Por eso,
los evangélicos haríamos bien en sumarnos a la celebración o, al menos, tener cierto recuerdo de la mujer maltratada en esta proclamación del 25 de noviembre como Día Internacional de la violencia contra la mujer, que, además, se enmarca dentro de la celebración del cincuenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Realmente,
si en el ámbito de la sociedad civil se puede enmarcar esta celebración en el marco de los Derechos Humanos, en el ámbito de los cristianos, se puede enmarcar perfectamente en el marco bíblico.
Pues Jesús fue el mayor agente de liberación que jamás haya podido tener la mujer. Por tanto, desde estas líneas proponemos que todos, creyentes y no creyentes, reflexionen sobre esta violencia contra las mujeres, pues, en el mundo hoy, se sigue teniendo una concepción social desigual e injusta contra la mujer.
Es posible que desde nuestros entornos europeos no se capte la visión real de la problemática del mundo en torno a este tema, pero
en nuestra aldea global se dan claras manifestaciones de que todavía las mujeres siguen siendo consideradas como seres inferiores al varón. Y esto repercute en la violencia de los hombres contra las mujeres, pues nuestra sociedad sigue impregnada de valores que conducen a una práctica totalmente discriminatoria en muchos lugares del mundo que, en ninguna manera, debe quedar reducida al ámbito privado, sino que debe salir a la palestra pública poniendo de relieve que aún existen vestigios, más o menos fuertes según los lugares del mundo, de una visión de tipo patriarcal de la sociedad, que se da tanto en ambientes cristianos como laicos.
Y esta violencia contra la mujer, no se nota solamente en los asesinatos de mujeres por parte de sus maridos o compañeros, cuestión que está siendo muy seguida en estos momentos en España, pues cada año hay un número muy amplio de víctimas de la violencia de género, sino que se comprueba igualmente en las violaciones en las que, en muchos casos, los jueces siguen culpando a la mujer por ir solas por la noche o por vestir de una forma más o menos provocativa. También se puede comprobar en los acosos sexuales dentro y fuera de los ámbitos laborales, en las mafias que se dedican a la trata de mujeres y niñas, en la llamada feminización de la pobreza y en otras formas más refinadas pero igualmente dañinas como pueden ser el sexismo publicitario de los medios de comunicación que, continuamente, están transmitiendo mensajes vejatorios y discriminatorios para la mujer en general.
Es verdad que se pueden adoptar medidas legales, así como medidas policiales y judiciales, pero, realmente, la violencia contra la mujer no se acaba con estas medidas que, más bien, son simplemente paliativas de estas tremendas situaciones.
La violencia contra la mujer no desaparecerá, mientras no existan nuevos valores sociales que destierren definitivamente las concepciones patriarcalistas de la sociedad.
Y
estos valores sociales, para los creyentes, deben emanar de la concepción que la propia Biblia tiene del hombre, como un ser hecho a imagen y semejanza de su Creador, lo cual le da una dignidad máxima, independientemente de que sea hombre o mujer.
Los valores bíblicos no paralizan a la mujer, no destruye su autoestima, aunque todavía haya religiosos que la quieran reducir a la inferioridad y al miedo. No las reduce a miembros de segunda clase en las congregaciones. No les quita su capacidad de aprender y enseñar.
En el episodio de Marta y María, Jesús reivindica el aprendizaje de la mujer cuando María se sienta para escucharle y el Maestro le dice a Marta que rompa el esquema a que la habían reducido: dedicarse a las tareas del hogar.
Rechaza la concepción sexista de la mujer cuando se disgusta por definirla como un vientre y unos pechos, pues así querían definir a su madre en un episodio bíblico.
Y pueden ser Maestras, pues el mayor mensaje, el de la resurrección, fue confiado precisamente a ellas.
Querer restringir su actuación en todos estos ámbitos, es una forma de violencia religiosa que está claramente en contra de la dignidad que la mujer tiene en la Biblia. Es por eso que no estaría mal que, tanto en las iglesias como en el ámbito individual, hiciéramos una reflexión en torno al tema del día internacional de la violencia contra la mujer bajo el lema de “No más violencia contra las mujeres”. Un grupo marginado que estuvo en el centro del interés de Jesús y, en muchos casos, se puso, con cierta parcialidad, al lado de las mujeres... Como lo hizo con todos los colectivos marginados, proscritos y oprimidos del mundo.
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