Lo que nos muestran nuestras cuatro últimas elecciones generales es nuestra incapacidad de pactar, de sumar sensibilidades distintas para hacer un consenso más amplio.
No descubro nada nuevo si digo que los españoles no tenemos una larga tradición de diálogo y de grandes acuerdos entre nosotros. No estamos muy acostumbrados y nos parece que dialogar y ceder a propuestas de la otra parte es una muestra de debilidad. Uno solo pide diálogo cuando está en una posición de debilidad. Los fuertes nunca dialogan. Lo que nos muestran nuestras cuatro últimas elecciones generales es nuestra incapacidad de pactar, de sumar sensibilidades distintas para hacer un consenso más amplio. Cuando uno no tiene la fuerza suficiente para someter al contrario, convoca otras elecciones para que le den una mayoría más amplia que haga que el otro llegue a temer unas nuevas elecciones y como consecuencia ceda ante sus pretensiones. Esto es lo que hemos visto estos días en el inmediato acuerdo entre el Partido Socialista y Unidas Podemos. Uno se pregunta: ¿Qué ha cambiado en el fondo y las convicciones de los que han pactado? Y la respuesta es: nada. Solo que un retroceso en ambos partidos, una muestra de debilidad, les ha convencido de que unas nuevas elecciones podían ser el peor de los escenarios. En nuestro país llegamos al pacto y a la negociación por vía de debilidad y no por vía de convicción.
Ahora que no ha quedado más remedio que dialogar ¿cuáles podrían ser las condiciones para un diálogo fructífero? Estos son algunos aspectos a tener en cuenta:
1- Asumir que la realidad es plural. No todo el mundo piensa como yo. Aquella España pretendidamente uniforme, étnicamente, religiosamente, ideológicamente, etc. ha desaparecido y no va a volver. La España una, grande y libre es un sueño que solo se hizo efectivo por el uso de la fuerza y que era un engaño de los vencedores. España, más que en ningún otro momento es diversa. En los últimos 30 años ha recibido más de 7 millones de inmigrantes, las pieles de muchos colores y los diferentes acentos del castellano son parte de la normalidad. La diversidad religiosa es un hecho, la España del nacional-catolicismo se ha acabado. Ateos, agnósticos, indiferentes, católicos, evangélicos, musulmanes, etc. forman parte de una normalidad diversa. Las aspiraciones territoriales más variadas aparecen por todas partes, desde las más históricas hasta las más recientes como la candidatura de "Teruel Existe" que ha ganado las elecciones en su provincia. Una muestra de esta diversidad es ver el Congreso que emerge de estas últimas elecciones. Aquellos parlamentos del bipartidismo son parte de la historia. Somos más diversos que nunca y es importante reconocerlo más que resistirlo.
2- La importancia de la búsqueda de la verdad. Alguien nos ha vendido que la verdad no existe y nosotros se lo hemos comprado con excesiva facilidad. Nos han dicho que existe mi verdad, que solo vale para mí. El resultado es que vivimos en un entorno de subjetivismo, de postverdad, de fake news. Para el diálogo es preciso que seamos buscadores de la verdad y que cuando la encontremos tengamos la humildad de aceptarla aún cuando no coincida con mis ideas previas. Es curioso que hemos establecido que la verdad objetiva y exterior no existe, pero sin embargo estamos convirtiendo en absoluta mi verdad subjetiva. En mi interior sí creo que la verdad absoluta existe, pero esa verdad absoluta es la verdad que yo mismo me he construido. Tenemos una generación de hooligans. No hemos aprendido a dialogar, pero estamos dispuestos a lo que sea para defender la mía. Hablamos de todas las áreas con la misma convicción ciega que uno defiende su club de fútbol ante el eterno rival. Incluso hemos creado periódicos deportivos del Madrid y del Barça, en los que nos dicen lo que queremos escuchar y nadie lee el periódico del otro. Lo que ocurría en el pasado con los periódicos deportivos se ha contagiado al resto de los medios de comunicación. A distintos niveles nuestra sociedad se ha hooliganizado. Me ha resultado curioso ver en mi Facebook como un lado y el otro defendía la validez de la violencia de los suyos en lugar de condenar todas las violencias vinieran de donde vinieran. Es como los hooligans que ven una jugada a cámara lenta y no son capaces de reconocer que hay penalti. Están tan ciegos a la realidad que lo tienen ante sus ojos pero son incapaces de ver. Sin búsqueda sincera de la verdad es imposible dialogar. Los hooligans no dialogan.
