Él necesitaba alcanzar sus atenciones a través de oscuras nubes de penurias, ya fueran algo ciertas, ya bastante inciertas.
Como cada mañana, Torcuato, un cuarentón moreno venido a menos, se levantaba temprano y montaba el tenderete en la misma puerta de su casa. No era más que un puesto con pequeñas porciones de su pasado, su presente y las imaginaciones sobre lo que sería su futuro.
Cuando dos años atrás comprobó, según las probabilidades a su alcance, que nunca le tocaría la lotería que lo haría rico, famoso y lo rodearía de mujeres hermosas, se sumió en un pozo oscuro de negatividad que necesitaba compartir al aire libre. Aunque cada día podía abrir sus hermosos ojos marrones a la vida y recibir el cariño desinteresado de los suyos, él necesitaba alcanzar sus atenciones a través de oscuras nubes de penurias, ya fueran algo ciertas, ya bastante inciertas, ya engordadas, ya francamente huecas. Todo esto exponía Torcuato con tal de recibir una porción de lástima con la que alimentarse durante un rato.
Torcuato era un ser egoísta y defectuoso pues, de la misma manera que manipulaba al prójimo con sus desgracias, a él no le interesaba escuchar las de los demás, "cada palo aguante su vela", pensaba, pero la suya había que aguantarla. Se aburría, volvía la cabeza hacia otro lado, bostezaba, miraba el reloj o cortaba en seco cualquier negatividad que saliera de una boca que no fuera la suya con un: pues anda que yo; o un: a mí me lo vas a decir. Eso era competencia pura y dura y nadie tenía el más mínimo derecho a rivalizar con él.
Torcuato a veces conseguía superavit en ventas y otras, no por falta de misericordia sino más bien por hartura, nadie se atrevía a pasar delante de su quiosquillo y tiraban, cual sombra misteriosa, por la calle de al lado. Era entonces, cuando veía que la publicación de sus supuestas necesidades no tenían éxito, que vociferaba con fuerza hasta desgañitarse y quedarse afónico.
Pero la gente estaba cansaba, cada cual tenía sus propias carencias, cada cual tiraba adelante como podía, o simplemente se las aguantaba. Pero sobre todo, la gente no soportaba a Torcuato cuando comprobaba que eran penurias que él mismo se inventaba con tal de exigirles atención, ¿no es esto comprensible?
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