En su obra magna, Calvino dedica a la oración uno de los capítulos más extensos.
Las teologías sistemáticas tienen por regla general una deficiencia importante: reflexionan poco o nada sobre el tema de la oración. Una notable excepción fue Juan Calvino. En su obra magna, la Institución de la Religión Cristiana, le dedica uno de los capítulos más extensos, un total de 77 páginas. El capítulo lleva un título largo, pero muy revelador: De la oración. Ella es el principal ejercicio de la fe y por ella recibimos cada día los beneficios de Dios.1
De esa manera, el reformador suizo resume la esencia de lo que es la oración. Según Calvino, el hombre tiene dos problemas: su propia estupidez y la falta de una idea clara de su miseria. Ambas son una razón importante para orar:
Por lo que hasta ahora hemos expuesto se ve claramente cuán necesitado está el hombre y cuán desprovisto de toda suerte de bienes, y como le falta cuanto es necesario para su salvación. Por tanto, si quiere procurarse los medios para remediar su necesidad, debe salir de sí mismo y buscarlos en otra parte.2
La “necesidad” del hombre tiene que ver con su salvación y su crecimiento en la gracia. Se trata de un énfasis muy distinto de lo que normalmente se tiene hoy en día. Según Calvino, Romanos 10:13-17 no solamente es un texto importante en cuanto a la fe, sino también tiene que ver con la oración, porque fe y oración van juntos. De la misma manera como la fe viene por el oír y la capacitad de oír viene de la Palabra de Dios, la oración también se alimenta de la misma fuente.
Así que por medio de la oración logramos llegar hasta aquellas riquezas que Dios tiene depositadas en sí mismo. (…) Encontramos y desenterramos los tesoros que se muestran y descubren a nuestra fe por el Evangelio.(…) Ciertamente no sin motivo asegura nuestro Padre celestial que toda la fortaleza de nuestra salvación consiste en invocar su nombre; pues por ella adquirimos la presencia de su providencia, con la cual vela, cuidando y proveyendo cuanto nos es necesario. (…) De allí nos proviene una singular tranquilidad de conciencia, porque habiendo expuesto al Señor la necesidad que nos acongojaba, descansamos plenamente en Él, sabiendo que conoce muy bien todas nuestras miserias. Aquel de quien estamos seguros que nos ama y que puede absolutamente suplir todas nuestras necesidades.3
Debo confesar que estas palabras me impresionan cada vez que las leo y me animan para orar.
Me temo que hoy en día nos falta muchas veces el entendimiento del punto central de esta afirmación: que toda la fortaleza de nuestra salvación consiste en invocar su nombre. Seguramente los creyentes en los tiempos de Calvino lo entendieron mejor que nosotros.
Calvino se centra más en la práctica de la oración que en su doctrina. Para él, la oración es la esencia de la fe cristiana, un regalo precioso y no una cuestión académica. Me parecen tan importantes y fundamentales sus ideas sobre la oración que voy a citar algunas frases a lo largo de este artículo. Espero que el lector encuentre en ellos un tesoro por descubrir y no una razón para aburrirse.
Su definición de lo que es la oración es revelador:
Es una especie de comunicación entre Dios y los hombres, mediante la cual entran en el santuario celestial, le recuerdan sus promesas y le instan a que les muestre en la realidad, (…) que lo que han creído simplemente en virtud de su Palabra es verdad, y no mentira ni falsedad.4
[destacate]Cavino expone que la oración es un regalo para el hombre, una forma de practicar la fe.[/destacate]Al argumento que la oración no tiene sentido a la luz de la omnisciencia y omnipotencia divina, Calvino responde que la oración es un regalo para el hombre, una forma de practicar la fe. Nuestras oraciones no contradicen a la providencia divina precisamente porque Dios ordenó los acontecimientos juntamente con las medidas que son su causa. Y una de las medidas es la oración.
