Ha muerto un apóstol y profeta del pueblo de Dios en España.
Desde una perspectiva escritural, del Nuevo Testamento, el misionero norteamericano Juan Pablo Blake fue entre nosotros, un apóstol y un profeta.
Juan P Blake ha trabajado sembrando el Evangelio en todas las capitales de provincias de España y en muchos pueblos. Considerando el estilo de trabajo apostólico en el N.T, claramente en Juan P. Blake se ha contemplado un trabajo semejante. Por esa razón, considero que Blake ha sido un gran apóstol para España, durante más de cincuenta años; todo un ejemplo y un modelo a imitar. Dado que ha ejercido como apóstol, se ha hecho evidente que ha fungido en ese don a través de su labor para con muchos líderes, a los cuales él con su trabajo ha levantado; sí, Juan Blake ha sido padre espiritual de varias generaciones de creyentes que han participado en las campañas y diversos esfuerzos que Blake organizó cada año.
Como apóstol, ha dejado un reguero de congregaciones iniciadas (no establecidas completamente, pero si claramente iniciadas). También ha dejado un gran grupo de discípulos, a los cuales, en diferentes momentos y de diversas formas, Blake les ha ministrado espiritualmente y con mucha dirección bíblica. Blake siempre enseñó a los discípulos provenientes de las campañas y otros que se le unieron pero que ya eran creyentes, a través de su fuerte formación y memorización de las Escrituras. Lo mismo hizo por medio de su estilo y práctica de oración. ¿No son esas las señales de un verdadero apóstol? Sí. Lo que ocurre es que nos hemos hecho tan impermeables a lo que el Nuevo Testamento señala claramente sobre este tema, que no hemos sido capaces de reconocer que Juan P. Blake era un apóstol de Dios enviado a España, para ayudarnos a alcanzar nuestra nación con el Evangelio.
Por eso, no pocos líderes le han menospreciado, le han ridiculizado por sus formas sencillas, o simples (como una vez le escuché decir a un pastor: “ese no se lo cree ni él mismo lo que predica”). Otros no le quisieron invitar a congresos/retiros/conferencias, sobre todo en los años 70 y 80. Pensaban que no tenía mucho que ofrecerles porque hablaba un español regular y no resultaba atractivo como orador. Ahora (desde los años 2000) no pocos de aquellos le han alabado y reconocido, después de que se ha visto no solo el gran esfuerzo evangelístico liderado por Blake, sino que en realidad ha sido uno de los mayores ejemplos de constancia, eficacia y de alcance en la evangelización de España.
Para mí, Juan P. Blake ha demostrado tener un carácter apropiado para trabajar y ganar España: oración, lágrimas (lo presencié en muchas ocasiones, como se compungía al estar hablando de los perdidos y de la necesidad de alcanzarlos para Cristo) persistencia, constancia, coraje y mucho amor por los inconversos. Siendo él un extranjero, teniendo en su trasfondo religioso y cultural una gran distancia para con el nuestro, Juan P. Blake ha demostrado ser una especie de “Hudson Taylor español”, porque dejando mucho de su carácter y cultura norteamericana para acercarse a los españoles y tratar de ganarlos para el Señor, terminó pareciéndose mucho a nosotros en cuanto a costumbres y hábitos (comidas, tomar vino en las comidas, la siesta y hacer chistes contextuales, entre otras cosas).
Mi relación ministerial con Juan Blake comenzó en el año 1974. A través de mi discipulador, José Luís Briones, comencé a asistir a los esfuerzos evangelísticos de algunos fines de semana por los alrededores de Madrid. Luego me empecé a apuntar a los retiros de Peña de Horeb, y seguidamente comencé a dedicar 21 días de mis vacaciones para irme con el equipo de DECISIÓN a una de las dos campañas grandes que hacían cada verano (estuve en: Martos, Cabra, Huesca, en el Barco Doulos, Badajoz).
