Nosotros en España estamos en esa situación de pirámide demográfica envejecida y de gran longevidad debido a las buena medicina, higiene y alimentación. Necesitamos jóvenes que trabajen en nuestros campos, en nuestras empresas de construcción, en el servicio doméstico y en muchas otras áreas. Por eso no nos ha de extrañar el hecho de que se produzca ese trasvase de gentes provenientes de las migraciones internacionales que vengan a ocupar los espacios demográficos vacíos. Gentes variopintas, con distintos colores de piel, diferentes idiomas y acentos, diferentes formas de creer en Dios... pero parte de su imagen y a su semejanza. Partes o aspectos que van conformando el multiforme rostro de Dios.
Ellos necesitan ocupar los espacios demográficos vacíos por una simple cuestión de supervivencia en dignidad. Nosotros para tener gente joven y llena de energía que rejuvenezcan nuestra envejecida pirámide de población.
Necesitamos, también y desde el punto de vista práctico y económico, trabajadores que creen riqueza y que coticen para el sostenimiento de nuestras pensiones -es una falacia y una trampa el pensar que los inmigrantes vienen a quitarnos algo o a producirnos gastos-, necesitamos niños que vayan invirtiendo un poco nuestra pirámide de población.
Estamos llamados a sociedades mestizas, a ir completando ese puzzle que nos recuerde el multiforme rostro del Dios en quien creemos. España tiene una tasa de fecundidad de 1,27 hijos por mujer fértil, que tendería a ir bajando peligrosamente el número de habitantes de España. Si España hoy se aproxima a los 45.000.000 de habitantes, es porque hay casi un 10% de población inmigrante. Del 2,3% de inmigrantes en la población española en el año 2000, hemos pasado al 8% en el año 2004 y, en este momento, nos acercamos al 10%. Y hay que tener en cuenta que hay muchos inmigrantes que no están empadronados y que están en España como si no existieran. Por tanto nos estamos acercando en España a los cinco millones de inmigrantes, de los cuales, casi la mitad proceden de Latinoamérica.
Los marroquíes han estado encabezando el mayor número de inmigrantes por país, pero han sido superados por los ecuatorianos, que se unen a los muchos inmigrantes de otros países latinoamericanos. En España crece la diferencia, una diferencia que hay que respetar y tratar en un plano de total igualdad.
Más que inmigrantes son los nuevos ciudadanos de España que deben compartir sus derechos y deberes.
Al ver la situación demográfica de España, este número de inmigrantes tiene su cara y su cruz.
Muchas veces pensamos que los inmigrantes son una carga y vemos la inmigración como un problema. Pero sólo vemos como problema la inmigración que proviene de los países pobres, a pesar de los grandes beneficios económicos que nos proporciona. Tendemos a trazar dos tipos de modelo de inmigrantes: los extranjeros que vienen a España desde el primer mundo, o como dirigentes de grandes empresas multinacionales, los atletas, deportistas o futbolistas internacionales que manejan grandes sumas de dinero, o los jubilados que vemos en nuestras costas tomando el sol y disfrutando de sus altas pensiones, a los que aceptamos y agasajamos como clientes ricos, sin ponerles ningún tipo de obstáculo a sus actividades económicas o de ocio, y aquellos otros inmigrantes económicos o refugiados políticos, que huyen del fantasma del hambre o de la violencia, llegando con el dolor y el hambre pegada a sus estómagos viajando en pateras, en los bajos de los camiones o, en otros casos en medios de transporte más regularizado, pero en situaciones económicas precarias.
Muchos, ante estos inmigrantes
hablan del “síndrome de Johannesburgo”, que consiste en que las minorías enriquecidas y viviendo en la opulencia, sienten miedo y necesidad de defenderse de los colectivos empobrecidos, poniéndoles todo tipo de barreras y controlando todo su quehacer, sus traslados y sus formas de vida. Hacemos discriminación entre las personas, fundamentalmente entre los ricos y los pobres. Esta es una cuestión pecaminosa que no sólo hemos de evitar caer los cristianos, sino que hemos de denunciarla para no caer en el pecado de omisión. Tenemos que predicar la no discriminación y la acogida incondicional de todos. Si hubiera que hacer algún tipo de parcialidad o de discriminación positiva, habría que hacerla, siguiendo el ejemplo de Jesús, a favor de los más desfavorecidos, de los pobres y excluidos del sistema.
No se puede entender ni aprobar un crecimiento demográfico fuerte en el mundo pobre, lleno de niños y de jóvenes sin posibilidades de formación ni de trabajo y, en los países ricos, una pirámide demográfica a la baja, envejecida, pero rica y llena de todo tipo de posibilidades de bienes y servicios. Así, las migraciones internacionales son como un grito y una llamada a equilibrar el mundo. Una espita beneficiosa tanto para los más pobres como para los más ricos.
Quizás con estas migraciones nos podamos salvar todos, migraciones que al estilo de unos grandes vasos comunicantes, van llenando los espacios vacíos de juventud y de infancia que se encuentran en nuestras pirámides de población. Quizás esto repercuta en el rostro de Dios como un bálsamo que le tranquiliza... porque Él sigue sufriendo con los excluidos de la tierra y del sistema.
Si quieres comentar o