Calvino habla de seis propósitos de la oración:
Refugiarse en Dios con cada necesidad
Aprender lo que realmente deberíamos pedir a Dios
Prepararnos con humildad para recibir lo que Dios nos va a dar
Meditar sobre la bondad de Dios al recibir lo que pedimos
Deleitarnos en sus respuestas
Reconocer su providencia, alabarle y confiar en su ayuda.
La oración, por lo tanto, va a profundizar nuestra relación con Dios.
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Para Calvino, fe y oración eran gemelos. Las promesas de Dios fortalecen y apoyan nuestra fe porque Dios se ha comprometido a cumplirlas. Hay varios principios que para él son fundamentales a la hora de orar:
Una actitud de profunda reverencia que sale de lo más profundo de nuestro corazón.
Mas sí creo que es necesario arrojar de nosotros todas las preocupaciones ajenas, que pueden desviar nuestra atención hacia otro lado y hacer que descienda del cielo para arrastrarse por la tierra. Asimismo sostengo que es preciso que el alma se levante por encima de sí misma; quiero decir, que no debe llevar ante la presencia divina ninguna de las cosas que nuestra loca y ciega razón suele forjarse.5
La convicción de nuestra necesidad de arrepentimiento. En este contexto, Calvino habla de acercarse a Dios con la humildad y la disposición de un mendigo.
“Es, pues, necesario que los fieles tengan mucho cuidado de no presentarse jamás delante de la divina majestad para pedir cualquier cosa, a no ser que la deseen de corazón y quieran obtenerla de Él.6
Nos acercamos a Dios con confianza y sin la menor confianza en nuestros propios recursos.
En suma: el principio y preparación para orar bien es pedir perdón a Dios de nuestros pecados humilde y voluntariamente, confesando nuestras faltas. Porque no debemos esperar que nadie, por más santo que sea, alcance cosa alguna de Dios, hasta que gratuitamente haya sido reconciliado con Él.7
Una actitud de total seguridad de ser oído.
Estando así abatidos y postrados con verdadera humildad, tengamos sin embargo buen ánimo para orar, esperando que ciertamente seremos escuchados. (…) Oprimidos por nuestros propios vicios, somos levantados por la sola bondad de Dios.8
Calvino es consciente de que estos cuatro principios, son difíciles de practicar y admite que nuestras oraciones son siempre inadecuadas. Pero a la vez insiste en que Dios acepta nuestros pobres intentos de acercarnos a él cuando le hablamos. Y en este contexto llega a una verdad sencilla, pero muy liberadora: la oración se aprende orando.
Para terminar el resumen de estos 77 páginas de su teología quiero mencionar otro tema que me parece fundamental en el enfoque de Calvino sobre la oración: enfatiza su aspecto trinitario. Poder hablar con Dios tiene su origen en el Padre que nos invita a orar, el Hijo lo hace posible y el Espíritu Santo lo genera en nuestras almas. El Dios trino da, escucha y responde.
En este contexto dedica mucha atención al papel de Cristo en la oración: Él es el nexo entre el creyente y el Padre. Y si no nos acercamos a Él en el nombre de Cristo (hablamos de la actitud, no de palabras añadidas automáticamente al final de una oración), la oración es tiempo perdido. Del Espíritu Santo Calvino habla de “nuestro profesor en la oración que nos enseña”. Es la tercera persona de la Trinidad que moldea nuestras oraciones de tal manera que penetran en el cielo mismo.
Eran algunos pensamientos y citas del gran reformador que quería compartir, casi como un aperitivo para abrir el apetito y leer más de ese hombre que como pocos, nos explica la esencia de lo que es la oración.
Este intento de resumir lo que Calvino dice sobre la oración, no hace justicia a la profundidad de lo expuesto en su libro. Pero si solamente alguno de mis lectores se anima a leer las 77 páginas que Calvino dedica a la oración, me sentiré satisfecho. Y eso por una razón sencilla: pocas veces se han escrito palabras más profundas y esclarecedoras sobre este tema. Yo por mi parte he aprendido mucho de él. Y aprendiendo a orar, me doy cuenta que soy un privilegiado.
Notas
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