Así, la Iglesia, los creyentes en general, se deben dar cuenta de la importancia de una Pastoral Penitenciaria Evangélica, la deben promocionar y se deben implicar en ella. Quizás en una doble línea: para cumplir con la misión litúrgica de la Iglesia, llevando a los presos la posibilidad de poder tener un culto dentro de las prisiones, y en la línea de la misión diacónica de la Iglesia, intentando una ayuda asistencial práctica y unas líneas de trabajo tendentes a la reinserción social de los presos una vez se produzca su excarcelación.
Hoy en día, la pastoral penitenciaria evangélica se fija más en el servicio de culto y en la asistencia “estrictamente” religiosa que en los aspectos de ayuda social, cultural y de reinserción social. Pero yo creo que no tardará en llegar la conciencia de que el Evangelio es integral y que contempla a la persona en todas sus facetas y así, siguiendo la línea del Maestro, y como buenos discípulos, esta Pastoral convertirá también a los creyentes en agentes sociales que no sólo se preocupen de las cuestiones del alma, sino también de las del cuerpo en el entorno sociocultural en el que se tiene que desenvolver el preso. Pensemos que el cristianismo se caracteriza no solamente por la preocupación de las almas, o por la permanencia de éstas en la eternidad, sino que se revaloriza el cuerpo y apunta a la resurrección de estos. Además, pensemos en los valores del Reino que irrumpe en nuestra historia con Jesús, que son valores dignificadotes y liberadores de la persona en nuestro aquí y nuestro ahora.
Por tanto,
una Pastoral Penitenciaria Evangélica no debe dar la espalda a una posible asistencia social regulada -pensemos que hoy en el campo evangélico hay cantidad de profesionales tales como trabajadores sociales, educadores, abogados, psicólogos, médicos...- que pueden prestar un servicio inestimable en esta línea de trabajo que se puede unir a la propia pastoral. Por tanto, la Pastoral Penitenciaria Evangélica, se debe unir a todo el llamado
Tratamiento Penitenciario apoyado por nuestra Constitución en su artículo 25.2 en donde dice que
“el fin primordial de las penas privativas de libertad es la reeducación y reinserción social del recluso”.
Estoy seguro que algunos creyentes pensarán en dar el
Evangelio a palo seco, pero ni siquiera Jesús hizo esto. El tratamiento que Jesús hizo de los marginados, enfermos y excluidos, lo mismo les decía
“tus pecados te son perdonados o tu fe te ha salvado”, que
“levántate y anda”. El tratamiento de Jesús con nosotros, no fue un tratamiento de nuestras almas, sino integral, tendente a la rehabilitación e integración de los excluidos, incluyendo la denuncia y la crítica de los excluyentes y opresores. Por tanto, la Pastoral Penitenciaria Evangélica, debe de tener en cuenta lo que también indica la Ley Orgánica General Penitenciaria que en su artículo 1, se alinea con la Constitución diciendo que
“las Instituciones Penitenciarias reguladas en la presente ley, tienen como fin primordial la reeducación y la reinserción social de los sentenciados”. De ahí la importancia de que haya ONGs evangélicas que puedan presentar en el futuro proyectos de intervención en los diferentes Centros Penitenciarios. Desde este punto de vista es de admirar y aprobar el proyecto que están preparando algunos voluntarios evangélicos del C.P. de Segovia a través del Ministerio Evangélico en Prisiones, presentando talleres ocupacionales y educativos, actividades socioculturales, actividades grupales e individualizadas en Enfermería, etc. Esto también es Evangelio, es preocuparse por el hombre integral: cuerpo y espíritu. Esperemos que el ejemplo cunda como ejemplo de vivencia de un cristianismo integral.
Nada humano es ajeno al cristianismo. Nada humano es extraño a una espiritualidad evangélica. Nada humano fue extraño al sentir y al actuar de Jesús. Nada humano debe ser ajeno a una pastoral dentro de las prisiones. Yo creo que los únicos culpables de los males que se dan en nuestra sociedad, y por tanto de los males causa del internamiento de tantos presos, somos todos. Son males sociales que demuestran el fracaso de la sociedad y el triunfo de las estructuras sociales injustas. Es por eso que la propia Directora de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias ha podido decir:
“Los presos son claramente el fracaso de la sociedad, a la prisión se envía a las personas que la sociedad no tiene respuesta para ellos”.
Y ante esto, los cristianos nos debemos esforzar para dar una respuesta en la línea de Jesús. Una respuesta que debe abarcar tres líneas fundamentales: - La asistencia religiosa en prisiones que implica el acercamiento de los cristianos a los Centros Penitenciarios. Una asistencia que debe estar codo a codo trabajando con la asistencia social que se una al tratamiento penitenciario buscando una ayuda integral.
- La asistencia y el tratamiento a los exreclusos, los excarcelados que, en muchos casos, necesitan de orientación y seguimiento. Por eso, los cristianos deben incluir en la Pastoral Penitenciaria Evangélica, infraestructuras capaces de albergar, en un sistema puente, a los excarcelados más necesitados, cuyo fin único y principal debe ser la reinserción social de estos excarcelados.
- La denuncia de los valores injustos de una sociedad con una mala redistribución de los bienes, que hace que muchos pobres acaben delinquiendo y, en muchos casos, por motivos de supervivencia. La cárcel está llena de pobres cuyo encarcelamiento se podría evitar con mejores políticas redistributivas, educativas, de ocio para los jóvenes y políticas de empleo que hiciera más fácil a todos y, fundamentalmente, a los más jóvenes, el acceso al mundo del trabajo y a la posibilidad de emancipación, lo que implicaría la promoción de la vivienda social protegida. De ahí de la importancia de que los cristianos involucrados en una Pastoral Penitenciaria, sean también agentes sociales que sensibilicen a la sociedad y promuevan los auténticos valores sociales bíblicos que son contracultura con una sociedad consumista, que valora la riqueza como prestigio y en donde se da la ley del más fuerte. Hay que luchar por la justicia social fuera de las cárceles. Eso también es pastoral penitenciaria.
Debemos amar a los presos y solidarizarnos con ellos. Como decía el Secretario STARP, Ministro de Culto en el Centro Penitenciario Madrid IV, Juan José Román López:
“Nuestros delitos no son más veniales, ni mejores que los de ellos. La sociedad no castiga a las personas con la cárcel por los pecados cometidos, sino por violar las leyes de un Estado. Pero estos hombres y mujeres que están en prisión tienen la fatalidad de cargar con doble pena ya que, además de transgredir contra Dios, como nosotros, se añade que la sociedad les castiga y les pone un estigma por algún tiempo o indefinidamente. Por ello debemos acercarnos al preso que ha solicitado asistencia espiritual como lo haría el Padre de la parábola del Hijo Pródigo, con ojos de misericordia y sin juicios, ya que de ello se encargan otros”. Y la misericordia implica, necesariamente, poner en paralelo la asistencia espiritual y social. Nuestro corazón se duele también con las miserias humanas del prójimo. Eso es el sentido cristiano de la misericordia. Acordaos de los presos. Es parte de la responsabilidad de todo discípulo de Jesús. Lo haces por tu Señor.
“Por mí lo hiciste”, será la respuesta que recibirás de tu Maestro. A Él sea toda gloria, honra y poder.
Si quieres comentar o