En la crítica a la autoría del Pentateuco de Moisés hay mucha subjetividad y un acercamiento al texto que ignora los usos y costumbres de la época.
Con este artículo concluimos la serie dedicada a refutar los argumentos de la hipótesis documentaria.
13. El “problema” de los reyes en Génesis 36: 31-39 no es un problema
Sobre este “problema” y también sus soluciones se ha escrito mucho, pero intento aportar una explicación breve. El punto crítico es la frase “antes que reinase rey sobre los hijos de Israel”. ¿Podría Moisés haber escrito algo así si la monarquía no llega a establecerse hasta los tiempos de Saúl? La lista contiene los nombres de 8 reyes. El último se llama Hadad. Génesis no menciona (a diferencia de los otros siete que le preceden) su muerte, sin embargo en 1 Crónicas 1:51 su muerte es mencionada. Esto podría ser gracias al hecho de que en el momento de la redacción de la lista, estaba todavía vivo. Se podría tratar, por lo tanto, del rey al que Moisés pidió permiso para cruzar su territorio.
Suponiendo que esta lista es la lista completa de los reyes de los edomitas, se puede suponer que desde la introducción de la monarquía en el momento de la confección de la lista no habían pasado más de 250 años. En este caso, ninguno de los “jefes” de tribu de 36:15-18 pudo haber vivido para ver la fundación de la monarquía porque la enumeración de 36:15-18 solamente llega hasta los nietos de Esaú y es improbable que ninguno de ellos haya vivido más allá de los 100 ó 150 años después de la muerte de Esaú. A menos que queramos suponer una vida excepcionalmente larga para los hijos y nietos de Esaú, habrían muerto unos 250 años antes del Éxodo. Esto deja un espacio de tiempo de unos 290 años que es más que suficiente para el reinado de 8 reyes. En este caso estamos ante una lista de reyes pre-mosaicos, con el último siendo contemporáneo de Moisés. Y la referencia de que “reinaron antes de que reinara rey en Israel” es simplemente una referencia a las promesas divinas en Génesis 17:4 y 35:11 donde ya se especifica que habría reyes entre los descendientes de los patriarcas. La palabra “hijos de Israel” ya fue común en los tiempos de Moisés.
14. Que Moisés escribe en la tercera persona singular no es ninguna prueba de que él no haya escrito el Pentateuco
Simplemente cabe recordar que otros escritores también acceden a este medio de estilo. Voy a nombrar solo tres:
Josefo en Las Guerras de los judíos
Xenófono en Anábasis
Julio César en la Guerra de las Galias
15. En el relato del diluvio (Génesis 6:5 - 9:17) no existen dobletes (repeticiones) que indican diferentes fuentes
Del tema de las repeticiones ya hablamos en un momento y lo identificamos como un medio de estilo típico de la literatura del Medio Oriente. Ahora bien, si en otros textos antiguos existen repeticiones, ¿significa que estamos hablando de dos tradiciones distintas? Obviamente no. Entonces, ¿dónde está el límite de unas repeticiones todavía aceptables y un “gran número” de repeticiones? ¿Quién establece el límite? ¿Quién decidió los parámetros? Incluso una sola repetición sería suficiente para establecer el principio de una unión de fuentes, si es un criterio válido. Pero si no es un criterio válido, incluso muchas repeticiones no prueban nada en cuanto a dobletes.
Quiero hacer las siguientes observaciones en cuanto al relato del diluvio, concentrándome sobre todo en la cuestión cronológica:
a. Se ha escrito muchas veces que en Génesis 7 y 8 tenemos dos cifras diferentes para la duración del diluvio. Sin embargo, el texto bíblico es completamente claro y coherente al indicar que el diluvio duró un año y diez días (once si contamos el primer y el último día), tomando en consideración que el año judío era de doce meses con 30 días.
