La adicción al ‘Me gusta’ es algo relativamente nuevo que está causando problemas en toda una generación.
La noticia saltaba hace unas semanas: Instagram, la red social que experimenta mayor crecimiento, está estudiando suprimir el contador de likes. Esto ha caído como un auténtico jarro de agua fría, helando los corazones y buenas expectativas de influencers más variopintos. No significa que el usuario no sepa cuánta gente ha puesto su corazón a tu publicación, sino que ahora los demás no lo veremos (o esa es la idea).
Se presume que el objetivo es luchar contra el fraude de muchos usuarios que han visto en engrosar de forma ficticia sus cuentas una opción para ganarse la vida. Sin embargo, existe otra gran ventaja colateral a este cambio que se avecina en la red social y es que los adolescentes dejarán de vivir bajo la dictadura del like en esta plataforma, para su propio alivio y el de los padres.
La adicción al me gusta es algo relativamente nuevo pero que está ya bien documentado. Si nos fijamos en la adolescencia, estos jóvenes en tránsito entre lo infantil y lo adulto, son plenamente vulnerables a la tiranía de los corazones virtuales. En un momento en que no tienen demasiado claro ni quiénes son ni cuál es su papel, la aceptación de su grupo de iguales adquiere una importancia trascendental que les da seguridad e identidad, y eso se traslada de forma natural al ámbito de lo digital.
De este modo, si quieren estar con el grupo, tienen la obligación de ser activos en la red social en la que estén sus amigos. En su mundo, la popularidad se puede medir por las respuestas positivas que logran en la red. Deben luchar para no convertirse en esa pieza discordante que el grupo va a atizar para afianzar su propia unidad. Ahí es donde una foto publicada adquiere toda su importancia: una foto sin likes (o con menos de los esperados) es una bofetada a su autoestima y puede generar conflictos, mientras que en el sentido contrario, se convierte en una reafirmación gratificante.
A pesar de que esta presión afecta a ambos sexos, se ceba especialmente en el ámbito femenino. En la búsqueda de la notoriedad en Internet, el camino más obvio pasa por destacar y en un mundo hiperexpuesto eso es cada vez más complicado. Las plataformas que se basan en la imagen son el espacio adecuado para la cosificación del cuerpo y en esta vorágine se ven inmersas muchas adolescentes. Estas chicas tratan, con sus dispositivos, aplicaciones, trucos y filtros; resultar lo más atractivas posible según unos determinados cánones que marcan las influencers, aunque eso implique distorsionar hasta el extremo la propia realidad.
Cada vez hay que arriesgar más, cada vez hay que causar más sensación, cada foto requiere mostrar una absoluta felicidad, una personalidad arrolladora y, si es necesario, añadir un plus de exhibición que posiblemente no tomarían en la vida offline. Algunas disponen de dos cuentas, una oficial que se trabaja con una dedicación semi-profesional a imagen y semejanza de las estrellas de Instagram y otra privada donde pueden estar más relajadas. De hecho, relatan que sufren verdadero stress para mantener el ritmo y la exigencia de la red. En este siglo, el número de seguidores y el volumen de me gusta puede llegar a definir el valor de una persona.
A JESÚS NO LE IMPRESIONA UNA BONITA FACHADA
Sin embargo, el valor que da Jesús al ser humano es radicalmente diferente. Poniendo a los niños en el centro de atención, llamando a los más despreciados de la sociedad, compartiendo la mesa con prostitutas; él tenía muy claro que el valor de la persona no radicaba en lo que pensaban de uno o en lo que tenías, sino en el hecho de ser creados y amados por Dios.
La vida de fachada no le interesa a Jesús. La búsqueda del reconocimiento basado en lo superfluo es despreciable. “Estúpido, y todo lo que tienes ¿de quién será cuándo mueras?” explicaba el Maestro a quien quisiera escucharle. Dentro de ese montón de cosas innecesarias que uno dejará atrás están precisamente esos me gusta por lo que tanto trabajamos.
El Hijo de Dios conoce bien lo que es la impopularidad y es que siendo el mismo Creador, alcanzó el más absoluto de los desprecios sociales. Ningún influencer se describiría en su perfil como varón de dolores o experimentado en quebranto, sin embargo es así como describe el profeta a Jesús, aunque nadie como él ha tenido más influencia en la vida de las personas a lo largo de la Historia.
El valor intrínseco del ser humano, ese valor que lleva el sello de Dios, es algo que los padres debemos ir aprendiendo cada día. Que Jesús tomara nuestro lugar en la cruz nos habla de la intensidad del amor de Dios, del valor que Él ha decidido darnos. Como padres hemos de vivirlo y de proclamarlo en nuestros hogares; especialmente cuando hay adolescentes que nos observan mientras tratan de buscar su camino. La sociedad se queda embobada con las apariencias, pero Jesús ama el corazón.
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