La semilla tiene la capacidad de conservarse por sí sola mucho tiempo, sin embargo, si nos decidimos a plantarla el suceso se transforma en proceso.
Suele ocurrir que al regresar de un viaje traemos con nosotros más equipaje con el que partimos. A veces son regalos, encargos, caprichos o simplemente imprevistos. A veces ese equipaje extra no lo guardamos en la maleta sino en nuestra mente, en ocasiones también en nuestro corazón.
Personalmente acudí al Global World Forum (GWF) saturada. A veces el trabajo nos impide hacer el trabajo…
Después de las primeras horas de confusión, producto del estrés del viaje, cambio horario y desubicación general, fui empezando a estar en disposición de ir llenando mi maleta con equipaje extra.
Necesariamente una de las primeras cosas que me traje conmigo fue la experiencia de conocer a hermanos y hermanas en la fe de más de cien países. No sólo personas con un nombre y un apellido, también algo de lo que esas personas son y lo que representan como miembros de diferentes países, culturas, experiencias y realidades. Ninguno de nosotros podemos evitar ser lo que somos en cuanto a nuestro bagaje, recursos y vivencias. Todo eso sale a relucir cuando interactuamos y pasamos un poco más de tiempo juntos, en un contexto como el que este Forum ha permitido. No en vano, una de las sugerencias con las que nos recibieron el primer día fue esta: establece al menos tres nuevos contactos durante la Conferencia.
También se vino conmigo la realidad de la gran cantidad de recursos que se pusieron a mi alcance, así como la gran cantidad de desafíos que tenemos por delante. Todo ello quedó de manifiesto para mí en un encuentro como este, en esta ocasión en el marco de la Misión en nuestros lugares de trabajo, pero sin duda aplicable a otros ámbitos de influencia. Hay mucho hecho ya, muchos logros, muchas alegrías; pero también la tristeza, o el desafío, depende de nuestra interpretación de los hechos, de reconocer lo que queda aún por hacer. Las injusticias, los perdidos, los desamparados, los peligros y la desesperanza que nos rodea, nos debería llevar a tomar una decisión al respecto. No se trata de lo que tenemos, se trata de qué hacemos con lo que tenemos. En estos momentos siempre recuerdo uno de mis pasajes favoritos, la alimentación de los cinco mil. Si el muchacho hubiera considerado si su merienda podría alimentar a tantos, se la hubiera comido él, convencido de la inutilidad de su esfuerzo. Curiosamente, también recibimos la sugerencia de no marcharnos de la GWF sin llevarnos al menos dos nuevas ideas producto de lo allí escuchado y vivido. Al menos dos ideas que nos movilicen, nos inspiren, y hagan resonar en nuestro interior la voz de Dios para nosotros en este tiempo y en este ámbito de influencia en nuestra vida diaria, como es el trabajo nuestro de cada día.
En tercer lugar, identifico en mi equipaje de vuelta un elemento que no me acompañaba a mi llegada a Manila. Es obviamente el más frágil de todos. Se trata de la convicción de que Dios me llevó hasta allí, habló a mi vida, me desafió y me mostró el camino. Esto, como bien sabéis, no sólo puede ocurrir en un evento como el de la GWF, también puede ocurrir en la soledad de nuestra casa, o en la compañía de nuestro amigo o hermano. En cualquier caso, son sucesos que vienen a nuestra vida y que dejan en nuestras manos un puñado de semillas. La semilla tiene la capacidad de conservarse por sí sola mucho tiempo, sin embargo, si nos decidimos a plantarla el suceso se transforma en proceso, y todo proceso conlleva esfuerzo, trabajo, constancia y fe en lo sembrado, incluso aunque no lo veamos nosotros. Y sí, curiosamente, también recibimos la sugerencia de no marcharnos de ese Encuentro sin llevarnos al menos el desafío de una nueva colaboración o un nuevo proyecto.
Este es el resumen muy personal de lo que me acompañó a la vuelta de mi participación en el GWF 2019. Lo mejor de todo fue que las líneas aéreas no perdieron mi maleta y regresé con todo mi equipaje intacto. El otro, el que no pude meter en la maleta y viajó en mi mente y mi corazón, ese no me lo quitará nadie.
Doy gracias a Dios porque siempre nos da lo que necesitamos, a veces de las maneras menos esperadas o imaginadas.
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