O vivimos todos juntos como hermanos, o pereceremos todos juntos como idiotas. Martin Luther King.
UN POCO DE HISTORIA…
A lo largo de la historia podemos recordar muchas veces los acontecimientos que marcaron hitos en el tiempo misionero tratando de buscar en ellos la provisión de lo que todavía no tenemos hoy, por lo menos en muchos lugares de España. El movimiento de Lausana, además de toda la reflexión y análisis que ha generado, me trae siempre a la memoria la historia que hemos recorrido. Historia que tiene mucho que aportar a la construcción de modelos misioneros modernos.
Por recordar algunos ejemplos:
Las misiones de la iglesia antigua cimentaron sus fortalezas en la fe, la comunión y el martirio para expandirse. Las misiones de la época medieval anclaron sus bases en medio de las misiones de fe y las misiones mendicantes.
A partir del año 1900 comienzan lo que podemos llamar
las misiones modernas. Hombres como William Carey llamado el “padre de las misiones modernas” fue uno de los quijotes de aquella época. Él, aunque muchos solo se atrevían a llegar a las costas, fue al interior de India sin temor a enfermedades, guerras, pobreza, etc. Lo interesante es que tenemos que hablar de una época de misiones donde la fe, la pasión, la vocación y el llamado fueron la gran llama de la época y la lanza que Dios usó para llegar a muchos lugares de la tierra.
Es interesante preguntarnos ¿cuál sería la “marca” o llama misionera de este tiempo?sin descontar ni por un momento todas las anteriores que, de hecho, son imprescindibles en la labor misional de la iglesia.
La obra misionera de las últimas décadas, a nivel global, ha sido desarrollada en gran parte por los países anglosajones. Gracias a Dios muchos de ellos con una férrea y gran visión misionera han emprendido el viaje hacia lo último de la tierra llevando el evangelio de Cristo.
Los modelos desarrollados por esta misionología anglosajona, tenían lógicamente sus propias raíces que provenían tanto de sus líneas teológicas y doctrinales como de su entorno social, político y económico. Debemos decir, en esta línea de pensamiento, que aun con la gran bendición que hemos recibido hay muchas marcas de esta misionología que no harían sentido en el mundo actual. Por ejemplo, contemplar la misión desde el ámbito colonialista - imperialista transportando no solo el evangelio sino la cultura. Además, la misión de las últimas décadas ha estado acompañada por una gigante empresa económica que siendo una bendición se convierte en algunos casos en una barrera sobre todo cuando no se tiene.
En nuestros días el contexto, las circunstancias y el mundo al que queremos alcanzar ha cambiado. Tenemos una gran crisis no solo financiera sino de vocaciones ministeriales, de llamados misioneros a largo plazo y de convicción profunda que nos permita enfrentar toda clase de barreras, incluso la persecución.
Por todo lo anterior,
mi tesis, haciendo una lectura de la historia, es que hoy por hoy ninguna nación puede atribuirse el don de tener todos los elementos juntos para completar la Gran Comisión. Ya no estamos en la época de los “colosos” “quijotes” o “llaneros solitarios” como se llamarían coloquialmente. Todas las naciones que antes tuvieron el dinero, los recursos humanos y la estrategia para llevar adelante la obra misionera, no existen más.
¿Qué significado puede tener esto para nosotros en España, para nuestra responsabilidad con la misión de Dios?
LA PROPUESTA DE DIOS PARA CONCLUIR LA GRAN COMISIÓN
Partimos a cumplir una misión olvidando consciente o inconscientemente que tenemos un desafío de fondo en nuestras relaciones en tres ámbitos: con Dios, con nosotros mismos y con nuestros semejantes.
El trabajo en conjunto, la unidad de la iglesia y la cooperación en las misiones, tienen implícita una tarea interna que todavía está pendiente.
Dios desde los inicios mostró con su propia naturaleza, en la Trinidad
“Hagamos al hombre…” que su imagen y semejanza tenían que ver con la vida en comunidad. El hombre fue creado para vivir, crecer y desarrollarse de esta manera. Lamentablemente, Adán pecó y el pecado afectó gravemente las relaciones en los tres ámbitos.
En primer lugar, Dios y el hombre, que previamente se encontraban y se hablaban abierta y libremente en el jardín del Edén, ahora estaban distanciados. Adán, al darse cuenta que había traicionado la confianza de Dios, se escondió. Se había destruido la abierta relación de Adán con el Señor.
En segundo lugar, Adán perdió todo el sentido de su plenitud, belleza y valor cuando se abrieron sus ojos al bien y al mal. Por primera vez, vio dentro de sí y no le gustó lo que vio. También se había destruido la relación consigo mismo.
Y por último, Adán rechaza toda responsabilidad al descargar la culpa de su propio pecado sobre Eva. La confianza entre ellos nunca volvió a ser la misma. La relación del hombre con los demás también se destruyó.
Desde la misión dada por Jesús a sus seguidores hasta la más alta práctica de la misma por sus discípulos en el libro de los Hechos, podemos ver un elemento primordial de la tarea,
la interdependencia. El envío de los setenta, de dos en dos, en Lucas 10. La magna declaración de Jesús en Juan 17:21 orando por sus discípulos:
“Que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea” y la palabra profética de la Gran Comisión según Juan 20:21:
“Como me envió el Padre, así yo os envío”; nos dan claridad y confirmación que dentro de los elementos bíblicos de la misión no solo está el pensar dónde, con quién, sino el cómo.