También ejerció de profeta. No estoy pensando en los profetas de oficio, al estilo del Antiguo Testamento, sino al estilo del Nuevo Testamento, aportando edificación, exhortación y consuelo.
Personalmente viví una experiencia en la cual Dios usó a Juan P. Blake para darme la confirmación y dirección profética de mi llamamiento a trabajar para el Evangelio, a todo tiempo.
Esta experiencia tuvo lugar en medio de los trabajos de campaña, dirigida por J. Blake en la ciudad de Badajoz. Era el mes de agosto del año 1979. Concretamente el día 15 del mes. Yo me levanté ese día como era mi disciplina habitual, a las 6:00 a.m., cogí mi Biblia y mi cuaderno de oración y me senté en la grama que había a la orilla del río Guadiana, junto al puente que está en Puerta Palma, donde había unos cuantos eucaliptos. Abrí mi Biblia y me puse a leer en el capítulo 6 del Evangelio de Juan. Cuando mis ojos llegaron al versículo 27 “Trabajad, por la comida que no perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del Hombre, porque a este señaló Dios, el Padre”. Entonces comencé a meditar en el contenido de este versículo, que aunque durante muchos años yo había leído, en ese momento sentía algo diferente que me hizo ponerme a rumiar el significado que podía tener para mi vida. Recuerdo que me dije a mí mismo: “Máximo, tu trabajas por una comida que te la comes y perece, sin embargo aquí el Señor dice de ‘trabajad por la comida que no perece’. Oré al Señor y me dije a mi mismo: esto lo voy a consultar con los líderes de la campaña (el principal era Juan Blake, aunque también estaban como sus ayudantes y colaboradores Antonio Pardo Quiñones y Roberto Worly).
Cuando vino la hora del desayuno, las 8:00, me acerqué a Juan Blake y le conté lo que me había pasado en mi devocional privado esa mañana. Él, de inmediato, me dijo: “Oraremos por ti tres días, después te diremos que significa eso para tu vida”.
Y así ocurrió, que pasados tres días, a poco de la finalización de la campaña, en el desayuno, Juan se acercó a mí y me dijo: “Maximo, se trata de un llamado de Dios para tu vida. Cuando termine la campaña y regreses a Madrid, te despides de tu empresa (yo trabajaba como técnico en telecomunicaciones, en TELSA) y te tienes que ir al seminario de Castelldefels”. Yo le dije “¿no es al de Alcobendas?”; y de manera enérgica me contestó: “No… debes ir al de Castelldefels”.
De regreso a Madrid, lo primero que hice fue hablar con mis padres (ellos no eran creyentes en Cristo). Su comentario fue prudente y solo me dijeron que yo ya era mayor de edad y podía hacer con mi vida aquello que creyera mejor. Aunque les dio pena que dejara de estar viviendo con ellos. Lo segundo fue hablar con mi empresa. El director, D. Antonio Gómez, se extrañó al contarle que había decidido dejar la empresa; me ofreció mejor salario. Luego le mencioné que me iba a un seminario evangélico, a estudiar la Biblia. Al final me dijo que si me iba mal, que volviera a mi puesto de trabajo. Lo tercero fue, tener una cita con el Catedrático de mi carrera de Humanidades, dado que estudiaba Humanidades Contemporáneas en la Universidad Autónoma de Canto Blanco. El Dr. José María de Solas, me preguntó a qué se debía que estuviera decidiendo abandonar la carrera; entonces le conté, que hay sentido un llamado de Dios para dejar todo y marcharme a un seminario, para estudiar la Biblia. Me expresó que eso le impresionaba y le pareció bien.