3- El deseo de entender la preocupación del otro. Uno de los fenómenos más llamativos de los últimos años es el resurgir de las ideas de cuño fascista en una Europa que parecía vacunada contra ello después de la Segunda Guerra Mundial y el fin del franquismo. El fascismo no se había ido, solo se había escondido. Una vez dicho esto, practicaríamos la táctica del avestruz si simplemente condenamos el fascismo y no nos atrevemos a tratar de entender a las personas que sintonizan con sus ideas. No basta solo con satanizar al enemigo. No necesitas justificarlo, necesitas entender las preocupaciones que hay detrás de ese voto o de una expresión que puede ser de odio. Si solo condenamos no resolveremos la situación. En los cambios sociológicos de los últimos decenios hay una parte de la sociedad que no ha sido escuchada, una parte que no estaba de acuerdo con lo que las élites que gobernaban disponían. Por un tiempo se han callado, pero ahora han encontrado una forma de expresar su inquietud. Es necesario escuchar, es preciso comprender la preocupación del otro. Os pongo un ejemplo: nadie quiere que un centro de los llamados MENAS se instale en su vecindario. La realidad es que de los más de 15000 inmigrantes acogidos por la Junta de Andalucía entre 2015 y 2019 solo un 0,52% ha cometido delitos, pero la percepción es muy distinta entre la población. Nosotros podemos desatender el clamor de los vecinos, tacharlos de xenófobos y cerrar la carpeta. Si hacemos esto estamos alimentando el problema. En cambio, hay otras posibilidades. Si mandamos un posible problema a un pueblo o barrio de una ciudad podemos enviar la solución en forma de fondos que permitan la contratación de un mayor contingente policial, que provea de sensación de seguridad en la población. Es irresponsable mandar un potencial problema sin proveer a la vez de una potencial solución. Eso genera votos a los extremismos.
4- La condición para el diálogo es dialogar sin condiciones. El diálogo se convierte en un ejercicio de marketing político cuando vas a una mesa a hablar de lo tuyo. No es diálogo el exigir la rendición del otro. Este duólogo, un monólogo a dos bandas, no tiene la facultad de solucionar problemas porque solo genera frustración y deja las cosas en un lugar peor que en el que estaban antes de comenzar ese espectáculo de teatralidad política. Es lógico que un partido tenga que negociar dentro de los límites de la legalidad, porque ahí es donde todos tenemos que estar. Pero uno puede dialogar dentro de los marcos legales para cambiar esos marcos legales cuando son esos mismos marcos legales los que son parte del problema. Las leyes actuales no están escritas en tablas de piedra intocables, solo se publican en el BOE. Nuestra constitución es algo tan fácil de cambiar que en pleno mes de agosto y con un par de llamadas de teléfono se hizo la última modificación en ella. A veces ni es necesario cambiar la letra del texto, sino escoger otra de las interpretaciones posibles del mismo texto. Es obvio que para varios territorios de esta España diversa de la que hablamos al principio, ese acuerdo constitucional ha caducado. La constitución no es un texto de consenso sino el instrumento de una parte para forzar a la otra. El Estado puede imponerlo, puede vencer, porque le sobra suficiente fuerza bruta como para hacerlo, pero no tiene la capacidad de convencer, porque para convencer hay que persuadir. No habrá solución fuera de un diálogo que se plantee persuadir en lugar de aplastar. Condicionar el diálogo a hacer cada uno su monólogo deja los conflictos sin resolver.
¿Cuál debe ser nuestra aportación como cristianos en el momento de la historia de nuestro país que nos ha tocado vivir? Nuestra aportación debería ser el vivir y promover los valores del Reino de Dios (bondad, humildad, generosidad, paz, reconciliación, etc.) en una sociedad quebrada. La realidad es que los que nos acusan de buenismo, de ingenuidad, no tienen una mejor opción para solucionar los problemas. España ya ha experimentado en el pasado con el uso de la fuerza bruta, empleada por unos españoles contra otros. Quizás somos el país que ha tenido más guerras civiles desde el inicio de la edad contemporánea. Y la situación de convivencia sigue sin resolverse. Por favor, si alguien tiene una mejor respuesta que la ponga ya sobre la mesa, porque ninguno de los partidos que han gobernado ha conseguido mejorar la situación. Creo que debiéramos darle una oportunidad al diálogo en un país donde pocos creen en el valor intrínseco del mismo. Un diálogo para sumar, para aumentar aquellos que dan soporte al proyecto colectivo. Es mucho mejor un gobierno que sume las sensibilidades distintas de los muchos, que un gobierno que tenga la fuerza para imponerse desde la mayoría absoluta. Finalmente, la justicia de un Estado no se mide por el respeto a las tesis de la mayoría, eso siempre ocurre, sino por el respeto a las tesis de la minoría, aunque sigan siendo minoría.
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