Así, en las grandes ciudades de España, cada vez más, la gente va siendo consciente de que ya
en España no existe un catolicismo monolítico que abarque a todas las capas de la población, sino que existe un pluralismo religioso. Ese es uno de los grandes cambios de la España democrática. Una España en la que el catolicismo se va viendo cada vez más como una opción religiosa más dentro de un mosaico de religiones que ya tienen una presencia clara en el seno de la cultura y sociedad española del Siglo XXI. Es la ciudad interreligiosa.
Pero este pluralismo religioso se ve afectado, a nivel interreligioso, por
una nueva religiosidad favorecida por las políticas neoliberales de un mundo que le interesa el fomento de una religión de autodisfrute y autogozo, de consuelo, de individualismo un tanto egoísta que nos aleja del compromiso. Y la fuerza de esta corriente neoliberal religiosa es tan fuerte, que puede afectar a muchas confesiones religiosas que se venden hoy en el mercado de las religiones. Así, la percepción general del hombre neoliberal, es que la religión sea una religión que convenga para que no cambien muchos las cosas, para que se mantenga el actual
statu quo, para que las personas se consuelen en sus frustraciones, pero que no planteen retos de justicia social, de dignificación de las personas, ni ningún tipo de talante crítico de las estructuras sociales que mantienen esas corrientes neoliberales.
De ahí que muchas veces, religiones que, como el cristianismo, son críticas ante la injusticia social, del despojo de los débiles y de una mejor redistribución de los bienes del planeta tierra entre todos, para que no haya pobres entre nosotros, se ven descafeinadas y reducidas a formas de culto individualistas y a vivencias de la religiosidad o espiritualidad cristianas desde una insolidaridad y falta de compromiso para con el prójimo, impropia del cristianismo que sigue las huellas de Jesús. Se puede vivir el cristianismo, desde los postulados neoliberales, como una religión triunfante, de prosperidad económica, de satisfacción de haber llegado al final de la historia, o sea, la mejor situación posible, pero no se dan cuenta de que el cristianismo no puede dejar de mirar a los que se quedan tirados al lado del camino por donde marchan las políticas y religiosidades neoliberales triunfantes en el mundo hoy. Y es que se puede caer en el error de vivir gozándose individualistamente, una religiosidad insolidaria que no mira ni repara en las víctimas de ese individualismo egoísta.
Así, pues, una de las pruebas evangélicas que se han de aplicar al cristianismo y a las demás religiones que pululan por la ciudad interreligiosa, sería ver cuál es la que mantiene el compromiso social y la dignificación de las personas que son centrales en el pensamiento evangélico, en el pensamiento de Jesús. En una situación religiosa tan plural sobre un fundamento de secularismo, una línea de comprobación de si son auténticas espiritualidades o no, sería pasarlas por el tamiz del compromiso social. Esta prueba puede valer incluso para ver la espiritualidad de las propias iglesias evangélicas que, muchas veces, la viven de una manera muy insolidaria mutilando o alicortando la auténtica espiritualidad.
Así, en la ciudad interreligiosa, también se pueden tener criterios de valoración de las diferentes espiritualidades, siempre desde el fuerte criterio evangélico de la projimidad, especialmente con los más débiles del mundo. El auténtico creyente que vive la espiritualidad cristiana es el que no puede pasar de largo ante la desgracia y la miseria del prójimo. Esta identidad muchas veces no la exigimos del creyente y caemos en el error de considerar auténticas creencias, muchas que son individualistas y egoístas. Estoy seguro que si aplicáramos este criterio a las relaciones interreligiosas con las diferentes líneas de espiritualidad que se mueven dentro de la ciudad interreligiosa, podríamos hacer avances tremendos en la valoración de las auténticas espiritualidades o religiosidades que se mueven en la gran ciudad.
Yo sé que en muchos cristianos puede seguir primando la espiritualidad desencarnada que sólo se encarna en las prácticas del ritual vacío, pero deben fijarse más en los Evangelios y en la vida de Jesús, para darse cuenta de la importancia que para Jesús tenía el compromiso social con los débiles, desclasados y proscritos. No era esto en Jesús una teología segunda o un materialismo, sino la máxima expresión de la espiritualidad cristiana que se expresa en relación de projimidad, prioritariamente con los más débiles. Por tanto,
el compromiso cristiano, la acción social y la dignificación de las personas, pueden ser una de las pautas para probar dónde hay autenticidad en la espiritualidad, sean dentro de los movimientos cristianos o en el seno de la ciudad interreligiosa.
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