Ya en estas páginas y en otros contextos he hablado de la problemática que ha existido entre los cristianos al considerar lo salvífico, lo evangelístico y lo cúltico como una Teología Primera, frente a la búsqueda de la dignidad humana y la preocupación social de las personas que se ha considerado como una Teología Segunda, dando lugar a un desequilibrio enorme en el cristianismo que no está en consonancia con la enseñanza, los estilos de vida y las prioridades de Jesús, pues para Jesús el amor a Dios y el amor al prójimo están en una relación de semejanza y la diaconía y el kerigma caminan juntos.
Algo similar ocurre en el ámbito mundial a nivel de Estados y Gobiernos, en donde la lucha por los derechos del hombre, tanto civiles, como económicos, como sociales, se han decantado mucho más por la defensa de los derechos civiles considerándolos como una Política Social Primera, frente a los derechos sociales que se han considerado como una Política Social Segunda pasándolos a un plano de menor urgencia.
Así, las autoridades políticas reaccionarán más rápidamente ante la conculcación de un derecho civil como el derecho a la vida, el derecho a no ser torturado, violado, esclavizado o maltratado, antes que ante el derecho a la alimentación, la higiene, el acceso a la cultura y al trabajo. Alguien se puede morir de hambre sin que nadie reaccione. Nadie podrá llevar el caso de los hambrientos del mundo ante los tribunales de justicia, sean nacionales o internacionales. Los marginados de las redes sociales, culturales, sanitarias, educacionales... Si se analiza la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la lucha por estos Derechos Humanos en el mundo, se notará que los derechos civiles y políticos de los ciudadanos están mejor defendidos que los derechos sociales. Habrá defensa contra la tortura, el racismo, los asesinatos..., pero no habrá tanta contra las situaciones y las estructuras injustas de poder que marginan a los más débiles y que permiten que tantos niños mueran de hambre en el mundo, que tantas mujeres haya en marginación que ha dado lugar al concepto de “feminización de la pobreza”, los niños sin acceso a la educación y niños trabajadores, así como las problemáticas de los niños de la calle en muchos países.
Así, se están llevando a los tribunales crímenes masivos por abusos de autoridad civil o militar, se persigue internacionalmente a los asesinos, se configuran los tribunales internacionales, pero
nadie puede llevar a los tribunales las problemáticas y conculcaciones de los derechos sociales. Como si el hambre no fuera una manera de matar, como si la falta de medicinas o de agua potable no fuera una manera de exterminar, como si el holocausto sólo fuera el que ha ocurrido en los campos de concentración o con las bombas atómicas.
Quizás el holocausto social del mundo es demasiado grande para atreverse a contemplarlo y parece que es una utopía el pensar llevar a los tribunales a los que sostienen las estructuras económicas injustas a través de muchos mecanismos bancarios y políticas neoliberales extremas que ahondan la brecha entre los ricos muy ricos y pobres muy pobres.
A veces pareciera que en el mundo es imposible estudiar, encontrar y atacar las causas de las diferentes pobrezas y las conculcaciones de los derechos sociales. Pero la realidad es que diariamente desaparecen de nuestro mundo muchos miles de personas porque los desequilibrios sociales económicos y la acumulación desmedida de riquezas en manos de unos pocos, impiden la cobertura de las mínimas necesidades básicas de millones de personas.
Quizás se haga la vista gorda ante la conculcación de los derechos sociales, porque su solución pasa por una mejor redistribución de los bienes del planeta y a una renuncia voluntaria de nuestros estándares de bienestar a favor de las víctimas del mundo. Así, muchos hacen declaraciones en torno a que los derechos sociales, como la alimentación y la cultura, no se pueden comparar en cuanto a la urgencia que tienen los derechos civiles como la eliminación de los malos tratos, las torturas, el racismo o la esclavitud. Quizás es que no hemos visto morir a nuestros hijos de hambre. Quizás no hemos visto a muchas personas llegar a la madurez por la mala alimentación. Quizás no hemos visto morir un niño en nuestros brazos por falta de antibióticos o de vacunas. Quizás no hemos visto a un hijo nuestro morir por no tener acceso al agua potable y tener que beber de charcas infectas.
Si en el mundo podría haber alimentos para todos con una mejor redistribución de los bienes y no se hace, debe de haber culpables. Probablemente tantos en el ámbito social y económico mundial y tan poderosos, que nadie se atreverá a llevarlos a los tribunales. Pero son también conculcadores de los más elementales derechos humanos, porque aunque asintieran teóricamente sobre el derecho de la persona humana a los derechos económicos y sociales básicos, en la práctica no levantan un dedo para que estos derechos sociales sean una realidad.
Y nosotros como cristianos debemos clamar por justicia social y luchar por la liberación de los excluidos de los derechos sociales, culturales y económicos básicos... siguiendo al Maestro.
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