Competir con fantasmas

Bill Rusell es el jugador que más veces ha sido campeón de la NBA, once en total. Siempre que algún otro comienza a ganar títulos, todos le comparan con él, y tarde o temprano alguien dice: «A ver si puedes ganar tantos campeonatos como Bill». Recientemente, Russell declaró: «No se le debe pedir a un jugador que compita contra un fantasma del pasado o del futuro. Solo se debe medir cómo se enfrenta a sus contemporáneos». Son palabras sabias, porque muchas veces somos muy injustos comparando lo incomparable.

Competir con fantasmas, vivir luchando contra no se sabe qué, pueden parecer frases hechas o situaciones que están lejos de nosotros, pero no es cierto. A veces en la vida tenemos esa rara sensación de que algo malo está pasando y solo tenemos ganas de bajar los brazos y abandonarlo todo. Pensamos que solo seríamos felices con unas vacaciones de unos cuantos días. ¡Tres o cuatro años por lo menos! Bromas aparte, atravesamos días en los que, sin conocer las razones, la derrota parece nuestra compañera inseparable.

Nos ocurre a todos. No siempre somos capaces de comprender lo que ocurre en nuestra vida. Los momentos de tensión parecen sobrepasarnos y es muy difícil para nosotros vencer las circunstancias que estamos atravesando. ¡Hay días en los que simplemente es difícil encontrar fuerzas para seguir luchando! Inmediatamente nos preguntamos: ¿Por qué me sucede todo esto? Estamos tratando de competir con fantasmas, porque no sabemos de dónde viene nuestro desánimo. Incluso llegamos a culpar a Dios de lo que solo es una sensación nuestra.

Dios es absolutamente bueno. Cuando él permite una situación difícil o una prueba en nuestra vida es justo; lo hace para que salga a la luz lo mejor de nosotros. El diablo nos tienta para sacar lo peor de nosotros. Esa es la gran diferencia. Dios quiere fortalecernos, el diablo debilitarnos. Mientras que Dios desea que salgamos aprobados, el diablo busca nuestra condenación. Su mayor satisfacción es dejarnos quedar en ridículo la mayor cantidad de veces posible.

Dios nos defiende siempre, aunque a veces nuestra conducta le deshonre. Él no se avergüenza de llamarnos sus hijos. El maligno es nuestro principal acusador, busca cualquier mínimo detalle para señalarnos y burlarse de nosotros. Esa es la táctica del enemigo: quiere intimidarnos, destruirnos, avergonzarnos, vencernos, llenar de tristeza nuestra vida, desanimarnos, hacer que todo sean altibajos sin sentido y dudemos de nosotros mismos... Utiliza cualquier treta legal o ilegal para borrarnos del mapa por completo. ¡No te desanimes! Si estás pasando por una situación así, ya sabes de quién viene. No sigas enfrentándote a fantasmas.

Recuerda que la vida cristiana no es fácil, pero está llena de aventuras: «¡Cuán bienaventurado es el hombre cuyo poder está en ti, en cuyo corazón están los caminos a Sion! [...] Van de poder en poder, cada uno de ellos comparece ante Dios en Sion. [...] Porque sol y escudo es el Señor Dios; gracia y gloria da el Señor; nada bueno niega a los que andan en integridad» (Salmo 84: 5, 7, 11). Dios busca siempre aumentar nuestra confianza, honrarnos delante de los demás; fortalecer nuestro carácter. Darnos fuerzas para seguir adelante aunque no comprendamos lo que está pasando.