La crueldad del desencanto

La actriz Audrey Hepburn recibió el Oscar por su interpretación en “Vacaciones en Roma”, pero quizás una de sus películas más conocidas es la célebre “Desayuno con diamantes”. Los premios que Audrey ha ganado a lo largo de su carrera son numerosos, pero sobre todo, la actriz siempre ha destacado por su labor humanitaria. Los galardones que ha recibido por su trabajo ayudando a otros, incluso desde la propia academia de Hollywood son incontables. Cuando le preguntaron la razón de su compromiso con los más desfavorecidos contestó:  "Dar es vivir. Cuando dejas de dar, no hay nada por lo que vivir".

Desgraciadamente, muy pocos siguen el ejemplo de Audrey, no sólo dentro de Hollywood, sino también en el mundo en general. Vivimos en una sociedad que se preocupa demasiado por sí misma: Los temas que se tratan en los medios de comunicación casi siempre tienen que ver con “cumplir los sueños”, “Ser un campeón, ganar”, “tener una alta autoestima”, “ser feliz con uno mismo” etc. Casi nadie habla de ayudar a los demás. La filosofía reinante es que el individuo está por encima de todo, y los derechos que se derivan de sus deseos personales tienen que ser respetados. No es tanto el individuo como persona sino como propietario, como alguien alrededor del cual gira el universo. Y claro, si el mundo entero gira alrededor de cada uno de nosotros, todo se va al garete.

Vivimos en la cultura de la frustración, del aburrimiento, el “no sé que me pasa”. Lo tenemos todo, pero el desencanto es el rey del corazón; hemos perdido la trascendencia de lo espiritual. Lo que hacemos no tiene valor ni significado porque todo es puro entretenimiento aunque seguimos aburriéndonos… ¿La razón? Sólo nos preocupamos por nosotros mismos, por nuestros deseos, por lo que necesitamos… Sufrimos si no tenemos lo que queremos y creemos perder nuestro significado como personas cuando otros consiguen aquello “a lo que tenemos derecho”. Un día “perfecto” es aquel en el que logramos los objetivos que nos habíamos propuesto, así que queda demasiado tiempo para pensar en los demás ¡Mucho menos aún en los que tienen poco!

Hace unos meses visitamos con toda la familia algunos de los Orfanatos a los que estamos ayudando en Kenia: con una pequeña cantidad de dinero más de quinientos niños pueden comer algo todos los días. Aprovechamos el viaje para enseñarles a nuestras hijas un parque natural con Jirafas y elefantes. Cuando ellas volvieron y colocaron las fotos en su instagram, apenas una docena de personas les preguntaron por los niños huérfanos, pero ¡más de un centenar hicieron comentarios y se preocuparon por los elefantes y las jirafas! Es obvio que nuestros valores están radicalmente equivocados.

Todo cambia cuando aprendemos a vivir comprometiéndonos con los demás, e intentando ayudar a quienes lo necesitan.