El término “ciudades de acceso mundiales” ha sido acuñado para enfatizar la importancia de las misiones a las comunidades de la diáspora con conexiones mundiales. Un artículo de Charles Rijnhart.
En el campus de una universidad americana, una ajada tarjeta de biblioteca reposa dentro de un libro. Sus conocidos nombres estadounidenses serían totalmente intrascendentes hasta que una entrada de 1997 revela el nombre C. Gurung. El apellido Gurung indica un grupo étnico de Mustang, Nepal. Esta región es remota e inalcanzable, un inhóspito desierto de gran altitud situado en la frontera de Nepal y China. De alguna manera, un individuo de un aislado pueblo budista tibetano dirigió sus pasos a Estados Unidos a finales de la década de 1990 para recibir su educación. Entre las tapas de libros olvidados, encontramos evidencia de un tesoro espectacular. Los no alcanzados están entre nosotros, de ninguna manera inalcanzables.
En los centros urbanos estadounidenses de hoy, la presencia de grupos poblacionales no alcanzados es un fenómeno creciente. El término “ciudades de acceso mundiales” (global gateway cities) ha sido acuñado para enfatizar la importancia de las misiones a estas comunidades de la diáspora con conexiones mundiales. Global Gates, una agencia de misión de la ciudad de Nueva York, define a las “ciudades de acceso mundiales” como aquellas ciudades con poblaciones considerables de grupos poblacionales menos alcanzados “de los confines de la tierra” que son accesibles al testimonio cristiano y a través de las cuales sus poblaciones de origen en el extranjero podrían ser impactadas con el evangelio.[1]
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Otro término contemporáneo útil es “transnacionalismo”, que rompe con las definiciones tradicionales de inmigrantes como unidireccionales y permanentes, y considera que los inmigrantes hoy están firmemente arraigados en su nuevo país pero mantienen múltiples vínculos con su tierra natal.[2] La naturaleza transnacional de las ciudades de acceso mundiales está dando nueva forma, de maneras nuevas y apasionantes, a los antiguos supuestos sobre la accesibilidad de los grupos poblacionales no alcanzados.
La ciudad de Nueva York es conocida por tener los códigos postales más diversos del mundo con más de 637 idiomas y dialectos únicos documentados.[3] Si usted trabajara en un hospital en Queens, se encontraría entre personas como Tenzin, un hombre nacido en el Tíbet, criado en India, educado en Estados Unidos y que dedica su tiempo libre a recaudar dinero para apoyar a tibetanos en varios asentamientos en Nepal y la India. Es un budista tibetano, y está profundamente conectado a su comunidad de la diáspora. Es el ejemplo por excelencia de un residente de una ciudad de acceso mundial que representa a un grupo poblacional no alcanzado. Es tan accesible como un paciente o un compañero de trabajo y, a través de él, de pronto se vuelve accesible la oportunidad para toda una comunidad aislada por las dificultades y las barreras geográficas.
Hay tres factores principales en juego para poner el fundamento para personas como Tenzin y el surgimiento de ciudades de acceso mundiales: las políticas de inmigración, las oportunidades educativas y financieras, y la tecnología. En 2017, 50 millones de inmigrantes vivían en Estados Unidos, el 19% de la población migratoria mundial.[4] Es probable que otros países con políticas de inmigración hospitalarias también vean el fenómeno de la ciudad de acceso mundial. Aunque las políticas de inmigración cambian con los ciclos políticos y los climas, ha habido un aumento general de la inmigración en los últimos diez años. En 2017, el número de migrantes había alcanzado los 258 millones en todo el mundo, lo que supone un aumento de 173 millones con respecto al año 2000. Esto representa el 3,4% de la población mundial.[5] Con este tipo de movimiento, la diversidad de los inmigrantes también aumenta, llevando a aquellos grupos que una vez se consideraron completamente aislados a un repentino contacto con el mundo exterior por propia voluntad.
