El racionalismo y su correspondiente teología protestante, la Alta Crítica, han dejado un desierto teológico y espiritual condenando al protestantismo europeo a una irrelevancia total.
Acabamos de dejar atrás un número interminable de conferencias y conmemoraciones a raíz del 500 aniversario de la Reforma en todo el mundo. Nada que objetar. Sin embargo, a mí me parece que muy poco se ha mencionado hasta qué punto ciertos círculos teológicos protestantes -sobre todo en los países “protestantes”- están traicionando de una forma vergonzosa -desde mi punto de vista- el tema de la “Sola Scriptura”. Para que nos entendamos: estoy hablando de aquellos a los que se ha tildado en el mundo evangélico como adeptos a la teología “liberal”.
No me gusta la etiqueta. Son liberales a la hora de la interpretación de la Escritura, pero bastante rígidos e intransigentes a la hora de defender los pilares de su cosmovisión teológica particular contra aquellos que no compartimos su teología. Por lo tanto, más bien me gusta hablar de la teología racionalista. Porque de esto se trata.
FILOSOFÍAS DE MODA
Nada ocurre por combustión espontánea. Al menos, no en la interpretación teológica. Tristemente, el protestantismo se ha caracterizado en su segmento mayoritario -estoy hablando del protestantismo europeo- en los últimos 200 años por una creciente dependencia de la filosofías de moda. La razón humana se ha convertido en el principio que todo lo rige y todo lo valora de forma absoluta. Es precisamente aquí donde está la madre del cordero. Los que creemos en la autoridad de la Biblia y en una interpretación histórica bíblica no despreciamos las ciencias, ni creemos que un creyente tenga que dejar de pensar para entregarse con cuerpo y alma a algún “gurú” evangélico. Esa idea es el típico muñeco de paja que nuestros amigos racionalistas con tanta dedicación construyen para luego quemarlo. De la misma manera, tenemos que aguantar continuamente el estereotipo de que la Biblia no cayó del cielo acompañada de un rayo y cosas por el estilo. Claro que no. Ni tampoco he conocido en mi vida a nadie que lo haya dicho o enseñado, y he conocido unos cuantos grupos e iglesias. Así que seamos un poco más serios en nuestro razonamiento porque uno se cansa ya un poco de este tipo de argumentación simplista.
Tampoco creo que haya que tener un doctorado en teología, sociología y a ser posible también psicología para finalmente dar a la Iglesia una visión donde todo vale, o casi todo. Nos aleccionan que no se debe marginar, se obstinan en llamar al pecado “orientación sexual” y al universalismo “evangelio de la inclusión”. Por supuesto Jesús haría lo mismo, nos dicen. Queda la pregunta: ¿de dónde se saca la idea de que Jesús era tolerante con todo el mundo?
A veces a uno le da la impresión que el credo apostólico ha dado lugar a un nuevo credo racionalista: no hay dios salvo aquel que respeta los derechos humanos y Rudolf Bultmann es su profeta.
Se nos echa en cara de parte de este tipo de teología “progresista” que con nuestra creencia en la inspiración verbal de las Escrituras reducimos a Dios a la dimensión humana. Yo más bien diría que los que caen en esto son aquellos que se aferran a la filosofía de moda y la convierten en vara de medir de una teología humanista, antropocéntrica y racionalista.
Pero lo que antes era un problema en los países tradicionalmente protestantes del centro y del norte de Europa se ha apoderado también de un segmento creciente teológico en España. Está siendo hora de que se hable bien claro y que se pongan todas las cartas sobre la mesa: no defienden el evangelio de los apóstoles aquellos que ponen su veleta en el viento de las modas, sino precisamente aquellos que a veces luchan contra viento y marea para defender el antiguo y eterno evangelio del “escrito está”.
ALTA CRÍTICA, DOMINANTE EN EUROPA
Quiero mencionar en este contexto, por lo menos de paso, el tema de la Alta Crítica. Hay artículos -empezando con la Wikipedia- que nos pueden servir para introducirnos al tema, si no estamos familiarizados con ello. Este artículo no pretende explicar de qué se trata de forma detallada, pero de forma sencilla, podemos decir que la Alta Crítica pretende diferenciar entre lo que es verídico y histórico y lo que simplemente se ha inventado para “embellecer” el texto.
La Alta Crítica (también conocido como el método histórico crítico) -que en el caso del Antiguo Testamento empezaba con teólogos como Astruc y Wellhausen, por nombrar solo dos- se ha convertido en la vaca sagrada de este tipo de teología que se jacta de ostentar la palabra “científica”.
Bajo el epígrafe “científico”, las facultades teológicas estatales dominadas por funcionarios estatales, llamados catedráticos, pagados con dinero público y gozando de un poder académico monopolista desde los tiempos del los reyes protestantes Gustavo Adolfo de Suecia y Federico el Grande de Prusia, han secuestrado la interpretación de las Escrituras -“científica”- haciendo añícos de todo aquello que era sagrado para los reformadores y los apóstoles.
Bajo el dictado la Alta Crítica -la versión teológica de la razón humana todopoderosa- no queda nada de la autoría de Moisés del pentateuco, la Biblia queda vaciada de milagros y las teorías del señor Hawking tienen por lo visto más base para el creyente que todo en lo que los cristianos han creído durante siglos, basándose en el texto sagrado.
