Puede que Westminster parezca muy diferente cuando se asiente la polvareda del Brexit, pero en realidad habrá muchas cosas que se mantengan inalteradas en el país. Como cristianos, es vital que no perdamos de vista nuestras verdaderas prioridades y que trabajemos para evitar que las cosas empeoren mientras tanto.
Tanto si te gusta como si no, estas elecciones en el Reino Unido giran en torno a un solo tema. Es posible que algún partido político intente llevar la conversación a otras áreas, pero inevitable y comprensiblemente el Brexit siempre dominará la narrativa. Después de todo, estas elecciones se convocaron (fuera del marco de la Ley de Parlamentos de Plazo Fijo) con la intención de dar al Partido Conservador un mandato para implementar su visión del Brexit.
Pero al final, el 13 de diciembre, cuando nos despertemos con un nuevo gobierno (o el intercambio que precederá a la formación de un nuevo gobierno de coalición, o posiblemente la perspectiva de otras elecciones para salir del punto muerto en el que estamos), persistirán los mismos problemas.
Gran Bretaña es un país dividido, y el voto a favor de la salida de la UE fue una manifestación externa de este hecho. Estamos viendo cómo se desarrolla una realidad inexorable a cámara lenta en el Reino Unido, Europa y Estados Unidos.
Siempre habrá una minoría de la población para la que el statu quo político-económico no funcione. La tarea de cualquier gobierno razonable en una sociedad democrática es garantizar que esta minoría sea lo más pequeña posible. La aspiración a conseguir esto se puede ver en muchos eslóganes políticos a lo largo de los años: “El mejor futuro para Gran Bretaña” (conservadores, 1992); “Un futuro justo para todos" (laboristas, 2010); “El cambio que funciona para ti” (demócratas liberales, 2010).
En los últimos hemos llegado a un punto de inflexión en el que la minoría marginada se ha convertido gradualmente en mayoría. Las clases políticas (que ahora pertenecen a la nueva minoría) están haciendo frente a la marea económica y demográfica que se ha vuelto en su contra. Podría decirse que esto es el resultado de años e incluso décadas de fracaso por parte de los sucesivos gobiernos que pusieron el pie en el acelerador. Cualquiera que sea el partido que gane las elecciones, cualquiera que sea la forma del próximo gobierno, y cualquiera que sea el resultado para el Brexit, esas divisiones permanecerán durante muchos, muchos años. No desaparecerán por arte de magia el 12 de diciembre.
Y sin embargo, las cosas pueden empeorar mucho a corto plazo. Esta ya promete ser la elección más desagradable que se recuerde. Las amenazas físicas y en internet contra los diputados se han convertido en algo rutinario. La exageración, el alarmismo y la desinformación deliberada (lo que solíamos llamar “mentiras”) son la moneda común de las campañas. Hay mucho en juego y queda poco margen para la duda y, por lo tanto, para el matiz; cuando los que tienen más visibilidad hablan de forma tan tajante, el único efecto posible en el país es la polarización. Los líderes políticos hablan de sanar al país y seguir adelante; somos una nación dividida, pero si hay algo que esta elección promete no es unir al país, sino dividirlo aún más.
El verdadero desafío para los cristianos en estas elecciones generales es darle al Brexit la importancia que le corresponde: debe estar en segundo lugar en el mejor de los casos. Las familias, grupos de amigos, barrios, circunscripciones y países del Reino Unido se han visto divididos por el Brexit y la forma en que nos lo han presentado los políticos y los medios de comunicación. Ni conservadores, laboristas, demócratas liberales o SNP; ni irse o quedarse: ninguno de ellos será un remedio mágico, y ni siquiera pueden empezar a reparar las grietas. La evidencia de los últimos 3 años es que ver el mundo desde una perspectiva tan tribal en realidad empeorará las cosas. Aceptar la declaración de que un partido tiene que luchar sucio para ganar y poder mejorar las cosas a largo plazo es como creer a un vendedor de coches usados que sabes que es no es honesto cuando te dice “no, esta vez estoy diciendo la verdad”. Es como la famosa cita de George Carlin sobre la lucha por la paz (parafraseando: es ilógicamente contraproducente).
Sólo podemos sanar las divisiones que existen en todo el país si atacamos la raíz del problema. Tenemos que dar prioridad a los demás como personas en primer lugar y como votantes potenciales en segundo lugar. El Brexit (y específicamente la forma en que nuestras clases políticas y mediáticas lo han tratado) ha tenido un efecto reduccionista y, por tanto, deshumanizador. Nos anima a ver a la gente como a “los otros”.
La historia nos dice a dónde nos lleva eso. La Biblia es muy clara sobre lo que debemos hacer al respecto.
Guy Brandon ha trabajado como investigador y escritor para el Jubilee centre desde 2006.
Este artículo se publicó por primera vez en la web de Jubilee Centre y se ha reproducido con permiso.
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