Nadie duda hoy en España que la entrada de todos estos nuevos ciudadanos proveniente de países lejanos ha tenido un efecto dinamizador de la economía española. El consumo familiar se ha visto aumentado con los diferentes colectivos de inmigrantes que han entrado en nuestro país. En la construcción ha sido necesaria esa mano de obra para soportar el impulso que ha tenido este sector tan necesario que ha sido uno de los soportes importantes del crecimiento económico en España en los últimos años. No hace falta nada más que mirar quienes trabajaban en las grandes obras que se han hecho en Madrid. Yo, que día tras día me muevo por la zona centro, he visto todo el plan de rehabilitación que se ha hecho de esta zona y he podido contemplar la cantidad de marroquíes, latinoamericanos y de otra infinidad de países que han estado involucrados en esta profunda y macrorehabilitación del centro antiguo de Madrid. Nadie duda que la economía de Madrid se ha visto favorecida por la presencia de tantos ciudadanos jóvenes del mundo.
A la población española que rondaba el número de unos cuarenta millones en la década de los noventa, la inmigración le ha dado un impulso que nos ha lanzado hacia los cuarenta y cinco millones de habitantes.
El consumo de estas personas no solamente se reduce a la alimentación, sino que se nota también, por ejemplo, en la compra de viviendas. Dependiendo de los momentos, entre el 9 y el 13% de las viviendas vendidas en España las compran los inmigrantes dentro de nuestras fronteras y, además, se produce una ampliación de la demanda de todo tipo de servicios. También hay que valorar el hecho de que desarrollan todo tipo de trabajos que los españoles no desean realizar: nos cuidan los ancianos, nos llevan a los colegios a los niños, hacen innumerables tareas de limpieza, tanto doméstica como en otras áreas de empresa o en las calles, nos sacan los cubos de la basura y un largo etcétera casi imposible de enumerar. En todo esto se pueden observar multitud de factores que, de forma indudable, están aportando mucho al PIB en España.
Ante este panorama debemos hacer constar que, quizás para vergüenza nuestra, las condiciones de vida de muchos inmigrantes dentro de nuestras fronteras es deplorable. Un gran porcentaje de ellos tienen unas condiciones de vida duras, hacinados en viviendas pequeñas o, en un número enorme de casos, familias enteras dentro de una única habitación, compartiendo los retretes y las cocinas. En muchos trabajos son explotados de una manera que debería estar denunciada y perseguida: No hay horarios para muchos de ellos, son abusados en los salarios, se les suelen dar los trabajos más fatigantes y sucios y, quizás, como consecuencia de todo esto, son víctimas de un sinnúmero de accidentes laborales.
Esto, sin tener en cuenta los muchos que tienen que trabajar de forma clandestina -con lo cual todo tipo de abusos se ve aumentado hasta límites insospechados- debido a la dificultad que encuentran en la administración para conseguir los papeles. El mundo de los “sin papeles” es un submundo difícil en donde la dignidad puede ser robada muy fácilmente. Los únicos beneficiados de los “sin papeles” son los empleadores sin escrúpulos que, además de pagar menos de lo debido -muchas veces por debajo del salario mínimo interprofesional-, se están ahorrando todo tipo de gastos sociales, alrededor de un treinta por ciento sobre los salarios. Para los “sin papeles” hay un total descontrol tanto de los salarios como de las jornadas de trabajo. Aquí puede estar también la raíz de la alta siniestralidad de los inmigrantes en el tajo del trabajo duro que, en algunos casos, puede ser inmisericorde y brutal. Y no hablamos de la presión policial que se ejerce sobre muchos de ellos.
¿Cuál será la tendencia futura de los inmigrantes en España? Si hoy uno de cada tres trabajadores que se integran en el mundo del trabajo en España es inmigrante, de seguir esta tendencia, dentro de diez años más de un tercio de los trabajadores en España será procedente de la inmigración. ¿Qué puede llegar a ocurrir en los próximos treinta años? Está visto que caminamos hacia sociedades interculturales, cada vez más mestizas y en donde la ciudadanía que se tiene que valorar será la de ser ciudadanos del mundo. El otro tipo de ciudadanía será coyuntural y algo sobrevenido. Debemos conseguir, por tanto, que en nuestras poblaciones autóctonas aumenten los índices de natalidad, las tasas de fecundidad. No podemos mantenernos en la tasa de 1,2 niños por mujer. Los apoyos económicos y sociales a la natalidad tienen que aumentar. No podemos conformarnos con el lento caminar hacia una sociedad de viejos.
También, todo esto debe ser una reflexión para el pueblo de Dios. ¿Qué puede significar para los creyentes vivir la interculturalidad en igualdad, en justicia y en respeto mutuo?
Las sociedades laicas tienen su ética. Se plantean cuestiones sobre una ética universal con unos mínimos comunes que hagan que estas sociedades sean viables en su interculturalidad.
Los cristianos no nos podemos quedar atrás. Tenemos en nuestras manos una guía de valores que nos hace ser aptos y preparados para enfrentarnos a las nuevas sociedades plurales y diversas, pluralidad y diversidad que se ha de vivir desde el respeto, la justicia, la igualdad y la paz. Una guía de valores que jamás podrá ser superada por los códigos éticos, sea de una ética universal o sistemas éticos más localistas. Una guía perfecta que muchas veces olvidamos: los valores del reino que irrumpen en nuestra historia con la figura de Jesús. Valores de justicia, de igualdad y de fraternidad. Los valores en donde se apoya el concepto de projimidad que nos trajo Jesús. En la forma en que nos enfrentemos al mundo de la inmigración nos jugamos nuestra credibilidad como cristianos.
El mundo de la inmigración es una prueba para nuestra fe de la que hemos de salir triunfantes... con la ayuda de Dios.
Si quieres comentar o