Se dice que el evangelio es traducible. Cuando se traduce apropiadamente, la buena noticia de Jesús puede hablar de manera pertinente a diversos contextos.
El ministerio urbano tiene obvios atractivos para los misioneros de hoy. Las grandes ciudades tienen una amplia variedad de comodidades (restaurantes, escuelas para niños, supermercados, etc.). Hay beneficios relacionados con los viajes y la comunicación. Incluso si hay distritos pobres de las ciudades, como los asentamientos precarios, que se encuentran en pésimas situaciones, los misioneros occidentales por lo general están en condiciones de vivir en lugares más agradables.
Se han planteado también argumentos misiológicos a favor del ministerio en las ciudades. Una proporción cada vez mayor de la población mundial actual, incluida la del mundo mayoritario, vive en zonas urbanas relativamente accesibles.[1] Parece tener sentido alcanzar a la gente donde está concentrada. Las personas que viven en áreas urbanas, que ya han perdido sus vínculos con los estilos de vida que tuvieron sus ancestros durante siglos, pueden estar singularmente abiertas a intervenciones externas y al evangelio.[2] Llegar a jóvenes en el entorno urbano ofrece la promesa de construir cimientos que durarán muchos años.
Quiero hacer una crítica general de lo anterior, preguntando si todavía hay una buena razón para ir a tratar de alcanzar a las personas en sus países de origen. Más al punto, quiero en este artículo considerar la elección del idioma. En resumen, quiero preguntar:
Sugiero que hay dos argumentos principales a favor del uso de idiomas europeos globalizados en el ministerio en áreas urbanas:
Problemas con los idiomas europeos
La proximidad interhumana en sí misma, por supuesto, no produce el idioma inglés: las personas pueden vivir muy cerca unas de otras, en áreas urbanas, sin ningún efecto profundo y a largo plazo sobre el conocimiento que tienen del inglés u otros idiomas europeos. “Urbano” no tiene por qué significar “idioma occidental”. Sin embargo, Neville Alexander deja en claro que, tras la independencia, los países africanos adoptaron los idiomas occidentales para propósitos oficiales porque, como resultado del escenario mundial, combinado con sus propias circunstancias económicas y políticas, tenían pocas opciones.[4]
Los lingüistas nos hablan de los problemas causados por el uso de los idiomas europeos para propósitos formales en el mundo mayoritario. El sonido de formas de vida recién introducidas, como las buenas nuevas de Jesús, cuando se comunica utilizando idiomas no nativos, hará que parezcan extranjeras. Las categorías presupuestas en los idiomas occidentales no son las conocidas por las personas en el mundo mayoritario. Presumiblemente, como resultado de esto, es más probable que las personas acudan a Cristo por razones financieras u otras razones pragmáticas, que por estar profundamente conmovidos en su corazón.
Una vez aceptado el evangelio, la falta de profundidad en su comunicación, producto de la necesidad de utilizar un código extranjero, puede perpetuar una motivación pragmática, como el “evangelio de la prosperidad”.[5] La “extranjeridad” de la comunicación significa que la enseñanza del evangelio puede parecer que está dirigida a otra persona. Si bien los jóvenes pueden sentirse atraídos a esto, los mismos jóvenes pueden estar más inclinados a abandonarlo después si lo que se les enseña no les permite hacer frente a las crisis que enfrentan más tarde en la vida.
Idioma nativo y contextualización
Aprender y luego usar un idioma nativo demostrará que un misionero es sincero en su deseo de relacionarse con la gente. Tener oídos que permitan escuchar las discusiones de las personas del lugar permitirá que el misionero comience a comprender los contextos locales a los que realmente se enfrentan los nativos, tal como ellos los entienden. Se dice que el evangelio es traducible.[6] Cuando se traduce apropiadamente, la buena noticia de Jesús puede hablar de manera pertinente a diversos contextos.
Este evangelio traducido puede tener poco sentido, o incluso parecer claramente erróneo, cuando se escucha solo en la traducción hecha a idiomas occidentales. Las lenguas occidentales funcionan utilizando categorías que siguen siendo desconocidas para los nativos.[7] Si no entienden las palabras mismas que usan, puede hacer que las personas sean víctimas y no dueñas de su propia comunicación.[8] Las anteriores son solo algunas ideas extraídas de una vasta literatura que señala la importancia de la contextualización en la misión intercultural, donde el uso de un idioma nativo implica la contextualización y también la permite.