Según 7:1, el diluvio empezó en el año 600 de la vida de Noé, en el día 17 del segundo mes, empezando siete días después de haber recibido Noé la orden de entrar en el arca (7:1-4.10). Durante 40 días y noches estuvo lloviendo (7:12). El texto NO dice en ningún lugar que después de los 40 días las lluvias cesaron completamente. Todo lo contrario: las lluvias continuaron (aunque en menor intensidad) conjuntamente con la aparición de aguas subterráneas y luego el texto dice claramente que las lluvias no cesaron hasta el final del día 150 después del comienzo del diluvio. Por esta razón, las aguas alcanzaron su punto máximo al final de este período (7:24 – 8:2). Pero mientras las aguas subterráneas pudieron haber seguido después de los primeros cuarenta días, las lluvias se moderaban, porque leemos en 7:12: “y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches”. El v. 17 dice: “y fue el diluvio [hebr. mabbûl] cuarenta días sobre la tierra”. La palabra mabbûl es obviamente distinta de la palabra geshem [hebr.: lluvia] en el 7:12 y habla de un “diluvio” (es decir, una inmensa cantidad de agua) que vino desde arriba. Por lo tanto, parece claro que es esta “lluvia diluviana” la que termina después de 40 días.
Los 150 días mencionados constituyen 5 meses. El día cuando las aguas empezaron a diluirse, es decir, a partir del día 151 desde el comienzo del diluvio, el arca tocó tierra (Génesis 8:4). Las aguas siguieron bajando, hasta que finalmente el primer día del mes décimo las cumbres de las montañas aparecieron (8:5). Si calculamos un mes como 30 días (lo normal en el AT), esto nos da 74 días adicionales desde que el arca llegó al Ararat, sumando así 225 en total. El día once del undécimo mes, es decir, después de que pasaran 40 días a partir de aparecer las cumbres de las montañas, Noé abrió la ventana del arca y mandó un total de cuatro pájaros en un espacio de 14 días (vv. 6-12). Ya que el primer pájaro salió en el día 40 después de aparecer las cumbres de las montañas acumulamos un total de 54 días desde la aparición de las primeras cumbres, lo que nos lleva a una duración de 279 días desde el comienzo del diluvio. El último pájaro salió en el día 279 después del diluvio. Después de 22 días las aguas habían desaparecido de la tierra (pero la tierra todavía no estaba del todo seca). Esto nos lleva a un total de 301 días. Después de 13 días, Noé vio la tierra seca (8:13) y un mes y 26 días después (añadiendo otros 56 días), la tierra se había secado del todo y Noé salió del arca. El total del diluvio es de 370 días, que es la cifra que uno consigue comparando Génesis 7:11 con 8:14 (incluyendo el primero y el último día).
b.La supuesta contradicción entre Génesis 6:19-20 (véase Génesis 7:8-9) y Génesis 7:2 es puramente imaginaria. En Génesis 6:20 la palabra shenayimim (“par”) se usa como forma colectiva de “pares” porque en hebreo gramaticalmente no es posible formar un plural de una palabra en modo dual. Génesis 6:19-20 y 7:8-9 son afirmaciones generales mientras que Génesis 7:2-3 (que habla claramente de grupos de dos y siete) es específica.
Esta subjetividad a la hora de decidir cuántos dobletes hay y de cuántas fuentes fueron juntados es el mayor problema de la hipótesis documentaria. Ya un defensor a ultranza de esta hipótesis como Renan (Histoire du peuple d’Israël, Paris, 1891) constató que ningún redactor siempre junta todas sus fuentes, sino que omite partes del documento. Pero para que dos supuestos documentos independientes sean reconstruibles a raíz de un texto redactado que hizo uso de ambas es necesario que sea lo más completo posible.
c.Apoyar la delimitación de los diferentes dobletes por el uso de los nombres de Dios o de ciertas expresiones tampoco es muy buen argumento. Veamos el pasaje de Génesis 7: 1-5. Es un pasaje donde se usa el nombre Yawé dos veces (v. 1 y v. 5). Luego se usan las expresiones îsh weishtô (“macho y su hembra”) en el versículo 2 y zakar ûnequebah (“macho y hembra”) en el versículo 3. Es decir, en un pasaje que es claramente delimitado por el uso del tetragrámaton (es decir: “fuente” única según la Hipótesis Documental) tenemos ambas expresiones.
