Pues bien, respeto tanto el concepto de Economía del Reino del pastor Miguel Díez, máxime cuando dirijo una ONG que no nada en la abundancia económica y que tiene que mirar muy bien como emplea sus escasos recursos, pero ideológicamente y desde mi fe de cristiano que tiene que actuar en el mundo y ser también una voz de denuncia, al menos en este artículo, me pongo en línea con la Economía de Dios o la Economía del Ágape, aunque sé que Miguel, por la obra internacional que hace a favor de los pobres y desfavorecidos del mundo, también está en esta línea.
Así, pues, me alineo con la crítica que puede partir de la Economía Ágape, simplemente porque el concepto de pobreza tiene un ámbito planetario, afecta a más de media humanidad teniendo a su base más de ochocientos millones de hambrientos, millones de niños que mueren por desnutrición y millones de adultos que no llegan a viejos o que envejecen prematuramente. Este escándalo asombroso, al que se dedica poca denuncia desde los ámbitos del cristianismo, necesita ser criticado desde los valores del Reino. Necesita ser criticado desde aquellos que conocen el concepto de projimidad tal como nos lo presenta Jesús que, a su vez, entronca con toda la denuncia profética a favor de los injustamente tratados, empobrecidos y oprimidos.
La Economía de Dios tiende a afirmar que la abundancia del planeta tierra es para todos en el mismo plan de igualdad y de dignidad humana. Afirmaría que si todos somos criaturas de Dios e hijos del mismo Padre, la redistribución de los bienes del Planeta Tierra tiene que ser justa, con una economía sostenible desde puntos de vista ecológicos como corresponde a la función del hombre: administrar bien los bienes del Planeta Tierra de forma solidaria, participativa y justa.
Los cristianos no deberían coquetear con otras líneas de acción en donde el único valor es el dinero en un mercado llamado libre, pero en el que está vetada la participación de los pobres del mundo. Eso es inhumano y está en contra del concepto de projimidad de la Biblia. La Economía de Dios o del Ágape, lo único globalizado debe ser la solidaridad, la dignidad de las personas… el amor. En la Economía de Dios tiene que reinar la justicia que dé lugar a una justa redistribución de los bienes del Planeta Tierra.
Tenemos que dar gracias a Dios por todos los cristianos que están promoviendo un comercio justo, por los que afirman que, en vez de estar en la lógica cruel e inhumana de un comercio que se mueve para generar intereses para los ricos, se debe estar luchando por un sistema alternativo en el que se priorice la eliminación del hambre y de la pobreza en el mundo, un sistema basado en los valores del Reino que se encuentran en tantas parábolas, también llamadas del Reino, en donde Jesús nos da unos valores en donde los pobres, los últimos y los ínfimos son restaurados y llevados al plano de lo que es, sacándoles del no-ser de la marginación y opresión.
El elevar nuestra voz a favor de los empobrecidos de la tierra, debería ser nuestro auténtico ritual, por encima del ayuno, de las genuflexiones, de los cilicios y de las cenizas… por encima del hecho de calentar los bancos de las iglesias, si es que esto no nos lleva al compromiso con los débiles, con el prójimo… es decir, a un auténtico compromiso con Dios, porque el que ama a Dios no puede aborrecer ni dejar, insolidariamente, a su hermano hundido en la pobreza y con su dignidad robada. Los cristianos no debemos ser esclavos de la ideología neoliberal del comercio libre que deja en la estacada de la pobreza a más de media humanidad.
Los cristianos debemos ser personas que, como Jesús, debemos defender las causas de los empobrecidos del mundo, de los oprimidos y de los injustamente tratados. Ahí estarían las claves de una auténtica Economía de Dios, de una Economía del Ágape, de una Economía de la Reconciliación entre los hombres.
La justicia de Dios no sólo debe traducirse en la justificación que, por fe, esperamos salvación en un futuro escatológico, sino también, en una justicia que afecta a la economía, porque la economía, al ser algo que afecta a los hombres, imagen y semejanza de Dios, es algo que afecta a Dios mismo. Y cuando hacemos Economía de Dios o Economía del Ágape, el Señor nos dice: “Por mí lo hicisteis”… y en los ámbitos celestiales hay fiesta y regocijo porque algo de justicia, al menos una voz o un gesto, aún queda en el mundo.
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