La deuda externa de los países pobres está en relación con el problema de los préstamos y el problema del monto que, debido a los intereses que se cargan a las cantidades prestadas, se debe devolver a los acreedores públicos o privados. El pago de esta deuda incrementada con los intereses hace crecer enormemente la dependencia de los gobiernos endeudados con respecto a los países ricos hasta el punto de limitar sus posibilidades de desarrollo y de alimentación tanto de los niños como de los adultos.
Se sabe que en los años setenta se produce un aumento del capital bancario internacional. Había excedentes por los petrodólares y pocas demandas de fondos por parte de los países industrializados. Los banqueros tenían que buscar nuevos clientes. Se enfocó a los países pobres del SUR a los que se les ofrecieron préstamos. Lo que en un principio fueron tipos bajos de interés, cambió en los años ochenta en que los préstamos se ofrecían a un interés variable que subía al ritmo de la corriente inflacionista. Esta subida ingente de los intereses, a la que habría que añadir otras problemáticas de los gobiernos endeudados, como gestiones no apropiadas y errores en sus políticas económicas, hicieron impagables estos créditos. Las problemáticas de la deuda externa estaba servida.
Las consecuencias son desastrosas: políticas de ajuste que pueden llevar a miles de niños a morir de desnutrición, pérdidas de puestos de trabajos, traspaso de sus mejores productos al NORTE rico en concepto de devolución de la deuda, deterioro de los servicios, exterminación de los campos por las agriculturas de alto rendimiento practicadas por los países acreedores en los países pobres endeudados, intensificación de los conflictos armados, crecimiento de los flujos migratorios... Hay transferencias continuas de dinero desde el SUR pobre al NORTE rico, de manera que los países pobres, a través del concepto de deuda externa se han convertido en financiadores de nuestro bienestar, mientras que nosotros nadamos en el consumismo más exacerbado.
Y la Biblia tiene que decir mucho sobre esto. En la Biblia no falta el tema de la relación entre los acreedores y los deudores. En el mundo bíblico, los pobres se veían también obligados a pedir préstamos dinerarios, o de semillas o de los alimentos básicos. Muchos de estos pobres deudores, no podían hacer producir tanto como para pagar el dinero tomado en préstamo, pues también había intereses usureros. Las personas endeudadas, en muchos casos, tenían que vender a sus hijos como esclavos. O sea, que la historia de los acreedores y deudores no es algo desconocido en la Biblia. Es por eso que profetas como Amós y otros tuvieron que enfrentarse a estas problemáticas en defensa de los pobres. Pues los préstamos pedidos eran para la supervivencia de los más pobres.
En los libros del Éxodo, Levítico y Deuteronomio, se puede ver como Israel es una excepción. Prohíbe el cobro de intereses, porque afectaba a la supervivencia de los pobres. Así dice el libro del Éxodo: “Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura”. Éx. 22:25. Y Levítico 25:37 dice: “No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia”, dice hablando de los pobres. También se habla de un concepto importante que debería afectar a la deuda externa: el año de la remisión, el año del perdón de la deuda, en el que incluso los que habían pasado a ser esclavos por motivos económicos de no devolución de las deudas, deberían ser puestos en libertad. Incluso las tierras perdidas, aunque hubiera sido por venta, al llegar el año jubilar deberían volver al propietario inicial. Por tanto en el año jubilar se deberían condonar las deudas, conceder libertades, reintegrar las tierras y el resto de propiedades. Todas las ventas de tierras se vendían al precio que se calculaba según el número de años que faltaban para el próximo jubileo.
Y viendo esto: ¿No podríamos defender los cristianos el año del jubileo para los deudores de la deuda externa? ¿No queda nada de estos principios del Antiguo Testamento para que los cristianos griten por la condonación de la deuda externa? ¿No deberíamos gritar por un Jubileo que perdonara a los más pobres? ¿No ha llegado aún a los países del SUR el año agradable del Señor, el año de la buena voluntad? ¿Somos los cristianos inocentes ante el problema de la deuda externa? ¿Cuánto falta para la llegada de un Jubileo que redistribuya los bienes del mundo y devuelva las tierras y su usufructo total a los más pobres? Yo creo que los cristianos tendrían mucho que decir y que hacer siguiendo las orientaciones bíblicas y las pisadas del maestro que proclamó el año agradable del Señor, el del gran Jubileo para todos, especialmente para los marginados y oprimidos.
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