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Misión descolonizadora

Si nuestros programas y eventos de discipulado no preparan a los cristianos para entender y vivir con el sufrimiento y el sacrificio, solo seguirán a Jesús cuando todo vaya bien. Por Israel Oluwole Olofinjana.

LAUSANA 15 DE OCTUBRE DE 2020 10:00 h

Este artículo[1] explora la relación entre la misión y el sufrimiento, con un enfoque particular en cómo discipulamos a las personas durante y después del COVID-19. La pandemia ha sido a escala mundial, afectando en el momento de escribir este artículo a 213 países, causando múltiples muertes, pérdida de comunidad, pérdida de empleos, aumento de problemas de salud mental y aumento de ansiedad y miedo. Ha traído un sufrimiento sin precedentes a millones de personas en todo el mundo, con lo cual surge la pregunta: ¿cómo puede la iglesia responder a este sufrimiento mundial? Tal vez más sucintamente, ¿cómo debería la iglesia hacer misión en un contexto de sufrimiento y pérdida?



Además, el COVID-19 ha afectado todas las áreas de la vida, incluida la política, la salud, la medicina, los negocios, la educación, los deportes, las industrias del entretenimiento, los medios de comunicación y, por supuesto, ¡la iglesia! Si el COVID-19, con sus consecuencias, ha afectado la forma en que vemos el mundo en cada emprendimiento de la vida con cierta duración, ¿ha inspirado entonces un nuevo paradigma que requiere un nuevo modelo de discipulado y misión?



Este artículo argumenta usando el modelo de discipulado de sufrimiento y sacrificio de Jesús, proponiendo la necesidad de interactuar con las teologías del Mundo Mayoritario cuya experiencia de sufrimiento histórico y contemporáneo es un modelo listo para usar. Este modelo de sufrimiento disponible es un ingrediente esencial para descolonizar los modelos de discipulado y misión occidentales.[2]





Sufrimiento y sacrificio: características distintivas del discipulado de toda la vida



La pregunta crucial con la que he estado luchando es: si la forma de vida de Jesús incluye el sufrimiento y el sacrificio, ¿cómo puede nuestro discipulado de toda la vida girar alrededor de estos conceptos? Queremos ser seguidores de Jesús, pero solo cuando es conveniente o cuando nos beneficiemos de la relación. Sin embargo, el llamado imperativo de Jesús a sus discípulos era: si alguien quiere seguirlo, debe negarse a sí mismo y llevar su cruz (Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23). Negarnos a nosotros mismos en una sociedad consumista, materialista e individualista implicaría sufrir y llevar la cruz, y significaría que estamos dispuestos a sacrificarnos hasta la muerte por el reino de Dios.



La implicación de esto es que, si nuestros programas y eventos de discipulado no preparan a los cristianos para entender y vivir con el sufrimiento y el sacrificio, solo seguirán a Jesús cuando todo vaya bien. El resultado es que, cuando las cosas se pongan realmente difíciles, le darán la espalda a Dios. Por otra parte, si seguimos a Jesús como el único estilo de vida y no como un estilo de vida opcional cuando es conveniente y cómodo, ponemos cada parte de nuestra mente, voluntad y emociones, y todos los aspectos de nuestra vida —trabajo, familia, educación, pasatiempos, finanzas— ante Dios para que los use como le plazca y cuando quiera llamarnos.



Después de que Jesús dio una seria enseñanza sobre lo que significa creer y seguirlo, muchos de los judíos le dejaron. Entonces les hizo a los discípulos una pregunta importante, “¿También ustedes quieren marcharse?” (Juan 6: 67). La respuesta de Pedro a esa pregunta es muy importante para nuestro discipulado hoy. Le dijo a Jesús: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6: 68). La respuesta de Pedro está condicionada por el entendimiento de que seguir a Jesús, incluso cuando es duro y difícil, no es un estilo de vida opcional, sino que su propia supervivencia depende de ello. El discurso cambia cuando vemos el discipulado no como una forma de estilo de vida alternativo, sino sabiendo que nuestra propia supervivencia depende de ello.





Un nuevo paradigma: un nuevo modelo de discipulado



Como se mencionó anteriormente, el COVID-19 y sus consecuencias están reformulando la forma en que vemos la realidad, cambiando y cuestionando todo lo que conocemos. Este cambio no será solo por unos meses sino, de acuerdo con muchas proyecciones actuales, por varios años más. Esto no es necesariamente lo nuevo que reemplaza y desecha por completo lo viejo, sino un nuevo paradigma, una nueva comprensión de nuestra realidad existencial.



