Los ladrones van a la oficina

“No hurtarás”

La situación de crisis en la cual nos encontramos desde el año 2008 es consecuencia directa de la transgresión del octavo mandamiento que prohíbe el robo. En la sociedad actual se roba de muchas maneras. En el lugar de trabajo se empieza con el robo de material de oficina, pasando por el robo de herramientas y sobre todo de tiempo que se contabiliza sin haber trabajado. Y finalmente llegamos a las oficinas de los directores donde se roban ideas, patentes, dineros públicos y hasta personal cualificado. Pero no termina allí.

Lo que causa un daño aún mucho mayor es el robo institucionalizado que se lleva acabo de forma oficial todos los días a través de instituciones bancarias y estatales.

El fenómeno, que es suficientemente documentado en prácticamente cualquier edición de los medios de comunicación, ha llegado a tales extremos que algunos dicen que vivimos en una cleptocracia¹. El dinero robado acaba en cuentas millonarias en Suiza o en paraísos fiscales que pertenecen a nuestros políticos de cualquier color y afiliación. Más bien parece ser la regla y no la excepción.

Pero lo que se lleva la palma es la sistemática expropiación de la clase media. Esto se consigue a través de varios métodos. Uno de ellos es el robo legalizado que se llama inflación de precios. Nuestro dinero pierde anualmente un promedio del dos por cien de su valor, según las cifras oficiales. Los datos reales son bastante más altos. Es decir: es un impuesto adicional causado por la mala gestión monetaria que empobrece sistemáticamente a una buena parte de la población. Desde la implementación del euro en el año 2002, los españoles han perdido el 25% de su poder adquisitivo. Lo más trágico es que poca gente se da cuenta de que se les empobrece de esta forma. Lo único que notan es que no llegan a final de mes. Y esto no ocurre por combustión espontánea, sino gracias a las políticas monetarias actuales.

Y si esto fuera poco, aquellos que aún tienen ahorros, se dan cuenta de que por el gran invento del interés cero o negativo, su hucha es cada vez más raquítica. Por supuesto, todas estas políticas financieras dirigidas por el Banco Central Europeo son solamente por nuestro bien. De eso se encarga sus presidenta, una ladrona condenada por la justicia francesa en 2016.²

Pero esto no es todo. Hay más formas de robo. Lo que en nuestros días ha surgido a la superficie es el robo de nuestros datos personales. Poca gente lo hubiera creído posible. Pero las posibilidades tecnológicas actuales convierten la famosa novela “1984” de Orwell en algo real. Y me atrevo a decir: la realidad supera la ficción. Nuestros gobiernos y empresas como Google y Facebook se han tomado la libertad de entrar en nuestra esfera privada para “adquirir” información en contra de nuestra voluntad y sin nuestro consentimiento. Por supuesto no se roban solamente datos privados de personas privadas, sino también informaciones confidenciales de empresas a gran escala. Y esto significa pérdidas importantes para el sector empresarial.

Nos hemos acostumbrado a que en el tema de la propiedad personal, cada vez tengamos menos derechos. Realmente muchas personas no se dan cuenta de que técnicamente hablando, no les pertenece prácticamente nada. Un coche que se paga con un crédito no se convierte en propiedad personal hasta que no se pague la última letra. Y exactamente lo mismo ocurre con un piso o una casa. Mucha gente se cree dueño de algo que no es suyo y nuestro tiempo nos ha devuelto a la realidad de forma muy cruda: el piso pertenece al banco que lo financia hasta que se pague la última letra y la hipoteca se cancela. Pero incluso después, nuestros derechos de propiedad son muy limitados, porque dependen del “alquiler” que tengo que pagar todos los años al ayuntamiento, que solamente se llama de otra manera: el IBI. Si uno quiere saber quién es el dueño real de la casa, que simplemente deje de pagar esta tasa y se dará cuenta enseguida. Y que puede haber expropiaciones “por el interés común” es tal real como que el sol sale todas las mañanas.

Todo eso tiene una larga tradición: El primer robo que se lleva a cabo en la Biblia, es el robo del fruto prohibido en el paraíso. Satanás mismo se encarga de asegurar a Adán y Eva que su adquisición ilegal no tendría consecuencias, sino solamente beneficios para ellos.

La primera vez que leemos en la Biblia de un robo institucionalizado es en Éxodo 1: faraón roba primero la libertad de los hebreos y la tierra que su propio antepasado les había regalado. Desde entonces, los tiranos han intentado robar la libertad y la propiedad de sus propios súbditos o ciudadanos una y otra vez, y de mil maneras.