La facilidad con la que la gente puede ingresar a un país para trabajar es un antecedente significativo para el desarrollo y la presencia de las ciudades de acceso mundiales. Las oportunidades económicas y educativas de impulsión y atracción son factores causales adicionales. Mientras que las mayores migraciones son de naturaleza regional debido al alto costo de la reubicación en otras zonas, no es infrecuente que incluso grupos poblacionales lejanos se dirijan a centros urbanos en busca de mejores ingresos. Además, los estudiantes internacionales son el grupo de migrantes de más rápido crecimiento en el mundo, siendo Estados Unidos, el Reino Unido y Australia los países líderes especializados en la producción de educación.[6] Esto demuestra que, si bien las personas pueden amar y anhelar su hogar, son impulsados por las oportunidades de progreso económico y educativo que existen en otros lugares. Este desplazamiento de personas lejos de su hogar no implica un alejamiento completo de su cultura o de su pueblo, sino que buscan oportunidades en nombre del mismo pueblo que dejaron.
Finalmente, como un pegamento que mantiene todo unido, los avances tecnológicos, particularmente en lo que respecta a la conectividad de los medios sociales, son las puertas de acceso en el lugar de origen a las partes más inalcanzables del mundo. Las plataformas de redes sociales, como Facebook y WeChat, han creado interacciones sostenidas entre los migrantes y sus países de acogida. Estas comunidades digitales forman redes interconectadas de relaciones sociales que comparten ideas, información y recursos a pesar de la ausencia física.[7] Debido a estas conexiones frecuentes con el hogar de un inmigrante mediante voz, video, texto y otras aplicaciones de mensajería instantánea de Internet, la identidad cultural se mantiene a menudo intacta, o incluso se intensifica, en un intento de seguir siendo pertinentes para sus redes en el país de origen.
Con la aceleración de la urbanización, la globalización y este milagroso movimiento de personas, las organizaciones de misión han estado teorizando sobre cómo utilizar esta obvia oportunidad para cumplir la Gran Comisión entre las comunidades de la diáspora en las ciudades de acceso mundiales en todo el mundo. Enoch Wan propone que la realidad de las tendencias demográficas del siglo XXI requiere una estrategia de tres niveles: hacia la diáspora (evangelización y servicio), a través de la diáspora (utilizando a los cristianos de la diáspora para alcanzar a los suyos), y por y más allá de la diáspora (desafiando a los cristianos de la diáspora a participar en misiones interculturales).[8] El objetivo final del ministerio de la diáspora en las ciudades de acceso mundiales es no solo llegar a las comunidades de la diáspora que tienen conexiones con su país de origen, sino también movilizarlas y capacitarlas para las misiones de la diáspora a su propio pueblo y más allá de él mediante la extensión intercultural.[9]
La iglesia ya ha comenzado a utilizar estas conexiones de la diáspora que se encuentran dentro de las ciudades de acceso mundiales para cumplir con la Gran Comisión. Por ejemplo, en 2014 la Sociedad Evangélica de Misionología hizo de las personas de la diáspora el centro de sus conferencias regionales y nacionales. Conferencias como ésta han dado lugar a la formación de redes, asociaciones y publicaciones para ayudar a educar a la iglesia sobre las personas de la diáspora y la naturaleza estratégica de las ciudades de acceso mundiales para el avance de la Gran Comisión.