Por último, hablé con mi pastor. Le conté todo como me había sucedido en el encuentro con la Palabra de Dios, en Juan 6:27. Le dije que me iba al seminario, él entonces me dijo, “claro, a Alcobendas”. Pero yo le declaré mi intención de ir al de Castelldefels, a lo cual se opuso rotundamente y lamentablemente me sentenció que de ser así, nunca tendría las puertas abiertas en la UEBE. Le escuché pero no atendí a su sugerencia y se lo hice saber con claridad. Nos despedimos y de mi parte nunca cerré la puerta para trabajar, siempre que tuviera la oportunidad con mi iglesia y en la UEBE (lo cual hice por varios veranos, dirigiendo la Escuela Bíblica de Vacaciones y marchándome a campañas con el evangelista Fernando Bergara y con Valentín Cuevas, en Gandía).
Con la ayuda de Juan Blake, se arregló todo para mi entrada en el seminario de Castelldefels, para que yo hiciera unos exámenes previos a ser aceptado como alumno en el IBSTE.
Resultó que fue en el seminario IBSTE, donde además de recibir una buena preparación bíblica, el Señor me dio a mi compañera de estudios Joana Vázquez Artero como esposa y juntos salimos a servir al Señor, bajo la encomendación y cobertura de los ancianos (Benjamín Angurell, Luis Secall y Joaquin Artal) de la iglesia de Asambleas de Hermanos del Paseo Maragall de Barcelona y formando equipo ministerial con la Misión Inglesa de Valdepeñas, Ciudad Real.
No volvimos a tener relaciones de ministerio con Juan Blake hasta que, siendo mi esposa y yo pastores en Úbeda (Jaén) en el año 1985, invité a DECISIÓN para hacer una gran campaña de evangelización con nuestra congregación. Fue de gran bendición aquella campaña, con lo cual la congregación se duplicó en membresía.
La siguiente vez que colaboramos juntos con Decisión y Juan Blake fue (año 1991) siendo mi esposa y yo pastores de la iglesia que Dios nos envió a plantar en la ciudad de Baena, Córdoba.
Pasados los años, siendo yo director del ministerio de Evangelismo a Fondo España, invité a Juan Blake para que formara parte de nuestra Asamblea General (año 2002). Él lo aceptó y nos fue de bendición con sus consejos y visión, durante varios años.
Nuestra relación ministerial ha durado muchos años (unos 44 años) hasta 25 días antes de marcharse con el Señor. Desde el año 2008 hemos venido juntos formando parte del ministerio PUEDES, un órgano evangelístico dependiente de la FEREDE. Fue el día 6 de marzo cuando tuvimos la última reunión, en el despacho del pr. Juan Cano, de la iglesia Pasión por Cristo (lugar muy habitual de nuestros encuentros de PUEDES). Todos al ver que Juan había subido perfectamente las escaleras de los dos pisos, le felicitamos y nos alegramos mucho de su mejoría. También nuestra colaboración y relación en La Plaza del Plantador (Lausana España).
El presidente, Enrique Montenegro, le pidió que fuera Juan quien nos compartiese la meditación de la Palabra. Terminada la reunión, Juan Blake, como siempre tan servicial, nos llevó en su coche, a mi hijo Abraham y a mí, hasta el hotel que quedaba junto al metro de Suances. Todo el trayecto Juan fue contestando muy animadamente y feliz a cada pregunta que Abraham le iba haciendo , sobre su conversión, su noviazgo, su llamado, su casamiento, sus hijos, cómo fue que vino a España de misionero y le contó también lo que su madre había orado para que él fuera misionero a Europa. Fue una gozada escucharle otra vez contar todas estas cosas de su vida.
Estoy muy agradecido a Dios por haberme permitido trabajar y tener amistad con su siervo Juan Pablo Blake.
Demos gracias a Dios porque fue Él quien nos envió a su hijo Juan Blake, a ser un compañero de milicias, con tan fiel testimonio de vida. ¡Bienvenidos todos los que vengan a servir a Dios en España, con estas cualidades de ejemplaridad que demostró Juan Pablo Blake!
Notas
Textos bíblicos: Efesios 3:5 y 4:11. 1 ª Co 14: 12, 22b, 24, 25, 29, 31.
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