Algunos que se creen muy inteligentes cuando rechazan a su Creador no lo son tanto cuando nada puede satisfacer sus vidas.
John McEnroe ha sido uno de los tenistas más geniales de la historia. No sólo por su calidad deportiva, sino también porque siempre ha logrado añadir un «algo más» a sus partidos. Cuando no era alguna discusión con el juez de silla era una trastada en la pista, o un golpe imposible cerca de la red. Uno de sus biógrafos cuenta que la primera vez que jugó en Wimbledon se saltó los torniquetes del metro londinense gritando: «¡Soy delegado de la ONU!» sólo por diversión. Un día, tras un punto, lanzó la raqueta y el público inglés comenzó a abuchearle, así que la próxima vez la lanzó más lejos y la gente le gritó más. «Me encantó esa sensación —diría más tar- de—, así que me convertí en un rebelde en la pista».
Esa sensación de conocer algo diferente mueve a muchas personas. Vivimos en un momento en la historia en el que podemos tenerlo casi todo, pero al mismo tiempo nuestro corazón vive insatisfecho. Cuando llegamos a cumplir muchos de nuestros sueños nos damos cuenta de que sirve de muy poco. Nuestra existencia se basa casi siempre en lo que va a venir, y mientras nos olvidamos de lo que tenemos. Somos capaces incluso de ir de un lugar a otro y de una actividad a otra a toda prisa, porque vivimos insatisfechos con lo que estamos haciendo, y siempre pensamos que lo que está por delante es mejor.
Muchos viven también pasando de una persona a otra y de una relación a otra sin encontrar lo que están buscando porque la frustración está dentro de sí mismos. Siempre están buscando «algo más» sin saber exactamente qué es.
Esa ambición de querer lo que nos falta nos deja siempre insatisfechos. Lo que tenemos nos gusta por un momento, pero no lo disfrutamos porque siempre creemos que necesitamos lo que no tenemos. ¡Hasta que lo conseguimos! Y entonces nos damos cuenta de que lo que hemos conseguido tampoco nos satisface, así que nos ponemos a buscar algo nuevo: Una relación nueva, otra actividad, algún cachivache de última tecnología..
«No puedo obtener satisfacción, aunque lo intento una y otra vez», cantaban los Rolling Stones hace cincuenta años, y siguen cantándolo en el día de hoy, porque esa sensación jamás pierde actualidad. Para mí, esa es la mejor definición de nuestra sociedad de consumo, porque la insatisfacción termina consumiéndonos a todos. A los que cantan, a los que escuchan, y a los que ni siquiera se lo habían planteado.
«Y será como cuando un hambriento sueña, y he aquí, está comiendo; pero cuando despierta, su hambre no ha sido satisfecha. O como cuando un sediento sueña, y he aquí, está bebiendo; pero cuando despierta, he aquí, está desfallecido, y su sed no ha sido aplacada. Así será la multitud de todas las naciones que combaten contra el monte Sion» (Isaías 29:8).
El problema de fondo no es tanto la sociedad de consumo (que la hemos creado nosotros) sino nosotros mismos. No solo por abandonar a Dios, el único que puede llenar de satisfacción nuestra vida, sino incluso por querer luchar contra él. Algunos que se creen muy inteligentes cuando rechazan a su Creador no lo son tanto cuando nada puede satisfacer sus vidas. Día tras día se sienten desfallecidos.
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