Esto afecta también a los evangélicos españoles, muchos de los cuales, debido a las circunstancias históricas del pasado cercano, ven en todo esto la lucha de lo bueno (las derechas políticas) contra lo abominable y malo (las izquierdas).
En el caso de la iglesia católica, a quien respeto y -dicho sea de paso- de quien he leído infinidad de libros católicos que he integrado en mi acervo cultural y cristiano, hay que recordar, sin embargo, que, al menos como institución, bendijo al nacional catolicismo y que disfrutó mezclando la religión con las ideas políticas franquistas en los libros escolares de los tiempos del franquismo. Por eso llama la atención esa llamada a la objeción de conciencia y ese clamor por la libertad de conciencia, libertad que casi nunca ha permitido desde sus filas. Estoy seguro que éstos, que bendijeron la intolerancia, estarían hoy encantados si pudieran volver a dominar los libros de texto al estilo del tiempo franquista. Por eso, hay que tener mucho cuidado en la forma en cómo se critica esta Educación para la Ciudadanía desde el ámbito evangélico, reales defensores a lo largo de la historia de la libertad de conciencia y del respeto a la diferencia, a los diferentes. He leído en un artículo de un evangélico que llama a unirnos a los católicos en la objeción de conciencia contra la EpC. Si fuera exclusivamente una cuestión moral o de ética cristiana, no tendría inconveniente, pero detrás de todo sigue latiendo las preferencias de política partidista. Yo creo que ya es suficiente que los evangélicos que así lo sientan, objeten, si ven que, realmente, es necesario hacerlo, desde su propia singularidad y responsabilidad cristiana y política.
El Comunicado sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía que ha emitido la Alianza Evangélica, me parece bastante equilibrado. Es verdad que en lo relativo a la ética personal no se debe diseñar un “catecismo secular” que nos diga la moral que es buena y la que es mala, pues, desde la escuela pública, solamente se debe enseñar en línea con la pluralidad moral que hay en nuestro país. Se debe legislar y enseñar respetando la moralidad personal de cada uno de los colectivos humanos de todo un país. Un gobierno de un país no confesional debe legislar para todos, teniendo en cuenta las minorías. No solamente hay que respetar los derechos humanos, sino los derechos de toda minoría social, incluyendo lógicamente el colectivo gay. Los cristianos no deben pretender que un gobierno en un país no confesional gobierne teniendo en cuenta los valores del Reino. En ese sentido lo válido es la participación de los evangélicos en política como estamos defendiendo en esta serie de LA FE Y LA POLÍTICA. Por todo esto, es también loable que la Alianza Evangélica se haya dado cuenta de que no se puede apoyar la imposición de una moral confesional, incluyendo la asignatura confesional religiosa. Lo que sí se debe enseñar, es el respeto a la diferencia tendente a poner las bases de un comportamiento auténticamente democrático y cívico. Y, si es cierto que se debe enseñar el respeto a los Derechos Humanos, también se debe enseñar el respeto al diferente, aunque éste sea homosexual ya que éste es el tema en el que algunos ven un ataque frontal a la moral cristiana, aunque lo verdaderamente cristiano es el respeto a la no discriminación.
Ni al Gobierno ni a las leyes, ni a la asignatura EpC, compete decir que el matrimonio homosexual sea bueno o malo, pero sí le compete enseñar el respeto a la diferencia, tendente a un comportamiento cívico, democrático, informado y responsable que respete la no discriminación. Respetar no es considerar moralmente bueno, ni promover. Sería lo único que se podría objetar de la EpC en el caso de que se estuviera imponiendo una moral específica como buena o promoviéndola. Pero, ante los déficits cívicos y las carencias que hay en cuanto a la consideración de fenómenos nuevos como la interculturalidad o la propia globalización, la asignatura EpC no es sólo adecuada, sino necesaria. Estos déficits se deben todavía a herencias de nuestro pasado cercano en donde generaciones fueron formadas en un espíritu nacional totalmente dogmático y con una influencia sectaria de la iglesia católica. Quizás por todo esto nos viene bien que el Consejo de Europa declarase el año 2005 como “Año Europeo de la Ciudadanía a través de la Educación”. Desde la Escuela, aunque no sólo desde ella, se debe promover una ciudadanía responsable y, además, activa e informada para favorecer la convivencia social entre los distintos grupos, minorías e identidades culturales.
Por otra parte, si bien es cierto que la educación en valores le corresponde a la familia o, en su caso, a la iglesia, la escuela también podrá impartir unos mínimos comunes a las diferentes morales o éticas personales, dando valores de tolerancia y responsabilidad, de pluralismo e igualdad, de respeto y responsabilidad, de comportamiento cívico, de participación responsable. En cualquier centro de enseñanza se deben impartir normas y valores que van a requerir acciones paralelas entre la escuela, la familia y, en su caso, la iglesia. Tenemos que aprender tanto a educar en democracia como para la democracia. El Consejo de Europa dice que la EpC se refiere al “conjunto de prácticas y actividades diseñadas para ayudar a todas las personas, niños, jóvenes y adultos, a participar activamente en la vida democrática, aceptando y practicando sus derechos y responsabilidades en la sociedad”. Y creo que nadie pueda negar que entre los ciudadanos españoles hay una ausencia grande de cultura democrática debido a que nuestra historia reciente ha estado preñada de ideas y tópicos antiliberales y antidemocráticos. Hay muchas personas que todavía, en la España de hoy, no viven los valores respetando el pluralismo, no entienden de consenso ni respetan la libertad individual, fundamentalmente de ciertas minorías. El respeto a toda minoría social debe ser un derecho humano fundamental. Y esto no se defiende solamente con la palabra, sino con el ejemplo.
Por tanto, la promoción de la cohesión social y de la participación activa de los ciudadanos y el respeto a los Derechos Humanos y a toda minoría social, debe ser promocionado por los cristianos y no romper el consenso en pro de la defensa de unos intereses políticos usando la crispación de un pueblo que, aunque es agresivo, es también sumiso y se deja arrastrar por los líderes políticos y sociales. Y aunque, como afirma la Alianza Evangélica Española en su comunicado, la función del Estado debe ser subsidiaria a la función de la familia en temas de moral y ética personal, no se deben anular los mínimos de responsabilidad del Estado, de los gobiernos y de la escuela en la formación de la ciudadanía.
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