Otro de los problemas entre estos pueblos que rompe esa idea de comunidad de pueblos en igualdad, son las todavía graves diferencias económicas y sociales que hay entre ellos. Habría que ir a las raíces de estas diferencias y hacer que las estructuras sociales, económicas y culturales que producen estas diferencias, puedan ser estudiadas, corregidas o destruidas en orden a una mejor solidaridad entre esa comunidad de pueblos. Si es verdad que entre estos pueblos se puede dar el derecho a emigrar buscando mejores formas de vida, como ha sido el caso de las migraciones internas de España, también se debería dar el derecho a no emigrar por simples necesidades económicas. Esto habría que superarlo definitivamente. De no ser así, la desigualdad económica es otro tipo de violencia.
Aún hay otro tema violento más en esta comunidad de pueblos: la violencia terrorista que hoy se mira con cierta esperanza desde el llamado “proceso de paz”. Es la otra violencia. La que, a veces, consideramos la violencia por excelencia. Contra ella se ha luchado con todo tipo de medios judiciales, de negociación o policiales. En el ámbito mundial se ha luchado contra ella generando otras grandes violencias... guerras. La lógica de muerte del terrorismo, ha ido mostrando que éste no se puede eliminar violentamente. La violencia genera, ineludiblemente, más violencia.
En España se han ganado parcelas al terrorismo. Quizás sea un mérito de toda la comunidad de pueblos que es España y, además, muchos otros lazos de ayuda que nos llegan también desde el exterior. Así, se da una confluencia de factores: los esfuerzos de los últimos gobiernos del PP, los del actual gobierno socialista, los resultados y aciertos policiales, la lucha y sensibilización internacional contra el terrorismo, las diferentes conversaciones con ETA de los diferentes negociadores gubernamentales... aunque siempre nos asaltan mil dudas, quizás justificadas, que nos llenan de temor de cara al futuro.
Cuando miramos los duros avatares políticos en España en torno a todos estos temas, nuestra esperanza, a veces, parece que se nos debilita. Sobre todo cuando pensamos en la posibilidad de paz. Tenemos muchos miedos de que el terror se vuelva a imponer y que nuestra esperanza quede desvanecida. Pero los cristianos tenemos el mandamiento de buscar la paz, de intentar que la vida acabe imponiéndose sobre la muerte, de conseguir que el hombre pueda sentirse reconciliado con Dios y con el prójimo. Tenemos el mandato de amar a nuestro prójimo, aunque éste, a veces, se nos configure como nuestro enemigo.
También está el mandato de la solidaridad económica, parte esencial del concepto de projimidad que nos trajo Jesús. Ambos mandatos, el de la paz y el de la solidaridad económica, emanan del concepto bíblico de projimidad. Los dos mandatos han intentado ser defendidos muchas veces con la fuerza de las armas, pero ambos objetivos se pueden buscar también sin ningún tipo de violencia. El hombre tiene muchas posibilidades de actuación pacífica. ¿Podrá ser así en nuestro llamado proceso de paz? Las pistolas y todo tipo de armas deben quedarse mudas para siempre.
Todos los que nos consideramos discípulos de Jesús, deberíamos ser los primeros comprometidos en la construcción de la paz y de la reconciliación. Reconciliación que debe ser también económica, cultural, de respeto identitario y en el ámbito de todo tipo de oportunidades. Así, reconciliación sería también eliminar las grandes diferencias económicas. Si hablamos de nuestro país, se podrían ver tanto en los ámbitos territoriales, dentro de las diferentes comunidades autónomas en donde siguen existiendo bolsas de pobreza, pero también en los ámbitos interterritoriales. Hay comunidades más pobres que otras. Es necesaria una más fuerte solidaridad interterritorial entre los diferentes pueblos de España... y no hablemos de la necesidad de esta solidaridad en el ámbito internacional. Lo mismo con la paz. Paz no sólo en el caso español del terrorismo de ETA, sino a todos los niveles en el ámbito mundial o internacional. No sólo matan las pistolas. Hay otros tipos de terror. Hoy hay, por ejemplo, una especie de genocidio por el hambre en muchos países del mundo. Estas violencias, nunca se podrán erradicar con otras violencias, ni con métodos policiales, ni con la revolución sangrienta que muchas veces se ha querido usar. Prefiero pensar en la búsqueda de soluciones pacíficas. Lo mismo pienso en el caso de ETA y de España. La paz no se consigue sólo con las fuerzas policiales ni con las guerras. Lo único que se consigue con ésta, es la violencia institucionalizada, la paz de los cementerios que, a veces, también llamamos ingenuamente paz. Este ha sido el resultado de muchas revoluciones sangrientas.
Los cristianos deben ser comunicadores, anunciadores y educadores de paz... aunque en esta tarea tengamos que afrontar ciertas pérdidas o riesgos. Los cristianos deben ser los hombres del diálogo, de la humildad, de la paciencia, de la resistencia no violenta, buscadores de justicia, de amor, de misericordia. Debemos ser agentes de orientación y animación para la paz y la justicia, también la justicia social y económica entre los pueblos. Promotores de paz. Para los cristianos la búsqueda de la paz y la solidaridad entre los pueblos, no es sólo una cuestión de ética social o de ética ciudadana. Menos aún es buscar la paz que más nos convenga, ni la igualdad fundamentada en violencias más o menos institucionalizadas. Es una responsabilidad que emana de la vivencia de nuestra fe, un sentimiento de fraternidad entre todos los pueblos y naciones... es una responsabilidad que emana del hecho de ser discípulos de Jesús. Es la búsqueda de la vida, de la vida abundante. Tenemos que hablar, denunciar, predicar, negociar... convencer.
Es por eso que, aún sin saber cual va a ser el futuro de esta comunidad de pueblos que llamamos España, menos aún de la comunidad de pueblos que es el mundo entero, saludo los periodos de tiempo de no muerte como ocurre desde hace ya tres años con nuestro terrorismo interno de ETA. Independientemente de las opiniones políticas y otras visceralidades, saludo este tiempo de vida, de silencio de las pistolas. Saludo también todo gesto de solidaridad económica entre los pueblos y entre los individuos allí donde lo haya, saludo los gestos de respeto a las culturas y a las diferentes identidades... incluidas las de los inmigrantes. Gestos que los cristianos hemos de potenciar. Esto está por encima de otras circunstancias políticas o de captación de voto. Toda esta búsqueda no violenta está en el centro de la vivencia de la espiritualidad cristiana. Señor, danos el amor suficiente para eliminar todo tipo de desigualdades e insolidaridades entre los hombres. Señor, danos la paz. Dánosla aquí, en nuestro país y en nuestras circunstancias.
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