Magia empática
Además, la aparente similitud con Occidente que encontramos en contextos urbanos es a menudo engañosa. Quiero considerar esto con respecto a la magia empática. Si bien a menudo se considera que es algo practicado en sociedades primitivas, Paul Rozin y Carol Nemeroff “encuentran muchos ejemplos de … la operación [de la magia empática] en adultos instruidos de países desarrollados occidentales … [ellos encuentran que] las leyes [de la magia empática] son factores en la toma de decisiones en la cultura de los Estados Unidos”.[9] Según Rozin y Nemeroff, en la magia empática “las cosas que alguna vez estuvieron en contacto entre sí pueden influirse o cambiarse mutuamente por un período que se extiende mucho más allá de la finalización del contacto” y “las cosas que se asemejan comparten propiedades fundamentales”.[10]
Algunos ejemplos de Rozin y Nemeroff ilustran esto. Hablan de la “ley de contagio”:[11]
Las formas conllevan cualidades, por lo que un chocolate hecho en forma de excremento humano puede ser repugnante. La magia empática también funciona de manera positiva: una taza que una vez usó la Reina, una chaqueta que usó un presidente de los EE.UU. o una camiseta de fútbol que usó alguna vez cierto futbolista profesional pueden convertirse en artículos muy codiciados, a veces vendidos a un precio alto, como si la esencia de la persona alguna vez asociada con el elemento estuviera sobre o dentro de él.
Los ejemplos anteriores ilustran formas en que la vida humana dista de ser “racional”. Los seres humanos, incluidos los occidentales, comúnmente hacen asociaciones implícitas sobre la base de semejanzas que, “hablando racionalmente”, no existen. Un equivalente a los ejemplos anteriores (muy comentado en los últimos años) es el de miembros de una tribu africana que usan teléfonos móviles:
Del mismo modo que la cucaracha que ha tocado un poco de comida puede dar la impresión de que contamina todo el tazón, el teléfono inteligente “moderniza” implícitamente al hombre de la tribu africana.[12] La tendencia a hacer suposiciones acerca de las personas africanas que se encuentran en un entorno urbano de apariencia moderna del mundo mayoritario es similar. Un contexto de edificios, automóviles, computadoras, supermercados, televisores, etc., afectará la percepción que los occidentales tienen de los africanos.[13] Los occidentales incorporan varias suposiciones; entre ellas, que esas personas ya no son “tradicionales”. Esta escena engaña al observador occidental con respecto a la mentalidad de la persona en cuestión. El uso de un idioma europeo como el inglés tiene un efecto similar, en apariencia transformando a una persona extranjera en “uno de nosotros”, en alguien que es “sofisticado” de la manera que “somos nosotros”.
La magia empática a menudo se considera confinada a los pueblos primitivos. Rozin y Nemeroff han descubierto que las personas “modernas” están sujetas a los mismos efectos “mágicos” engañosos. Concluyo que los occidentales no están bien equipados para evaluar racionalmente las escenas del mundo mayoritario. Tienen la predisposición errónea de imputar cualidades occidentales a personas no occidentales: una persona occidental probablemente, en su mente, imputará “occidentalismos” a personas africanas nativas.
Implicaciones
Algunos misiólogos ofrecen buenos argumentos a favor del ministerio urbano en lugar del rural. Sugiero que los occidentales que ministran en contextos urbanos en otras partes del mundo pueden ser fácilmente engañados por la aparente familiaridad de los entornos y los idiomas que encuentran. He identificado aquí esta aparente familiaridad como basada frecuentemente en la “magia”. Confiar en la magia para el ministerio cristiano y las actividades de desarrollo es problemático. La importancia de una comprensión contextual precisa es la razón principal que se da en este artículo en favor de que es apropiado utilizar idiomas nativos, incluso en contextos urbanos, en el mundo mayoritario. Así que mi consejo práctico es usar los idiomas locales y los recursos locales en lo que hacemos.
Este artículo constituye una pequeña parte del argumento más amplio realizado por Alliance for Vulnerable Mission (AVM)[14] en favor del uso de los idiomas y recursos locales por parte de algunos misioneros de Occidente en el mundo mayoritario. Esta práctica lingüística y de recursos se conoce como misión vulnerable. Puede permitir que un misionero extranjero empodere a las personas, poniéndose al lado de ellas.
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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