Este artículo aborda cada uno de estos temas: los incendios en sí, su impacto e importancia mundial, y las respuestas de los gobiernos mundiales y nacionales, junto con pautas para una respuesta cristiana. Por Tim Carricker.
A ti clamo, Señor, porque el fuego ha devorado los pastizales de la estepa; las llamas han consumido todos los árboles silvestres. – Joel 1:19
Los incendios de Amazonia en la estación seca de 2019 atrajeron la atención de líderes políticos y organizaciones eclesiásticas de todo el mundo, no solo por su número e intensidad, sino también por su impacto ambiental en todo el mundo y la reacción de los funcionarios gubernamentales brasileños y otros.
Sin embargo, estos incendios de Amazonia, que aún continúan, son solo una parte de una red extremadamente compleja de sucesos relacionados con una creciente crisis planetaria.[1] Como tal, plantean preguntas importantes acerca de una respuesta cristiana apropiada. Este artículo aborda cada uno de estos temas: los incendios en sí, su impacto e importancia mundial, y las respuestas de los gobiernos mundiales y nacionales, junto con pautas para una respuesta cristiana.
[photo_footer]En blanco, el esquema del Bioma Amazónico, y en azul, la Cuenca Amazónica.[/photo_footer]
Como hijo, hermano y tío de bomberos locales, fui criado con los peligros de los incendios. Durante mis estudios en el sur de California, presencié de primera mano el efecto generalizado que los incendios pueden tener en grandes áreas, requiriendo la primera respuesta de bomberos de varios estados vecinos.
El daño de los incendios de Amazonia se encuentra en una categoría completamente diferente debido al tamaño de la región y el papel que juega en la ecoestabilidad del mundo:[2]
Pero, desde 1985, esta área inmensa y biológicamente diversa ha perdido el 17 por ciento de su cubierta forestal debido principalmente a los incendios anuales que se producen para despejar bosques para el pastoreo y la agricultura (alrededor de las tres cuartas partes de la deforestación) y también para preparar tierras previamente cultivadas para sus próximos cultivos. Cuando esta pérdida alcance el 20-25 por ciento, los cambios en el ecosistema de Amazonia se volverán irreversibles, transformando la tierra en más sabana que bosque, según Carlos Nobre, de la Academia Brasileña de Ciencias.[4]
Los incendios en áreas no cultivadas anteriormente son solo los pasos finales en la deforestación, ya que primero los árboles son derribados y dejados secar a principios de año y luego se incendian meses después para despejar la tierra. En la primera semana de septiembre de 2019, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil registró 100.000 incendios en todo el país ese año, el número más alto desde que la organización comenzó a mantener registros en 2013, y un aumento del 43 por ciento durante el mismo período del año anterior. Más de la mitad estaban en la Amazonia.
El papel ambiental que juega la Amazonia no solo es crítico para los patrones climáticos regionales, sino también en la regulación del clima de la tierra. Esto se debe a una serie de factores complejos e interrelacionados, dos de los cuales están bien documentados y reconocidos por la gran mayoría de la comunidad científica, tanto en Brasil como en todo el mundo:
Así que la quema y la consecuente deforestación de la Amazonia aumentan sustancialmente su capacidad de calentar el planeta a la vez que disminuyen su capacidad de enfriarlo.
El mundo reaccionó enérgicamente a los incendios. Hubo protestas en muchas ciudades del mundo, así como horror y consternación por las políticas medioambientales del presidente brasileño Jair Bolsonaro y su discurso nacionalista en la ONU en septiembre. En agosto, tras la presión internacional en la cumbre del G7 y por el acuerdo de libre comercio pendiente entre la UE y el Mercosur, envió 44.000 soldados para ayudar a combatir los incendios y ordenó una prohibición de 60 días de nuevos incendios para despejar terrenos.
El número de incendios se redujo entonces a un tercio del nivel de los dos meses anteriores. No obstante, el mayor desafío es la deforestación; según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil, en noviembre se perdieron 9.762 kilómetros cuadrados de la selva amazónica brasileña en los doce meses que finalizan en julio de 2019, la tasa más alta de deforestación desde 2008 y casi un 30 por ciento más que en los doce meses anteriores.
Varias organizaciones cristianas también expresaron públicamente el año pasado su profunda preocupación por la preservación y la reintegración de la selva amazónica:
Sin embargo, hay dos reacciones contrarias ante los incendios, que representan una guerra ideológica que sustenta toda esta conversación:
El choque no es menor dentro de la comunidad cristiana, lo que complica profundamente la posibilidad de una respuesta cristiana unida. Aun así, debemos buscar algunas pautas bíblicas.