d.Los versículos 7:21 y 7:22 son un típico ejemplo de una repetición semítica, casi llegando a un paralelismus membrorum tan común en la poesía semítica (no solamente hebrea, sino también árabe, aramea, ugarítica, etc.). La estructura de ambos versículos es prácticamente paralela, pero es precisamente el uso y la posición de ambas palabras que denotan la muerte weyigwa´ en el v. 21 y metû en el v. 22 que marcan un paralelismo asimétrico que sustituye las palabras usados en un versículo por distintas palabras en el otro versículo. Desde los ya muy citados descubrimientos de Ras Shamra sabemos que este tipo de repeticiones (que por cierto encontramos en los salmos casi en cada versículo) es una de las marcas típicas de la poesía (y hasta cierto punto también prosa) de las lenguas semíticas. El que intenta usar este fenómeno para construir dos supuestas fuentes distintas simplemente aplica un criterio muy occidental a un texto que viene de otra cultura con normas literarias muy distintas.
15. El uso de diferentes nombres de Dios no es un indicio de su pertenencia a diferentes fuentes.
De este tema ya se ha dicho tanto y es un argumento tan visto como inútil, que simplemente quiero mencionar dos cosas:
a.El mismo Wellhausen admitió en una carta a J. Dahse, publicada en 1912 (G. Aalders A short Introduction to the Pentateuch, Chicago, 1949) que el argumento de usar los distintos nombres divinos para diferenciar diferentes documentos es uno de los puntos débiles en su teoría.
b.El Corán provee un paralelismo bastante interesante al tema del uso de los nombres divinos en el Pentateuco. Nadie cuestiona la autoría única del libro sagrado de los musulmanes. Sin embargo, vemos al leer el Corán exactamente el mismo fenómeno: los nombres Allah y Rab corresponden al uso hebreo de Elohim y Adonai. Y curiosamente, en algunas azoras ambos nombres aparecen mezclados, pero en otras solamente aparece un nombre o el otro. Por ejemplo, el nombre “Allah” no aparece nunca en las azoras 15, 32, 54, 55, 56, 68, 75, 78, 83, 87, 89, 92, 93, 94, 99, 100, 105, 106, 108, 113, 114. No conozco a ningún estudioso occidental de Corán que haya aplicado la misma barra de medir al Corán que a los textos bíblicos.
16. Moisés usó distintas fuentes, pero no las hipotéticas J,E,P y D
Lo que habla en contra de este tipo de teoría es simplemente lo que ya mencioné arriba: el no tomar en serio en primer lugar las características de la literatura semítica y en segundo lugar infravalorar la capacidad literaria de escritores que trabajaron en la mitad del segundo milenio a.C. Por supuesto Moisés pudo haber usado fuentes ya existentes. Ya se ha mencionado un par de veces el “libro de las guerras del Señor” (Números 21:14) y se podría también mencionar otro libro que es citado fuera del Pentateuco, pero literariamente e históricamente muy cercano a él: “El libro de Jaser” de Josué 10:13. Todo el contenido del libro de Génesis (sobre todo las genealogías) se han transmitido de forma literal u oral, sin lugar a dudas a través de las generaciones hasta llegar a Moisés. El relato del diluvio es universal, aunque con grandes discrepancias, prácticamente existe en todas las culturas. ¿No pueden los hebreos haber conservado su propia versión, sin la necesidad de acudir a copiarlo simplemente de la epopeya de Gilgamesh? Pero el documento que luego creó Moisés no puede ser evaluado e interpretado con unos criterios literarios occidentales que surgieron en los despachos de teólogos en el siglo XIX y XX. Allí radica precisamente el problema de la hipótesis documentaria: es una teoría que hoy por hoy (sobre todo a la luz de los descubrimientos arqueológicos) no sirve.
No hay que olvidar una cosa: si las discrepancias y contradicciones en los textos saltan tanto a la vista como los críticos dicen, entonces es muy raro que no se hayan eliminado estas discrepancias. Pues, da la casualidad de que los escribas posteriores no han armonizado nada de las muchas “contradicciones” y “dobletes”. La pregunta queda ¿por qué no? Respuesta: simplemente porque no lo entendieron como contradicciones y dobletes.
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