La misión es primordialmente de Dios. La Iglesia es su brazo de bendición, pero Él espera que la misión no solo se cumpla sino que se lleve a cabo a la forma de Dios. La tentación de Jesús nos muestra que Él fue tentado de esta manera. En Mateo 4: 8-11 Cristo pudo completar su misión en la tierra en un solo momento si se inclinaba delante de Satanás, pero la forma no era de acuerdo a la voluntad de Dios. Por eso su respuesta fue:
“Al señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás”. La palabra adoración en este pasaje viene de la raíz griega
“Proskuneo” que significa: postrarse, rendirse, reverenciar.
Tengo que decir con toda seguridad y franqueza que la misión ha pasado de ser colonialista a ser más una misión solidaria, cooperativa. Este hecho viene encausado no en una decisión humana controlada sino más bien en una decisión de Dios al permitir los drásticos cambios que han llevado al mundo al caos donde se encuentra. La vivencia de nuestras carencias, nuestra pobreza y nuestra necesidad nos lleva a expresar nuestra vocación misionera desde la realidad de la solidaridad que no solo vivimos sino que estamos llamados a transmitir. Por eso la cooperación se convierte en un elemento indispensable de la obra misionera actual. La “huella” o “marca” de las misiones del siglo XXI será el sello de la cooperación y el trabajo en unidad.
Vivimos en una España diametralmente diferente a la de hace unas décadas, hoy por hoy no tenemos la abundancia y, por ende, la facilidad de llevar a buen puerto una misión bíblica que consiga poner el evangelio disponible a todos los pueblos de la tierra. Pero cuidado, esto no puede ser una excusa, debe ser más bien un recordatorio de nuestro llamado a compartir de nuestras riquezas en Cristo (económicas, espirituales, humanas) con otros, para que juntos podamos cumplir la gran comisión a la manera de Jesús. Las alianzas estratégicas en la obra misionera no son ahora una opción, se han convertido en un sinecuanom.
Uno de los ejemplos claros en España, en cuanto a misión, es el de los miles de pueblos que todavía no tienen un testimonio cristiano relevante y permanente. Ha sido muy difícil establecer puntos de encuentro entre misiones, denominaciones y otros actores del proceso misionero, para acordar medidas que nos ayuden a cambiar esta terrible situación de un país del primer mundo, que es casi el único que vive esta situación. Para nuestro caso particular, la cooperación en beneficio del evangelio es la clave. Sin embargo, la ruptura de nuestras relaciones debido a nuestra naturaleza, como lo intenté demostrar al principio, se convierte en un serio obstáculo de la misión de Dios.
¿Cómo podremos pensar no solo en los pueblos de España sino en las naciones de toda la tierra? Si las fronteras más cercanas dejan ya ver nuestra incertidumbre y debilidad frente al trabajo común, mucho más cuando los desafíos de lenguas extrañas, costumbres desconocidas y religiones hostiles pongan a prueba no solo nuestra vocación misionera, sino nuestras más profundas raíces teológicas y doctrinales.
Misión, no es una propagación de doctrinas y dogmas, no tiene que estar basada en nuestra interpretación singular de la Biblia y mucho menos en nuestro entendimiento eclesiástico de Dios. En el libro de Lucas encontramos que su comprensión de la Gran Comisión fue descrita así:
...y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47) Esto refleja que la iniciativa de la predicación estaba basada en dos elementos básicos que son: arrepentimiento y perdón de pecados. Son estas categorías que, en resumen, construyen la base soteriológica de la misión.
Como ejemplos de la experiencia en España el concepto de misión de la Iglesia no sobrepasa en muchos casos el concepto de crecimiento denominacional. La misión se lee, hoy día por muchos, como una expansión institucional a lugares en donde todavía no estaba presente, iniciando siempre por aquellas ciudades más grandes y relevantes. Por estas razones, y otras, los pueblos sin el evangelio en España u otras naciones de la tierra no son prioridades en la agenda de la Iglesia. Esta visión de la misión opaca instantáneamente el trabajo en conjunto dado que el objetivo fundamental no es en principio la extensión del reino de Dios.
Por lo anterior, una de las vías de solución a esta problemática es precisamente volver a la unidad de visión, esto es lo que nos pide la Biblia. No es verdad en mi opinión que Dios nos pida unidad en doctrina, formas, estrategias, etc. para poder trabajar como cuerpo de Cristo. Lo único que nos pide es unidad de visión: trabajar juntos en torno a la visión de Jesús, no la nuestra. La Biblia es clara en demostrar que la diversidad de la Iglesia es una de sus mayores virtudes y una de las más necesitadas herramientas en la misión en medio de un mundo en crisis total. No olvidemos que nadie alrededor del mundo tiene todos los elementos a la mano para cumplir la Gran Comisión de una manera solitaria, en cambio, es necesario juntarse con otros.
Hablar de misiones en la actual situación de España parece incongruente. Cuando menos dinero tenemos y cuando los problemas se acumulan sobre nuestras espaldas es mejor pensar en cómo salimos de esta situación. Pero la verdad es que tenemos una de las más grandes oportunidades de enseñar al mundo, a través de un modelo solidario y unido, que nuestra predicación no es filosófica y subjetiva sino más bien relevante al mundo actual. El que podamos unir nuestros recursos (los muchos o los pocos) para avanzar con el evangelio hasta lo último de la tierra, nos dará una ética espiritual impredecible que puede fortalecer nuestras vidas espirituales como lógicamente la Iglesia.
La misión de nuestros días no solo constituye un costo en su amplio sentido de la palabra, sino una puerta a un nuevo ámbito en nuestras iglesias y como cuerpo de Cristo en España. No perdamos la oportunidad de ver esta sinergia eclesial convertida en bendición para nuestra necesitada y dolida nación. Busquemos deliberadamente formas de trabajar en conjunto con una meta común que glorifique a Dios. Hagamos un esfuerzo extra por retomar la senda del diálogo y la discusión sana en las diferentes plataformas establecidas para este fin, que por cierto adolecen de nuestra presencia.
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