De vez en cuando deberíamos comprender que Dios usa a personas sencillas que saben que todo depende de Él, y viven dependiendo de Él en todas las circunstancias y en todas las ocasiones.
Tenía poco más de veinte años cuando la Asociación evangelística “Billy Graham” me invitó a asistir a la conferencia de evangelistas que tuvo lugar en Amsterdam, en el año 1986. El conocido predicador, no sólo recorrió el mundo proclamando el evangelio, sino que también tuvo la visión de reunir a unos diez mil evangelistas de todo el mundo para participar en una conferencia de oración y visión. Supongo que todos comprenderéis que me impresionó estar durante casi una semana con personas de más de 150 países y compartir con ellos la misma motivación de llevar el evangelio a todos. Los temas desarrollados, las conferencias, seminarios, etc. fueron verdaderamente impresionantes, tanto en ese momento, como en la siguiente conferencia celebrada en Amsterdam (2000). Todavía hoy pueden encontrarse las conclusiones tanto en internet como en los libros editados en las dos ocasiones. Realmente mereció la pena estar allí.
Pero aparte de los datos objetivos, lo que queda en el corazón de cada uno de los que asistimos son los recuerdos: precisamente de eso se trata, de “recordar”, es decir, de volver a pasar por el corazón.
Todo el mundo había escuchado sobre Billy Graham, pero para algunos de nosotros, aquella conferencia significó la oportunidad de conocerlo personalmente. Tuve el privilegio de poder regalarle un par de cassettes con música mía, tanto a él como a Cliff Barrows (su íntimo amigo y compañero de campañas) y desde luego, no sé lo que pensaría de un joven desconocido y descarado que se atrevía a tal cosa, pero a mí me impresionó la proximidad y simpatía de alguien tan famoso como él. Nada que ver con algunos “siervos” de hoy a los que es completamente imposible acercarse ¡Y mucho menos saludarlos! Esa fue la primera gran lección. Independientemente de las ideas y métodos que uno quiera defender en la evangelización, a Billy Graham la accesibilidad y la educación no se le “suponían” como cuando nos ponían en la cartilla “El valor se le supone” a los que tuvimos que hacer el servicio militar. ¡De eso nada! El demostraba esas cualidades con creces, estaba siempre dispuesto a ayudar.
Durante toda esa semana tuve la oportunidad de hablar con varios de sus más estrechos colaboradores. Como buen gallego, me pasaba el día preguntando una y mil cosas… me enseñaron cómo el secreto de las campañas evangelísticas eran las personas que invitaban a sus amigos a asistir (Más del 90 por ciento de los que pasaban al frente a orar, era porque algún amigo los había llevado al estadio), de tal manera que no se trataba tanto de una evangelización “masiva” como a veces se dice, sino del fruto del testimonio personal de muchos de los asistentes.
También supe de las dificultades de la evangelización en los últimos años: no sólo los no creyentes ¡sino también muchos creyentes! Le reprochaban a Billy Graham, que usara las emociones para llevar a las personas a tomar una decisión por el Señor Recuerdo cuando en uno de sus viajes a Europa, uno de los periódicos de la ciudad colocó un artículo en primera plana hablando de la “manipulación” que se ejercía en las campañas: la multitud, la música, el coro, los testimonios, las historias en la predicación, la invitación, etc. eso era lo que realmente “movía” el corazón de las personas, según el periodista. Cuando Billy Graham lo leyó, reunió a su equipo para orar y tomó una decisión: al día siguiente no habría nada de nada, sólo la predicación; nadie cantaría, no habría música ni testimonios, simplemente la proclamación del evangelio. ¡Esa noche, las personas que pasaron al frente para orar fueron más que en cualquier otro día! El mismo periodista tituló su crónica al día siguiente “La emoción del silencio”.
Segunda “lección”: Quién quiere hablar, siempre va a hacerlo, sea como sea. Mejor no preocuparse por eso.
Más tarde, poco antes del congreso del año 2000, vi una entrevista que Billy Graham había tenido en una televisión europea. Fue un momento complicado, porque el periodista buscó todo lo posible e imposible para dejarle quedar “mal” delante de la audiencia; así que, después de acusarle de querer engañar a la gente con el mensaje del evangelio, y viendo que no tenía nada que “echarle en cara” (la educación y amabilidad del evangelista en todo tipo de entrevistas, siempre fue reconocida por todos), le atacó de una manera aún más directa: “¿No cree que lo que predica es demasiado sencillo?” Quería demostrar que las personas estudiadas o intelectualmente activas no iban a creer en algo tan simple. Billy Graham simplemente respondió: “Sí, es un mensaje sencillo, y cada día dedico más horas estudiando profundamente para poder predicarlo de una manera más sencilla todavía”.
Tercera lección (¡Aunque mejor debería escribir “tercer recuerdo!”) Algunos olvidan que la sencillez es una parte muy importante dentro de la genialidad que el Creador nos regala. El propio Albert Einstein dijo un día: “Si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez. La elegancia déjasela para el sastre”.
Sólo un “pequeño” detalle más, el último por esta vez, pero quizás el más importante: Lo que más admiré de Billy Graham fue el don que Dios le dio para desarrollar la invitación en el mensaje evangelístico. Normalmente durante la predicación anunciaba que iba a invitar a todos a tomar una decisión para seguir al Señor, y al final simplemente lo hacía. Casi siempre sólo una vez, mientras él permanecía orando… y las personas se levantaban de su asiento y venían al frente para recibir a Cristo. Tengo muchos amigos en diferentes países del mundo que tomaron la decisión de seguir al Señor en una de esas campañas: mujeres y hombres de todo tipo de condición social, edades, estudios, trasfondos culturales, etc. Me sigue impresionando verlo en las imágenes de hace años a Billy Graham orando y confiando en que el Señor movería el corazón de las personas. Y Dios lo hacía. Para mí, personalmente, esa es una de las mayores lecciones en su vida: la total dependencia del Señor en lo que hacía. Con todos los defectos que una persona normal y corriente puede tener (¡como cada uno de nosotros!) lo único que le preocupaba era que las personas conocieran al Señor, en cualquier lugar y cualquier situación. Lo único que quería era invitar a todos para que recibieran al Señor Jesús en sus vidas.
Vivimos en un siglo XXI en el que lo hacemos todo, lo controlamos todo, lo examinamos todo y creemos que tenemos la razón en todo. De vez en cuando deberíamos comprender que Dios usa a personas sencillas que saben que todo depende de Él, y viven dependiendo de Él en todas las circunstancias y en todas las ocasiones. Esas personas son las que el Espíritu de Dios usa para transformar las vidas y para cambiar el mundo.
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