[photo_footer]Imagen de archivo del Amazonas desde el satélite del Observatorio Terrestre de la NASA.[/photo_footer]
Los incendios de Amazonia plantean cuestiones críticas relacionadas con el bienestar fundamental y el futuro de nuestro planeta. Obviamente, una respuesta cristiana tendría que incluir la escatología, y por esa sola razón probablemente se evita con mayor frecuencia. Sin embargo, independientemente de los puntos de vista escatológicos de cada uno, hay perspectivas que deben ser consideradas. Sugiero lo siguiente como un breve resumen:
1. El cuidado de la creación define fundamentalmente nuestra humanidad misma, cristiana o no.
La creación y la nueva creación son tanto el comienzo como la conclusión del drama bíblico y, como tales, requieren una mayor atención en la enseñanza cristiana de la que suele haber. Nuestra humanidad misma está definida precisamente por la misión de cuidar la creación de Dios (Gn 1:26-28; 2:15), una misión que permaneció incluso después de la Caída (Gn 9). Esto es aún más cierto para el pueblo de Dios, al que una angustiada creación mira en espera de su propia redención (Ro 8:18-25). Como seguidores de Jesús, emulamos su misión terrenal de proclamación, enseñanza y sanidad, demostrando concretamente nuestro amor a Dios a través del amor al prójimo (Lc 10:25-37); así cumplimos la comisión evangelística de hacer discípulos en todo el mundo y enseñarles a obedecer todo lo que Jesús ordenó.
2. El cuidado de la creación no es solo una consecuencia del fiel discipulado cristiano a nivel personal, sino que también es parte de la misión de la iglesia.
De la misma manera en que seguimos a Jesús como sus discípulos en su ejemplo terrenal, continuamos siguiéndolo en su misión actual y cósmica de “reunir en él todas las cosas” (Ef 1:10), incluso a través del ministerio de la iglesia (Ef 1:22-23; 3:10). Además, como nuevas creaciones se nos da el ministerio de la reconciliación (2Co 5:17-18), así como Cristo está reconciliando consigo todas las cosas del cielo y de la tierra por medio de su sacrificio en la cruz (Col 1:19-23).
3. El cambio climático está en el centro de atención de la comunidad científica que trabaja en la actual crisis planetaria.
Como seguidores de Jesús que somos “transformados mediante la renovación de su mente” (Ro 12:2), difícilmente podemos mantener una postura antagónica hacia la buena ciencia. Esto es especialmente cierto cuando el consenso está tan extendido entre los casi 200 científicos más destacados que componen el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, muchos de los cuales son cristianos comprometidos. Al menos cuatro encuestas independientes han concluido que el 97% de la comunidad científica está de acuerdo en lo que respecta a la crisis planetaria básica debida al calentamiento climático.
4. El cuidado de la creación, especialmente durante las últimas décadas, ha alcanzado un punto crítico en la historia de toda la civilización humana, tanto en velocidad como en intensidad, por lo que requiere la respuesta de la iglesia, en primer lugar, como embajadores de la justicia y la compasión de Dios, pero también como una oportunidad para la evangelización mundial.
Nos preocupamos por la creación porque es la creación y el deleite de Dios; y en las Escrituras aprendemos que el sentido de Dios de corregir el mal es tan amplio como su creación. A medida que las víctimas del cambio climático aumentan enormemente (las Naciones Unidas estiman que habrá entre 25 y 1.000 millones de migrantes ambientales para 2050),[12] los cristianos deben estar preparados para respuestas de Buen Samaritano.[13]
La acción más estratégica para resolver los efectos a largo plazo de los incendios y la deforestación de Amazonia es la movilización de las iglesias locales y las organizaciones cristianas para plantar árboles. Casi la mitad de los árboles del mundo han sido destruidos desde el comienzo de la civilización humana. La reforestación es la principal solución para el cambio climático promovida por la mayoría de los científicos y las Naciones Unidas, junto con programas para reducir la emisión de carbono y los bosques actuales. En todo el mundo, aproximadamente un billón de árboles necesitan ser plantados, lo que representa un área del tamaño de los Estados Unidos. Si bien ese número parece pasmoso, hay suficiente tierra no cultivada disponible en el mundo para satisfacer esa demanda. Las iglesias y las organizaciones cristianas pueden desempeñar su papel en programas piloto y promover iniciativas comerciales y gubernamentales a nivel local e internacional para hacer lo mismo.[14]
Lecturas adicionales sugeridas:
Brown, Edward R. Our Father’s World, Mobilizing the Church to Care for Creation. Downers Grove: IVP Books, 2008.
Moo, Douglas J. and Jonathan A. Moo. Creation Care: A Biblical Theology of the Natural World. Grand Rapids: Zondervan, 2018.
Stam, Juan. The good news of creation. Oxford: Regnum Books, forthcoming.
Snyder, Howard with Joel Scandrett. Salvation Means Creation Healed: The Ecology of Sin and Grace. Overcoming the Divorce Between Earth and Heaven. Eugene, OR: Cascade, 2011.
Tim Carriker es pastor, profesor y escritor y ha servido como misionero en Brasil durante 39 años.
Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.
Notas
[1] Nota del editor: Ver el artículo de Ed Brown El cambio climático después de París en el número de mayo de 2016 del Análisis Mundial de Lausana
[2] Ver aquí.
[3] ‘Inside the Amazon’
[4] Why fires that scorched the Amazon are a planetary emergency. By Snigdha Das, 30 September, 2019.
[5] Ver aquí.
[6] Ver aquí.
[7] Ver aquí.
[8] Ver aquí.
[9] Ver aquí.
[10] Ver aquí.
[11] Ver aquí.
[12] Ver aquí.
[13] Nota del editor: Ver el artículo de Ken Gnanakan y Atul Aghamkar La crisis de agua en India en el número de marzo de 2018 del Análisis Mundial de Lausana
[14] Ver aquí.
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