En muchas ocasiones nos han podido las prisas: por terminar el sermón, por pasar a otra cosa, por cumplir con los objetivos o el horario. También nos han podido los prejuicios, sin duda.
Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si hallaba algún fruto. Cuando llegó a ella solo encontró hojas, porque no era tiempo de higos.
Marcos 11:13
Este episodio de Marcos 11 con la higuera me fascina precisamente porque me cuesta mucho entenderlo. De hecho, en el plan de trabajo lleva casi un mes apuntado y en todo este tiempo, volviendo una y otra vez al texto, no consigo encontrarle forma razonable a la historia. Primero Jesús tiene hambre, se acerca a una higuera que no tiene fruto porque, se aclara, no es la época del año. Jesús se enfada y la maldice, pasa un día y al regresar por allí los discípulos se asombran de que de un día para otro la higuera quedó seca, como Jesús dijo. Para mí, todo esto no tiene sentido.
Podría buscar información en comentarios o expositores bíblicos, y seguramente lo haré. Pero la gracia de estos artículos era ver hasta dónde podía llegar con la mera lectura pausada y reflexiva de la Biblia, así que aquí no lo haré. Aquí, en estas palabras, me quedó con una historia asombrosa del poder de Jesús, y con una enseñanza que va más allá de lo aparente. Aunque yo no sepa entender la enseñanza del hecho en sí, sí que hay algo que esta cuestión me enseña: lo que yo percibo de la Biblia no es necesariamente lo que la Biblia está enseñando. En la historia de la higuera, lo sé, hay una verdad. Lo único es que yo no la entiendo. Del mismo modo que no me puedo inventar la enseñanza, ni improvisar una de malas maneras, tampoco me puedo fiar de mi mero criterio para pontificar sobre ello. Tarde o temprano lo entenderé, solo que no es ahora. Mientras tanto, he de ser suficientemente humilde como para no querer resolverlo de cualquier manera.
¿Por qué digo esto? Porque mi primera impresión es que el Jesús de este trozo de historia parece caprichoso, irascible y desproporcionado, que está usando su infinito poder para una rabieta de niño pequeño. Sinceramente, es la sensación que me da. La cuestión es que mi “sensación” del texto contradice radicalmente todo el resto de pasajes bíblicos y enseñanzas sobre Jesús. Por el resto de la Biblia sé que Jesús nunca ha sido caprichoso, irascible ni desproporcionado. Si este pasaje me lo parece, la única opción posible es que yo me equivoco en mi percepción. La única opción es seguir pensando, meditando, estudiando, reflexionando y orando, pidiendo la dirección del Espíritu Santo hasta que una explicación coherente y consensuada con el resto del texto bíblico aparezca.
Y esta enseñanza no es menor. A veces, con el texto bíblico, hay que esperar. El Espíritu Santo que nos ilumina y nos guía para entenderlo no es precisamente un genio de la lámpara, ni una fuerza universal o impersonal. El Espíritu es una persona, y como tal se comporta. A veces nos hará esperar. Está para nosotros, pero no es nosotros. Y con eso quiero decir que actúa independientemente de nuestras opiniones o aspiraciones. Y gloria a Dios por ello.
En un pasaje como el de la maldición de la higuera, a mí se me hace esperar y reflexionar. Se me hace parar y cavar un poco más para encontrar el agua viva. Se me obliga a no caer en la tentación de acomodar lo que dice el texto a mi percepción de él, porque si no lo hago, estaré contradiciendo a toda la Escritura. Y esta espera, esta falta de respuesta, me da la clave para entender algunos otros pasajes conflictivos. Me explica que en algunas interpretaciones también ha existido esta llamada de parte del Espíritu a pausar el ritmo y darle otra vuelta, pero que se ha ignorado. ¡No creo yo que sea única en esto! Sin embargo, reconozco que en muchas ocasiones nos han podido las prisas: por terminar el sermón, por pasar a otra cosa, por cumplir con los objetivos o el horario. También nos han podido los prejuicios, sin duda. Si yo fuera alguien enfadada con la religión, buscando cómo desprestigiar a Cristo, sin lugar a dudas utilizaría este pasaje para cuestionarlo. Diría que Jesús no era tan bueno, que era un caprichoso como todos, que no era tan santo como aparentaba porque mirad cómo se comporta aquí. Mi interpretación sería sesgada, parcial e interesada, y por lo tanto falsa. Pero estoy segurísima de que los que compartieran conmigo ese mismo sentimiento y buscaran legitimar su desprecio o su desdén se sumarían a ello.
Ahora, apliquémoslo a otros pasajes controvertidos de la Biblia. Apliquémoslo a 1 Timoteo 2 y el silencio de las mujeres. Ahora que veo el modo en que yo no entiendo lo de la higuera pero la costumbre me hace querer sacar cualquier interpretación de debajo de la mesa, del mismo modo muchos entendemos que la interpretación de que la Biblia manda callar a las mujeres, a partir de este texto, es una excusa y no una exégesis. Sin embargo, reconozco que hasta ahora no lo tenía del todo claro. Del mismo modo que, mal aplicado, mal interpretado, y dejándonos llevar por nuestra falsa percepción, el texto de la higuera nos habla de un Jesús caprichoso e irascible (y pecador), mal aplicado, mal interpretado y dejándonos llevar por nuestra falsa percepción, el texto de Timoteo ha llevado a muchas generaciones de personas a legitimar su misoginia.
¿Con cuántos textos más nos habrá pasado esto? La mejor enseñanza que puedo sacar de una no enseñanza del pasaje de la higuera es que tengo que ser humilde antes que nada, porque de todas las cosas, de lo primero de lo que Dios me pedirá cuentas será de mi soberbia. Nuestra soberbia, nuestra autosuficiencia (¡incluso para interpretar el texto bíblico!) puede acabar siendo una poderosísima arma de destrucción para la iglesia.
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