David Bosch, siguiendo la teoría del paradigma de Thomas Kuhn, señaló los diversos cambios de paradigma en la teología y la misión durante las diferentes épocas del cristianismo: el cristianismo primitivo, el período patrístico, la Edad Media, la Reforma, la Ilustración y la era ecuménica.[3] La teología y la misión modernas, enraizadas en las tradiciones de la Ilustración, han moldeado durante mucho tiempo nuestro modelo de discipulado. El resultado es un modelo de discipulado dicotomizado e influenciado por el mito del progreso, un patrón de discipulado que compartimenta nuestras vidas de manera que el cristianismo parece ser pertinente el domingo pero no el lunes a viernes en el lugar de trabajo. Además, la característica consumista de la vida moderna/postmoderna ha dado forma a nuestro discipulado con la idea de opciones, progreso y codicia.



Si bien la iglesia emergente del contexto postmoderno con el modelo de discipulado basado en toda la vida y expresado a través de las comunidades misionales[4] ha cuestionado este modelo previo de discipulado, no ha sido deconstruido completamente. Aquí es donde resulta muy útil el penetrante análisis de Michael Stroope sobre el lenguaje de la misión como problemático por su falta de uso en el texto bíblico y su vínculo con la conquista y el colonialismo.[5] Aunque todavía no abandona el lenguaje de la misión, la tesis de Stroope nos permite descolonizar la misión y el discipulado. No obstante, un ingrediente clave que falta en este proceso de descolonización es la perspectiva de alguien de afuera que no esté moldeada por una visión del mundo de la Ilustración. Aquí es donde se necesitan las perspectivas de algunos de los cristianos del Mundo Mayoritario sobre el discipulado y la misión.



Una pregunta crucial es, entonces: si el coronavirus ha puesto en evidencia que la vida es ciertamente temporal y que el sufrimiento y el dolor son reales, ¿qué clase de discípulos necesitamos para discipular a otros en este contexto?



Las ideas de sufrimiento y sacrificio son relativas. El sufrimiento de los cristianos del Mundo Mayoritario que son refugiados, solicitantes de asilo y migrantes económicos será muy diferente del de los cristianos europeos blancos de clase media. No estoy abogando por que los africanos, asiáticos o latinoamericanos tengan el monopolio del dolor y el trauma. Lo que quiero destacar es el hecho de que las historias de algunos países del Mundo Mayoritario (África, Asia, América Latina y el Caribe) demuestran que ciertas regiones del mundo han sufrido injusticias sistémicas e institucionales como el comercio de esclavos, la servidumbre por contrato, el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo. Esto hace que los cristianos del Mundo Mayoritario estén acostumbrados al sufrimiento y al dolor. Además, los legados de estas injusticias institucionales continúan en las vidas de muchísimas personas del Mundo Mayoritario. Un ejemplo reciente es la representación desproporcionada de personas de la Etnia Minoritaria Asiática Negra (BAME) en los servicios de primera línea en el Reino Unido, que ha provocado la muerte de muchas de estas personas durante la pandemia. Si bien el coronavirus afecta a todos, ya sean ricos o pobres, blancos o negros, se ha hecho evidente a partir de los datos de la Oficina de Estadísticas Nacionales y Salud Pública de Inglaterra que plantea un mayor riesgo para las comunidades más pobres, incluidas las personas BAME.[6]





Perspectivas de las teologías del Mundo Mayoritario sobre el discipulado de toda la vida



Habiendo argumentado que las personas del Mundo Mayoritario parecen sufrir más debido a problemas sistémicos y estructurales en nuestro mundo injusto, esto provee entonces un modelo disponible para que la iglesia mundial aprenda de las teologías del Mundo Mayoritario sobre modelos de discipulado enraizados en el sufrimiento y el sacrificio causados por la desigualdad económica social. Muchas de estas teologías contextuales se originan en el contexto de la pérdida y el dolor. Un ejemplo será la Teología de la Liberación, que se desarrolló en el contexto de la pobreza socioeconómica de América Latina, cuando la iglesia católica respondió poniéndose del lado de los pobres y marginados.[7]



En el contexto africano, la Teología Negra surgió en el África meridional para poner en tela de juicio la injusticia sistémica causada por el régimen del apartheid. La teología política africana que se desarrolló en otras partes del continente también tiene algo que ofrecer en cuanto a la teología del lamento. Un ejemplo destacado es la obra del teólogo católico romano ugandés Emmanuel Katongole que, en su libro, habla del mal y el trauma del reciente conflicto del Congo y de la necesidad de saber cómo hacer lamento.[8] Si hay algo común a estas teologías es que toman el sufrimiento de los pobres y los oprimidos como su lente hermenéutica, y por lo tanto su comprensión del discipulado está enraizada en la humildad y el sacrificio de Jesús y en cómo eso dio forma a la praxis de su ministerio.