En un estado democrático, este tipo de robo puede tener un aspecto más civilizado, pero en el fondo hablamos del mismo crimen. En el octavo mandamiento no dice: “no hurtarás - salvo por mayoría democrática”.

Si resumimos lo que este mandamiento establece y lo que luego se profundiza vemos lo siguiente:

En primer lugar, la Biblia deja muy claro que aquel que roba y hurta, tiene que ser condenado y castigado, no importa si acaba de llegar en una patera o si se trata del Jefe de Estado.

En segundo lugar, la Biblia también defiende la propiedad privada. Esto va incluido en el décimo mandamiento. Por lo tanto, apoyar medidas estatales que expropian parcial o totalmente a una persona que es dueña de un importe de dinero, una casa, etc. para luego redistribuir lo que se ha confiscado no es otra cosa que un robo legalizado.

Una persona que se ve privada sistemáticamente de una buena parte del fruto de su trabajo o de sus inversiones, difícilmente tiene razones para seguir con su negocio en un país que aplica este tipo de medidas.

El robo sistemático por parte del Estado o del sistema financiero de una buena parte de nuestros ingresos lleva directamente a la economía sumergida y a la corrupción que es uno de los males endémicos de países con impuestos elevados como es el caso de España.

Pensar que la propiedad de casi todo debería estar en manos del Estado y que las personas trabajarían con el mismo ímpetu por el bien común que por su propio bien, son ideas utópicas, pero no bíblicas. Que estas ideas no funcionan, se ve claramente en países con este tipo de ideologías.

En todo el mundo vemos un fenómeno universal: donde el robo se convierte en forma de vida (privado o estatal), vemos que es imposible que la sociedad avance. Y esta es también la razón por la que el socialismo light del estado de bienestar está llevando a Europa cada día un poco más al abismo. Programas de redistribución de la riqueza por manos del Estado, nunca ha llevado a una sociedad hacia el bienestar a largo plazo. Y esto no es una teoría. Es un hecho comprobable y comprobado.

¿Qué se puede hacer para remediar este problema?

1. La forma más importante de evitar el robo es el temor a Dios. La gente que cree que Dios es un Juez perfecto e implacable tendrá más cuidado con lo que hace. Es, por lo tanto, la tarea de la Iglesia quitar la máscara a aquellos que roban a los demás para su propio beneficio y decirles que algún día van a tener que rendir cuentas delante de Dios. Por esto, los ladrones no nos van a querer con locura. Pero no importa. Son gajes de oficio de la Iglesia. Esto forma parte de su función profética y proclamadora de la voluntad de Dios.

2. La familia cristiana debe educar a sus hijos en los principios de respeto hacia la propiedad privada.

3. Al mismo tiempo, la iglesia debe ser consciente de su gran oportunidad a la hora de ayudar a los desfavorecidos, es decir: aquellos que sufren necesidad sin haber sido culpables de su situación. Los programas de ayuda social son un deber de la Iglesia, no del Estado. Es precisamente porque las iglesias por regla general han dimitido de su responsabilidad por los desfavorecidos, que el Estado ahora asume su papel de benefactor y mesías con programas de redistribución de la riqueza. Las notables excepciones son aquellas iglesias que prosperan y crecen precisamente porque ayudan a los menesterosos con generosidad. Cuando Jesucristo fue ungido por la mujer con un perfume muy caro que equivalía al sueldo anual de un trabajador, precisamente Judas Iscariote - que era ladrón que metía su mano en la caja común - levantó su voz en protesta. La respuesta de Jesucristo fue reveladora:

Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien…” (Marcos 14:7)

El “vosotros” que está implicado en la respuesta de Jesucristo, se refiere a los discípulos y por extensión a la Iglesia. Y así la Iglesia siempre lo ha entendido a través de la historia, ejerciendo un papel importante de misericordia y ayuda al menesteroso. Delegar esta función al Estado, es privar a la Iglesia de una de sus herramientas más importantes.

No es en vano que algunos estados prohibieron u obstaculizaron la ayuda social de las iglesias, al darse cuenta del tremendo potencial de influencia sobre la sociedad que esto conlleva.

Y voy a terminar con una nota esperanzadora: en lugares donde el evangelio avanza y echa raíces entre la gente, los casos de robo de cualquier índole retroceden. Y que esto es un principio bíblico lo vemos en casos como Zaqueo y Mateo: Robar -incluso de forma institucionalizada- no tiene cabida en un corazón donde Jesucristo reina. Él mismo nos ha enseñado un principio muy importante en el sermón del monte: antes que nos roben, es mejor distribuir lo nuestro a aquellos que lo necesitan. Así no esperamos hasta que los ladrones vengan y nos lo quiten para malgastarlo entre sus enchufados.

Notas