Aunque la iglesia está despertando al hecho de que las ciudades de acceso mundiales son estratégicas para el avance de la Gran Comisión, el trabajo entre grupos poblacionales no alcanzados en contextos urbanos no está exento de dificultades. Entre las deficiencias actuales de la labor misional en las ciudades de acceso mundiales figuran las siguientes: estilos de evangelización impersonales y a corto plazo, falta de cooperación interdenominacional, falta de capacitación y colaboración con las iglesias urbanas locales en la extensión intercultural y la no utilización plena de las iglesias de la diáspora que existen actualmente en la ciudad. Estas deficiencias, junto con el gasto astronómico de vivir en la ciudad, dificultan el ministerio urbano. La realidad es que muchos grupos poblacionales no alcanzados que viven en la ciudad, como los hindúes y los budistas, necesitan tiempo y relación para asimilar el concepto bíblico de Dios, la creación y el pecado antes de poder comprender completamente el evangelio.[10]
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La extensión misionera en las ciudades de acceso mundiales que entienda y evite estas implicaciones negativas incluiría una estrategia que ponga énfasis en una presencia a largo plazo. Esto incluiría la movilización de las iglesias locales para el ministerio intercultural colaborando con las iglesias de la diáspora dentro de la ciudad y proporcionando recursos financieros que den sostenibilidad a quienes buscan mantener una presencia a largo plazo. Las iglesias misionales mundiales necesitan empoderar a las iglesias de la diáspora del centro de la ciudad con los recursos financieros que necesitan para estar plenamente preparadas para tener un impacto a largo plazo en sus proyectos de misión, tanto locales como en el extranjero, así como para las necesidades de sus familias.
En una esquina bulliciosa de un barrio céntrico de Queens hay un edificio adornado con banderas de oración del budismo tibetano, un activo templo budista tibetano. El fundador es un inmigrante de las aldeas del Himalaya de Nepal que trabaja como taxista. Tiene nietos nacidos en Estados Unidos, y se sienten tan cómodos tomando un metro en Nueva York como un mototaxi en Katmandú. Son residentes de este nuevo mundo, ciudadanos de un portal mundial con acceso en un mundo e influencia en otro. Imagine si Cristo, vivo en uno de nosotros, se encontrara con él aquí, en su taxi, en un viaje de rutina en medio de nuestras apretadas agendas. ¿No podríamos preguntarnos, conteniendo la respiración, cómo el Espíritu Santo podría apoderarse no solo de un corazón, sino también de todo un grupo poblacional? En nombre de este hombre y de los grupos poblacionales no alcanzados, uno de los cuales él representa, te insto a no quedarte de brazos cruzados en un momento en que la cosecha ha llegado a nosotros.[11]
Charles Rijnhart (seudónimo) es doctorando en el Western Seminary y ahora sirve en Nepal con Diaspora Missions Initiative.
Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.
Notas
[1] ‘Defining Global Gateway Cities’, Global Gates, [Accessed 3 December 2019] ↑
[2] Nina Glick, Schiller, Linda Basch and Cristina Szanton Blanc, ‘From Immigrant to Transmigrant: Theorizing Transnational Migration’, Anthropological Quarterly Vol. 68, No 1 (January 1995): 48-63. ↑
[3] NYC Cultural Affairs Dept. ‘Maps’, Endangered Language Alliance, [Disponible 20 December 2019] ↑
[4] United Nations, ‘International Migration Report’, United Nations, [Accessed 5 December 2019] ↑
[5] Philippa Stroud, Rhiannon Jones and Stephen Brein, ‘Global People Movements’, Legatum Institute.London, 2018. ↑
[6] Massimilano Tani, ‘Migration and Education’, UNSECO Global Education Monitoring Report, ↑
[7] Jennifer M Brinkerhoff, Digital Diasporas: Identity and Transnational Engagement (Cambridge: Cambridge University Press, 2009) ↑
[8] Enoch Wan, Diaspora Missiology: Theory, Methodology, and Practice (Portland: Institute of Diaspora Studies, 2011), 185-88. ↑
[9] Enoch Wan and Anthony Casey, Church Planting Among Immigrants in US Urban Centers: The ‘Where’, ‘Why’, and ‘How’ of Diaspora Missiology in Action (Portland: Institute of Diaspora Studies, 2014), 104. ↑
[10] M. Tsering, Jesus in a New Age, Dalai Lama World: Defending and Sharing Christ with Buddhists (Upper Darby: Interserve, 2006), 223. ↑
[11] Nota del editor: Ver el artículo de Paul Hildreth “Compromiso con la ciudad” en el número de marzo 2014 del Análisis Mundial de Lausana ↑
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