conformarse, además de las nostalgias familiares, con celebrar la Navidad como ilegal... desprotegidos en cuanto a la legalidad, indefensos, no acogidos en nuestro común mesón.
Navidad. Mensaje universal. La Navidad es universal como su mensaje. O, al menos, así la vemos nosotros a pesar de tantos inmigrantes que no la celebran y que no se pueden identificar con nuestras ideas de la nieve y las largas barbas blancas de Papá Noel. Muchos de ellos tienen la piel negra, al igual que sus hijos, hijos que, quizás, motivados por el ambiente, también piden un juguete en Navidad -a cuántos niños musulmanes les habremos regalado en Misión Urbana un juguete en Navidad-. Y el padre, musulmán, quizás se lo dé también para que tengan el mismo trato que sus compañeros de colegio... aunque no crea en la universalidad de la Navidad... Tampoco lo es la ciudadanía. No existe la ciudadanía mundial que nos hace ciudadanos del mundo sin más... Existen, al menos jurídica y administrativamente, los hombres ilegales.
Navidad. Nada de ilegales. Fraternidad universal. ¿Qué pensará sobre esto el niño que nace en busca de empadronamiento? Seguro que dice que no, que ningún hombre es ilegal. Que todos somos criaturas del mismo Padre, que si no existe la ciudadanía mundial, debe existir la fraternidad universal... porque es Navidad. Dios con nosotros. Un Dios que nos debe motivar a los cristianos a ver en los diferentes colectivos de inmigrantes el multiforme rostro de Dios mismo. Ese es nuestro deseo navideño, no sea que nuestra Navidad de villancicos y coritos evangélicos, de misas y rituales en su caso, se convierta también en parte de la celebración de la Navidad pagana... falta de amor.
Si quieres comentar o