De hecho las facultades protestantes en países como Alemania, Suiza, Holanda, el Reino Unido y Suecia se arrogan ahora el poder que la Santa Inquisición tenía en la Edad Media: todo lo que allí no se enseña, no sirve, científicamente hablando, claro. Para eso ostentan sus títulos y han doctorado sobre temas que a nadie interesan y que casi nadie entiende.
UN JESÚS A MEDIDA
Otra área favorita del racionalismo teológico es precisamente la antigua -y también ya muy vista- dicotomía entre el dios vengativo del Antiguo Testamento y el evangelio del amor del Nuevo Testamento. Saluda desde la lejanía histórica el patrón santo de dicha herejía, “San” Marción. Comúnmente se suele olvidar en los círculos de estos eruditos teológicos que la frase “ama al prójimo como a ti mismo” sale en el libro de Levítico y el que viene al final de los tiempos para juzgar a vivos y a muertos sale en el Nuevo Testamento. Era Jesucristo, el “inclusivo”, que no solamente echó una bronca soberana a los fariseos, sino también excluyó durante una buena parte de su ministerio a los samaritanos y paganos. Era tan inclusivista que dijo a la samaritana que la verdad venía de los judíos. Es verdad: comía con los pecadores (también con los fariseos), pero curiosamente, esos pecadores luego se arrepintieron de sus pecados: los fariseos dejaron de ser farisaicos, los samaritanos dejaron su religión sectaria, Zaqueo devolvió incluso más de lo estipulado y las prostitutas dejaron de prostituirse. Es verdad: se opuso a que los discípulos hicieran caer fuego y azufre sobre los samaritanos, pero al mismo tiempo anunció la total y completa destrucción de Jerusalén, cortesía del Padre celestial y anunciado por su Hijo. Y curiosamente no solo instó a sus discípulos a poner la otra mejilla sino también les animó poco antes de su muerte a comprar espadas (Lucas 22:35-38). Y supongo que no eran para cortar jamón.
Tenemos que poner nuestra mirada en Jesús de Nazaret, la Palabra de Dios encarnada, reza el credo del racionalismo teológico. Muy bien. Estoy de acuerdo. Pero ¿qué sabemos de Jesús de Nazaret aparte del testimonio del Nuevo Testamento? ¿Nos apoyamos en una frase de Josefo o en las cuatro palabras auténticas de Jesús que nos dejó Bultmann? Tenemos que tomar el testimonio de Nuevo Testamento en serio, en su totalidad, y no solamente los pasajes que encajen en la ideología de turno y en “esa” imagen de Jesús de Nazaret dulzona, inclusivista y tolerante.
El racionalismo y su correspondiente teología protestante han dejado un desierto teológico y espiritual que ha condenado al protestantismo europeo, sobre todo de corte luterano, reformado y anglicano, a una irrelevancia total. Las facultades protestantes se han convertido en nidos de catedráticos endógamos -teológicamente hablando- que hablan en su lenguaje políticamente correcto, exponiendo temas como el calentamiento global, los derechos de los LGBTETC. etc, el corazón pacífico del islam, o la irrelevancia y la no historicidad del cristianismo. Nos cuentan -siempre en un lenguaje muy bien adornado de frases huecas- que la resurrección hay que entenderla espiritualmente y que la Biblia es un libro muy interesante donde hombres y mujeres (hay que ser políticamente correcto) hablan de sus experiencias espirituales. Pero vamos a decirlo claramente: ellos mantienen que la Biblia no tiene base histórica, sino más bien histérica: los discípulos vieron cosas que no eran así y la iglesia primitiva “puso las palabras del kerygma en la boca de Jesús”. Que cualquier iglesia con este tipo de predicaciones se quede poco a poco vacía no le extraña a nadie.
FRACASO
Es curioso, ¿verdad? Desde una perspectiva global son precisamente las iglesias “liberales” (racionalistas, politizadas, ideologizadas) las que están cada día más pasadas de moda. ¿Quién se acuerda hoy del Consejo Ecuménico Mundial en Ginebra, tan popular entre círculos de la teología universitaria en los años 70 y 80 del año pasado? Pocos se interesan ya -fuera de las facultades protestantes- por este tipo de teología liberal, a-histórica, de palabras politizadas e insípidas.
Sin embargo, nos damos cuenta, que las iglesias -a nivel global- que crecen son iglesias de una teología conservadora en el mejor sentido de la palabra: porque conservan las doctrinas históricas de la Iglesia, rechazando a la vez el neo-gnosticismo racionalista y la agenda de aquellos movimientos que se autoproclaman “progresistas”.
Son precisamente las iglesias conservadoras las que históricamente han hecho progresar a la fe cristiana, mientras el liberalismo teológico ha convertido a las iglesias nacidas de la reforma en entidades sin sangre y sin fuerzas. No son los teólogos de la liberación quienes han cambiado el paisaje eclesial de Latinoamérica, sino aquellos que -con todos los fallos que puedan tener- están dispuestos a confiar en el Dios de la Biblia, y no en aquel de teólogos que han perdido el norte. Que entre ellos hay ovejas negras, nadie lo duda. Siempre las ha habido. Pero dentro de unas décadas, el liberalismo teológico será simplemente una anécdota pasajera, llevado por otro tipo de viento. Y personalmente, prefiero un rebaño con alguna oveja negra que otro donde casi todo se ve negro, si es que se llega a ver algo.
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