Los cristianos del Mundo Mayoritario que se han trasladado a Europa o a América del Norte a través de diversos factores migratorios vienen con esta noción y experiencia del discipulado. Así que los cristianos de la diáspora comprenden por experiencia propia que el discipulado de toda la vida conlleva diferentes tipos de sufrimiento y exige sacrificio. Si la iglesia quiere hacer discipulado y misión adecuadamente en este clima de coronavirus, necesitamos comprender cómo Jesús entendía el sufrimiento y el sacrificio. Parte de esa misión significará usar la noción en la Teología de la Liberación de responder intencionalmente en solidaridad con los pobres que son más afectados durante esta crisis.



Varias organizaciones paraeclesiásticas y agencias de misión occidentales ya están involucradas en el discipulado de toda la vida, pero lo que creo que falta son las voces del Mundo Mayoritario en estas conversaciones y organizaciones. Conozco a muchos que no se han involucrado adecuadamente con los puntos de vista de los teólogos del Mundo Mayoritario en sus programas de discipulado de toda la vida ni han empleado personal del Mundo Mayoritario en sus organizaciones. Me parece que, en el clima actual y posterior al coronavirus, será importante consolidar nuestros recursos y encontrar formas pragmáticas de asociación para que nuestras actividades de discipulado puedan ser enriquecidas por las experiencias de los cristianos del Mundo Mayoritario, incluidos los de la diáspora en Occidente. ¿Qué podría ser más emocionante que escuchar las voces de teólogos africanos o latinoamericanos en nuestra apologética, conversaciones misionales de iglesias y capacitación en el discipulado de toda la vida de Occidente?[9]



Observaciones finales



Este breve artículo ha tratado sobre la exploración de las oportunidades y retos del nuevo contexto que nos presenta el COVID-19 y cómo respondemos como personas de fe. He considerado en particular el sufrimiento y el sacrificio de Jesús como las marcas distintivas de un discipulado de toda la vida necesario para comprender el dolor y la pérdida causados por el COVID-19. Estas características del discipulado son fuertemente defendidas en las teologías del Mundo Mayoritario debido a sus experiencias de injusticias socioeconómicas. He sugerido que la iglesia mundial puede aprender de los cristianos del Mundo Mayoritario la comprensión de un modelo de discipulado de toda la vida enraizado en la liminalidad y la humildad. Para que esto suceda, necesitamos una asociación igualitaria que involucre las voces de los teólogos del Mundo Mayoritario en el movimiento de discipulado de toda la vida de Occidente.



 



Israel Oluwole Olofinjana es el director del Centre for Missionaries from the Majority World y pastor en Woolwich Central Baptist Church.



Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.



 



Notas





  1. Una versión preliminar de este artículo fue publicada por primera vez en mayo de 2020 en el sitio web de Hope 15:13, 

  2. Estoy usando la misión descolonizadora en el sentido de que los pensamientos occidentales han moldeado durante años y por lo tanto han colonizado nuestra comprensión de la misión. La misión descolonizadora significa considerar cómo los cristianos del Mundo Mayoritario entienden el discipulado y la misión. 

  3. David Bosch, Transforming Mission: Paradigm Shifts in Theology and Mission, 20th Anniversary Edition (Maryknoll, New York: Orbis Books, 2014), 187-92. 

  4. Missional communities as defined by the Gospel and Culture network are communities called to represent the compassion, justice, and peace of the reign of God. The distinctive characteristic of such is that the Holy Spirit creates and sustains them. See Darrell L Guder (ed), Missional Church: A Vision for the sending of the Church in North America (Grand Rapids, MI, Wm. B. Eerdmans Publishing, 1998), 142. 

  5. Michael Stroope, Transcending Mission: The Eclipse of a Modern Tradition (London, Apollos an imprint of Inter-Varsity Press, 2017). 

  6. Discrimination on the front line of the coronavirus outbreak may be a factor in disproportionate BAME deaths among NHS staff, accessed 14 May 2020. 

  7. See as an example, Gustavo Gutierrez, A Theology of Liberation (London: SCM Press, 1974). 

  8. Emmanuel Katongole, Born from Lament: The Theology and Politics of Hope in Africa (Grand Rapids: Eerdmans Publishing, 2017). See also Cathy Ross, ‘Lament and Hope’, accessed 6 May 2020,. 

  9. Nota del editor: Ver el artículo de Stian Sørlie Eriksen “Relaciones entre Iglesias de inmigrantes y mayoritarias en Occidente”, en el número de julio 2019 del Análisis Mundial de Lausana 



 

 


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COMENTARIOS

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Galo
15/10/2020
18:05 h
1
 
El problema es qué tanto pueden ofrecer los cristianos al respecto. En AL, por ejemplo, cuando la iglesia católica empezó a debilitarse, los evangélicos, en vez de constituirse en la alternativa que prometieron, decidieron simplemente asaltar el poder y ya ahí repetir el mismo discurso y moralizante ajeno a la realidad de los romanistas. Más encima con una evidente falta de preparación teológica e intelectual en general
 



 
 
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