Hay ciertos riesgos. Así, por ejemplo, algunos han querido interpretar el SIDA como castigo a los homosexuales, o algún tsunami como represalia de Dios contra algún grupo humano.
Sin embargo, no hay que rechazar la idea de que Dios tiende también a expresarse, en muchas ocasiones, a través de los signos de los tiempos. Ya se ha dicho, por ejemplo, que el dolor, en toda su amplitud y extensión, es el megáfono de Dios que grita para que los humanos pongan algo de atención en Él. Muchos de los signos de los tiempos y de la historia, pueden ser una llamada o invitación de Dios para que cambiemos y demos el giro, el cambio que implica toda conversión. Así, los profetas hablan de los signos de los tiempos y de la historia como una llamada de Dios a volver a Dios. Se pueden leer en el Antiguo Testamento textos como éste:
“Os herí con viento solano y con oruga; la langosta devoró vuestros muchos huertos y vuestra viñas, ... Envié contra vosotros mortandad tal como en Egipto; maté a espada a vuestros jóvenes..., pero no os volvisteis a mi, dice el Señor”.
Es como si todo acontecimiento histórico como guerra, peste u otra situación, pudiera tener, al menos en cierta manera y para los creyentes en Dios, un valor especial de signo. Es como si Dios quisiera enseñarnos a través de los diferentes acontecimientos, que él está ahí comunicando algo.
Siempre el último indicador interpretativo de todos los acontecimientos históricos para el creyente, es saber que nos estamos preparando para un enfrentamiento con nuestro Dios. Por eso el Señor puede decir que tantas cosas han pasado y tantos signos han sido dados y no nos hemos vuelto a Él. Esta es la gran queja de Dios a través de los profetas del Antiguo Testamento. Es como si en medio de la maldad de un mundo caído, se pudiera también entresacar una línea de transmisión de un mensaje divino.
Dios también está en medio del llanto del mundo que llora y gime esperando la liberación. En el libro del profeta Amós, en su capítulo 4, es tremenda la secuencia de acontecimientos graves narrados que culminan con el estribillo:
“Mas no os volvisteis a mí”. Como si todo el acontecer del mundo tuviera una finalidad didáctica, de mostrarnos algo del Creador, como si hubiera una enseñanza divina que se transmite a través de los signos de los tiempos y de la historia. Por eso este capítulo de Amós nos lleva a una conclusión o a un mensaje que resume la intencionalidad de Dios de cara al hombre:
“Prepárate para venir al encuentro de tu Dios”.
El mensaje no es solamente de interpretación científica o racional. Es también existencial. Quiere implicar la existencia del hombre, su sentir espiritual. Somos seres en relación con Dios y todo lo que ocurre nos remite a la reflexión sobre el creador y qué es lo que Dios quiere mostrarme a través de los acontecimientos. El creyente tiene que pedir sabiduría a Dios para saber interpretar los signos de los tiempos, para ver cuál debe ser su actuación profética y liberadora, de advertencia a que el hombre se vuelva a su Creador. Muchos de los signos de los tiempos y de la historia, deberían ser como un aldabonazo a nuestras conciencias, una llamada a prepararnos para presentarnos delante de nuestro Dios, un mensaje de que debemos volvernos a Él, esto es, arrepentirnos.
Israel era duro de oído para aprender de los signos de la historia. No atiende al megáfono de Dios y por eso el Señor anunciaba castigos a través de sus profetas. En lugar de atender los signos de los tiempos, siguen despojando al pobre y al menesteroso.
Hoy existe el despojo de más de media humanidad. No se atiende al megáfono de Dios. El hombre no desea volverse a su Creador. El hombre sigue sin saber interpretar, personalmente y en lo que atañe a su propia existencia, los signos de los tiempos. No siente la llamada de Dios a través de los acontecimientos de la historia. Muchos, si dicen ser creyentes, son creyentes de ritual, de aspecto farisaico, que se consideran buenos, pero siguen despreciando y olvidando a los más pobres. Tienen los oídos sordos al megáfono de Dios que denuncia el despojo de una creación que se siente maltratada.
Hay un llanto de la tierra que se corresponde con el llanto de los más pobres, hay guerras, hay tensiones, hay terrorismos que, en el fondo, también invitan a una reflexión personal y a una preparación para venir al encuentro de nuestro Dios. Sólo hay un remanente fiel pendiente del grito de Dios a través de tantos acontecimientos terribles, dentro de los cuales también se mueve el Creador como dando un grito de alerta, esperando que pasen las viejas cosas contaminadas por el pecado.
Dios quiera que el grito de Dios en medio de los acontecimientos de la historia “mas no os volvisteis a mí”, se pueda ir cambiando para muchos que vuelvan en sí, giren y cambien de dirección y de rumbo y se vuelven al Señor, pues Dios habla a través de los acontecimientos que adquieren el valor de signos de los tiempos o de la historia.
“Volveos a mí y yo me volveré a vosotros”, nos dice el Señor por boca del profeta Malaquías.
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